Viudas y madres de los periodistas asesinados en Ayacucho se indignan
al recordar la injusticia que apañó el escritor. El escritor Mario
Vargas Llosa, en su reciente y corta visita al Perú, nos ha sorprendido
con el sempiterno y trajinado estribillo de que siempre estuvo a la
vanguardia de la defensa de los derechos humanos, entre otras perlas.
De pronto, estas expresiones han sacudido la dignidad y el corazón
de los deudos de las víctimas de los periodistas asesinados en Uchuraccay,
Ayacucho, en 1983. Con el dolor y sufrimiento todavía imborrables en
su memoria, recuerdan al escritor por su incapacidad de llegar a la
verdad cuando presidió la comisión investigadora de estos luctuosos
hechos. Gilma de Retto señaló que Vargas Llosa "ocultó ex profesamente
la verdad del caso y que por eso traicionó las lágrimas de los deudos".
Además que debido a "que su conciencia no lo dejaba dormir, tuvo
que nacionalizarse español", tras enfatizar que "tan asesino
es el que mata como aquél que lo apaña", dijo. Igualmente, Alcira
viuda de Sedano señaló que el escritor le ha mentido al país y que
además usufructuó con el dolor de los deudos, utilizándolo para su
lucro personal.
Hace 17 años, un 28 de enero de 1983, el mundo se sobrecogió de espanto
al enterarse de la noticia de la cruel muerte de ocho periodistas y
de su guía en la comunidad de Uchuraccay, en las alturas de Ayacucho,
cuando cumplían misión informativa en esa inhóspita zona. Se trataba
de Jorge Sedano de La República; Eduardo de la Piniella y Pedro Sánchez,
de El Diario de Marka, Willy Retto y Jorge Luís Mendívil de El Observador,
Amador García de Oiga, Félix Gavilán y Octavio Infante, periodistas
ayacuchanos y corresponsales de "El Diario de Marka", y el
guía Juan Argumedo.
La masacre de Uchuraccay es uno de los más sangrientos episodios de
la historia del periodismo nacional, cuya verdad aún se mantiene oculta,
no obstante que en ese entonces se nombró una comisión investigadora
presidida por el escritor Mario Vargas Llosa, la que llegó a la conclusión
"absoluta" de que la masacre era el resultado de un "trágico
accidente": los periodistas y el guía fueron confundidos con senderistas
por los comuneros de Uchuraccay quienes, en un estado de pánico histérico,
les dieron muerte. ¿El responsable? Sendero Luminoso.
Volviendo al pasado
El 26 de enero de 1983, a las cinco de la mañana, los periodistas sentenciados
por el destino terminaron de tomar el café, más amargo que nunca,
de sus termos. Afuera, el taxi los esperaba. El reportero gráfico de
GENTE, Jorge Torres Serna, decidió no ir con el grupo (ver recuadro
aparte). El taxi subió hasta Tambo. De ahí, el grupo tendría que
ir a pie. El aire de las cumbres ayacuchanas era especialmente gélido.
El olor del paisaje serrano se impregnaba en las fosas nasales de los
hombres de prensa. Los corazones limeños se agitaban un tanto y subían
con dificultad por la quebrada. A 4,250 metros sobre el nivel del mar
se levantaba el pueblo de Uchuraccay. Chozas con techo de paja y cimientos
de barro. Rostros andinos tasajeados por el frío. Voces y susurros
en quechua. Temor a Sendero y a los extraños. Piedras y hachas preparadas.
De frente con la tragedia
En sus noches de filosofía alcohólica decía el recordado Raúl "Gordo"
Villarán: "Periodistas somos aquellos que moriremos sin haber
creído jamás lo que el resto de la gente vivirá
creyendo toda su vida".
Los periodistas no comen cuento. Su matrimonio de amor, una vez y para
siempre, es con la verdad. Y su más definitivo divorcio se establece
de una vez con la mentira.
En Ayacucho los periodistas hablan con la gente, averiguan, hacen comprobaciones.
El resultado: los comunicados oficiales mienten. Los sinchis ametrallan,
violan y saquean impunemente a indefensos paisanos que luego son presentados
como terribles "senderistas".
Entre bromas y proyectos, los periodistas continúan su marcha y a las
7 y 45 de esa misma mañana llegan a la localidad de Yanaorco, donde
está instalada una estación de microondas amagada hasta tres veces
por los terroristas. El taxi no va más. De ahí en adelantes habrá
que continuar la misión a pie. Suponen que la marcha durará ocho horas.
Hay diferencia entre ese tiempo y una dolorosa e insondable eternidad.
Aquí las versiones se confunden en una visión gris que parece anteceder
a la muerte, al horror y lo increíble.
Al principio, sonrisas tímidas. A paso cansino ingresaron al pueblo.
Comieron, bebieron, hablaron. Después, palos, pedradas, gritos, muerte.
Impensable. Sólo el disparador de Willy Retto con la cámara a la cadera,
disparaba y disparaba enfocando sin mirada, una a una, sus últimas
fotografías, que nunca se imaginó, darían la vuelta al mundo.
¿Por qué lo hicieron? Silencio, nadie responde. ¿Acaso parecían
guerrilleros? ¿Acaso tenían pinta de terrucos? "No, señor. No
sabíamos que eran periodistas" (todo en quechua).
Las cámaras de televisión, al día siguiente, captaron a distancia
los cuerpos pálidos, amarillentos, aún embadurnados de sangre y lodo.
Después fueron puestos en bolsas negras de polietileno. El avión los
traería de vuelta. En el funeral, las lágrimas de compañeros y jefes
anegaron los cementerios. Una tristeza infinita cubrió las redacciones.
Desde entonces nada volvería a ser igual.
La comisión
El gobierno de Belaúnde decidió nombrar una comisión investigadora
presidida por el escritor Mario Vargas Llosa e integrada por el decano
del Colegio de Periodistas del Perú, Mario Castro Arenas y el jurista
Abraham Guzmán Figueroa. También fueron parte de la comisión los
antropólogos Juan Ossio, Fernando Fuenzalida y Luis Millones; igualmente
el lingüista Rodolfo Cerrón Palomino, el sicoanalista Max Hernández
y el abogado Fernando de Trazegnies.
Las ¿investigaciones...?
En febrero, la comisión visitó Uchuraccay e interrogó a los comuneros
y familiares del guía Juan Argumedo. El informe respectivo fue entregado
en marzo de 1983, caracterizándose por incluir interpretaciones de
tres tipos: convicción absoluta, convicción relativa y convicción
dudosa. Entre las conclusiones más importantes hubo una que señaló
que el viaje de los periodistas fue bajo su propia responsabilidad y
que los principales jefes político-militares no tuvieron conocimiento
de él. Que los comuneros de Uchuraccay los habrían confundido con
un destacamento senderista que venía a escarmentarlos por los linchamientos
ocurridos en Huaychao. Que "los periodistas debieron ser atacados
de improviso, masivamente, sin que mediara diálogo previo, y por una
multitud a la que el miedo y la cólera, mezclados, enardecían y dotaban
de ferocidad infrecuente en su vida diaria y en circunstancias normales".
Que era falsa la tesis de que los periodistas hubieran llegado enarbolando
una bandera roja y lanzando epítetos en contra del gobierno. Que la
masacre fue obra de los comuneros de Uchuraccay, sin que participaran
en ella fuerzas del orden; reconociendo, sin embargo, que los comuneros
habían recibido de los "sinchis" la recomendación de defenderse
y matar a los terroristas que se acercaran a Uchuraccay.
Este informe fue duramente criticado y calificado como una maniobra
encubridora del gobierno.
El hallazgo
El 14 de mayo de 1983, en una cueva de vizcachas del cerro Huashua Ccasa
y cerca a la comunidad iquichana de Uchuraccay, accidentalmente fueron
encontrados cámaras, rollos, y documentos de algunos de los ocho periodistas
masacrados. En una de las cámaras (la perteneciente a Willy Retto)
se encontró un rollo a color "Ektachrome", del que sólo
se rescataron nueve vistas. Estas dieron un vuelco a las investigaciones
sobre el caso y hoy está aquí, bajo una nueva lupa.
Jorge Torres Serna, testimonio
Esa madrugada del 26 de enero de 1983, el experimentado reportero gráfico
de GENTE, Jorge Torres Serna, no viajó con la comitiva de los ocho
periodistas a Uchuraccay. ¿El motivo? La víspera, Torres llamó a
Julián Cortez, en ese tiempo Director de Redacción de GENTE, y le
informó que había dos comisiones por cumplir, la primera referida
a un viaje en grupo a Uchuraccay y la otra una entrevista telefónica
con un mando terrorista. Cortez, quien se encontraba junto a Enrique
Escardó V-G, director fundador de GENTE, le dijo "No me interesa
que vayas a Uchuraccay porque si vas con un montón de gente, entonces
¿cuál es la primicia?... A mí me interesan más los datos que puedas
conseguir en exclusiva con el mando terrorista".
Torres Serna insistió y su interlocutor le replicó: "¡De ninguna
manera viajas allá. Si vas, no te pago esa movilidad!". Fue suficiente.
Torres Serna, a regañadientes aceptó la orden, sin saber que le habían
salvado la vida.
Al día siguiente por la madrugada, él ayudó a sus compañeros a organizarse,
les dio consejos, les hizo bromas y los despidió con un rictus de nostalgia.
Días después, cuando se enteró de la fatal noticia, no lo podía
creer, su boca enmudeció, sus ojos se enturbiaron. Torres estaba vivo,
él se había salvado, pero... sus compañeros, sus amigos, estaban
convertidos en guiñapos humanos. El estaba vivo, pero algo en él comenzó
a morir de a pocos.
Heridas abiertas...
Hoy, 17 años después, las heridas aún se mantienen abiertas y sangrantes.
GENTE fue en busca de la madre de Willy Retto. Ella, en su casa, nos
recibió a través de las rejas de su puerta, pidió disculpas por no
dejar entrar al pasado que conmocionaba su presente y nos dijo: "Por
favor... ha pasado tanto tiempo y ahora que usted me pregunta por lo
del ayer, mi sangre se me revuelve por la furia mal contenida que se
ha ido empozando en mi vida".
Sólo queríamos preguntarle cómo quedaron las investigaciones de
la comisión que presidió Vargas Llosa...
Todo fue una farsa, el señor Vargas Llosa sabe muy bien quiénes son
los asesinos, pero no lo quiso decir nunca. Siempre ocultó la verdad.
El traicionó las lágrimas de todos los deudos, y como no podía seguir
aquí conteniendo esa vergüenza, se nacionalizó español para huir
del país.
Son palabras muy fuertes, señora...
Pero qué quiere que le diga, ¿que él nos hizo un gran favor? Cuando
todo el mundo sabe que obtuvo ganancias con los informes que propalaba
por la televisión. Ese hombre es un gran mentiroso. Nos ha hecho mucho
daño y ahora viene con que defiende los derechos humanos. ¿De qué
derechos humanos me habla, si la comisión que él presidió prácticamente
nos dice que nuestros hijos eran terroristas? El ocultó la verdad.
Por eso, tan asesino es el que mata como aquél que apaña el crimen.
Una premonición
Alcira Velásquez viuda de Sedano, hace 17 años se quedó sola al cuidado
de sus seis hijos y no se ha vuelto a casar por respeto y tributo al
amor de toda su vida. Con su taller de costura y sus grandes deseos
de lograr a sus vástagos, vaya que sí lo consiguió.
En conversación con GENTE, recuerda que ella, horas antes del desenlace
fatal, tuvo un sueño premonitorio, en donde en claras imágenes oníricas
vio que se encontraba en Ayacucho. No obstante ella no aparecía en
el sueño, observó que un grupo de personas corría desesperado por
la pampa, perseguido por militares y entre ellos estaba su Jorge. "Veo
el campo desolado y no había dónde esconderse, ellos corrían y de
pronto uno de los soldados vestido con uniforme manchado y una metralleta
dispara y al que dispara primero es a Jorge, quien se agarra el pecho
y cae tendido en el suelo".
Entonces, usted ya estaba prácticamente preparada para la
fatal noticia...
Ni crea, porque cuando me dieron la noticia el mundo se me vino abajo
y ahora que pienso, Jorge ya presagiaba algo, pues antes de irse, medio
en broma y medio en serio, me dijo: "Mira Alcira, por favor, cuando
yo muera, te ruego que te cases nuevamente, tienes derecho a tu felicidad.
Yo no me preocupo porque sé muy bien que mis hijos están en buenas
manos. Tú eres una mujer muy trabajadora y tienes muchos clientes en
el taller de costura".
¿Qué me puede decir de la comisión Vargas Llosa?
Por favor, ese señor no tiene autoridad moral para venir aquí y decir
que es un gran defensor de los derechos humanos, cuando la verdad del
caso Uchuraccay ha quedado impune por obra y gracia de él. El nos ofreció
una pensión vitalicia y una serie de beneficios que sólo fueron para
la platea. Lo único que conseguimos fueron las casas que nos donó
el ex presidente Fernando Belaúnde.
¿Y los resultados de la comisión?
Bueno, esa comisión, me parece que todo ha sido arreglo, porque ellos
habían dicho que habían encontrado unan bandera roja, pero eso no
es cierto porque ellos siempre llevan una franela roja para tapar y
limpiar sus máquinas fotográficas. La verdad la ocultó el señor
Vargas Llosa y por eso le mintió al país en forma descarada. Yo he
viajado como cinco veces a Uchuraccay y he conversado con los comuneros.
Ellos me han dicho que fueron los militares de esa época quienes asesinaron
a los periodistas. Y eso lo sabe el señor Vargas Llosa. Lo lamentable
es que las pruebas las ha limpiado la comisión Vargas Llosa, pero yo
igual lo denuncio. Por eso este señor escritor no va a venir a contarnos
un cuento como lo que hizo en el año 90, cuando se aprovechó de nuestro
dolor y a algunos de los deudos nos utilizó para su campaña política
engañándonos vilmente. Ese señor nos ha hecho mucho daño.
Epílogo
Las declaraciones de los deudos de las víctimas de Uchuraccay son contundentes
contra Mario Vargas Llosa, a quien no le pueden quitar los lauros que
como escritor ha conseguido a nivel mundial, en virtud de su fértil
pluma y febril imaginación. Sin embargo, su autoridad moral se resquebraja
totalmente cuando habla de los derechos humanos, que nunca supo defender.
Héroes del periodismo
Jorge Sedano Falcón incubaba en su verdadero yo dos pasiones, la fotografía
y el seco de gato que preparaba como ningún negro cunda lo ha hecho.
Reportero gráfico y de los buenos, descubriendo todos sus secretos
a costa de mucha calle y mucho golpe en tiempos que los agentes del
orden rompían el lomo más fiero para evitar la foto reveladora. Cuando
en las salas de redacción de La República se inició un sordo rumor
de que el jefe del comando político militar, general Clemente Noel,
había iniciado la operación de limpieza en Ayacucho, Sedano pidió
viajar. Se le enrostró que estaba muy subido de peso y además, que
Armando Campos y Ernesto Salas cubrían la información por el diario.
Pero fue inútil, Sedano insistió e insistió hasta el paroxismo y
logró el permiso.
Jorge Luis Mendívil, el inquieto bausatino de "pura cepa",
era el especialista en internacionales e inactuales en el diario "El
Observador". Tenía especial interés por el tema de El Líbano,
cuando el precio del papel subió y tuvieron que suspender la publicación
del suplemento. De improviso, fue cambiado a otra área, la de Locales,
para enfrentarse de cara con un hueso duro de roer: Ayacucho. Su compañero
de viaje era Willy Retto, quien en lugar de nacer con un pan bajo el
brazo, lo hizo con una cámara fotográfica. Acompañaba a su padre,
curtido reportero gráfico, en cada una de sus comisiones. En el aeropuerto,
parecía el papá de Jorge Luis. El verdadero padre miró con preocupación
a su hijo y le dijo a Willy: ¡cuídalo!.
José María Salcedo director del antiguo "Diario de Marka",
vacilaba y, más de una vez, le negó el permiso a Eduardo de la Piniella
para viajar a Ayacucho. El rubio, alto y gran aficionado al fútbol,
casado con Martha, lo tomabaequilu@hotmail.com deportivamente y a cada momento revoloteaba
por la Dirección con el eterno estribillo: "Ya, pues Chema, ¿cuándo?".
Hasta que llegó ese día. Pedro Sánchez, experimentado reportero gráfico,
fue encomendado por el Chema, para acompañar a de la Piniella.
Amador García, reportero gráfico de "Oiga", llegó con un
día de retraso, como tratando de burlar a la muerte. Había sido fotógrafo
ambulante que recorría playas en busca de bañistas en atrevidos bikinis,
quienes satisfacían su coquetería con una toma por la que, más tarde,
regateaban. Era tímido e introvertido.
Octavio Infante y Félix Gavilán, periodistas ayacuchanos y corresponsales
de "El Diario de Marka", quienes no vacilaron en unirse al
grupo para ir en busca de la verdad.
Tomado de la Revista GENTE. Edicion. 1325 www.genteperu.com
equilu@hotmail.com