Del país profundo: El relato de Candelario Oropeza sobre una fiesta de Curarigua

En vísperas de San Antonio, un 12 de junio, en 1986, nos encontramos en la famosa Curarigua de Leal con Antonio Crespo Torres, quien nos narra cómo trataba el gobierno a los campesinos en la indeseable época del General Juan Vicente Gómez, eso era a la fuerza nos dice, entraban a las casas y se llevaban a los que ellos quisieran, a los muchachos les cortaban los botones de las braguetas y los amarraban como a esclavos para llevarlos a los cuarteles, allí pasaban muchos años pagando el servicio militar y después no regresaban a su pueblo. Antonio nos conduce a la casa de Candelario Oropeza que es golpero, pascuero, veloriero , tamunanguero y director del grupo musical que hemos venido a conocer, nos presenta a Lucía Oviedo, la esposa, y al preguntarle cómo está, nos responde “vivir que es mucho”. Al rato llega Candelario cargado de maíz, un par de sacos repletos de mazorcas y machete en mano, viene sudando desde el lugar de la siembra a orillas del río Curarigua y sin darnos tiempo a indicarle las dos primeras preguntas empieza a hablar, después que también ha saludado a la investigadora Norma González Viloria, con quien completamos este viaje rumbo a El Tocuyo.

De entrada nos hace referencia a Rafael Domingo Camacaro el que hizo la talla del San Antonio que se venera tanto en el lugar, “lo hizo de una troza de cedro arrastrado por el río y cuando la figuró bien y pudo ver que era muy linda, cayó y se quedó muerto, de eso hace más de cien años y esa imagen de palo está en la casa de Nieves que es la responsable del Tamunangue este año…”. Candelario Oropeza se sumerge en la intensidad de los recuerdos de infancia, recobra la atmósfera de Campoalegre, el sitio donde nació en el tiempo de esa Curarigua de Leal que según él se fue formando poco a poco, un pueblo de montaña y tierras fértiles, donde había muchos trapiches y haciendas y oficios múltiples de herreros, ebanistas, plateros, curtidores de pieles, panaderos ordeñadores, talabarteros, fabricantes de adobe y gente india y gente negra y gente blanca y gente mezclada y había también una casa de palos nacidos que hizo Alvaro Real el que mataba tigres. Entre esos recuerdos Candelario Oropeza traslada los sabores y la maneras de preparar los alimentos muy distinta a la de El Tocuyo o a la de Carora, que fueron las dos ciudades madres de esta Curarigua donde las campanas de la iglesia la hicieron los mismos Curarigueños que venían de lejanos orígenes marcados por La Posesión La Capilla, más adelante Posesión La Candelaria y Posesión Curariguita, de todo un poco estuvimos hablando con este juglar e imaginero salido de la tierra larense y quien tiene las márgenes del río y los nombres de los cerros como referentes, al señalarnos los linderos este y oeste, norte y sur y los ramales que dieron nacimiento a este mundo llamado Curarigua de Leal.

Yo lo había conocido por una invitación que le hicieron a Caracas a los más destacados capitanes del tamunangue larense para que expusieran su arte, y así él vino a demostrar semejanzas y diferencias de esa práctica curarigueña junto a José María Pérez de El Tocuyo y a León Rojas de Sanare. Era el tiempo de 1980 y todavía no había muerto don Pío Alvarado, quien volvió a Caracas el mismo año para otra fiesta popular de Sabana Grande y fue motivo de nuestra primera conversación con Candelario. Aquella vez establecimos el compromiso de una próxima visita para hablar con los dos un día de San Antonio allá en Curarigua, pero se nos fue primero don Pío en 1983, y cuando volví a la Parroquia Antonio Díaz en víspera del Santo me quedé solo con Candelario y la inmensidad de sus testimonios. La primera pregunta que luego le formulamos estaba referida al milagro más grande que le ha hecho San Antonio, entonces puso en alto su instrumento musical más querido y nos respondió “El de este cinco”.

EL CINCO QUE LLEGO A MIS MANOS PORQUE SAN ANTONIO LO DISPUSO.
“… En la fiesta del santo se usan varios instrumentos musicales, los cuatros, los medios cincos y los cincos, pero este cinco que ha vuelto a ser mío, es el instrumento principal, yo se lo vendí un día domingo en la tarde a una señora que había venido de lejos y me arrepentí porque lo quería mucho , y teniéndolo en Caracas, ella sentía que le tocaban ese cinco y cuando iba a ver no había nadie tocando el cinco y al rato volvían a tocárselo y no había nadie y ella no tenía vida con ese cinco sonando solo y cuando el marido supo lo que pasaba le dijo que ella al comprar ese cinco había desarmado a un promesero de San Antonio y que debía devolverlo al lugar de donde lo trajo, así perdiera la plata, porque San Antonio no le iba a dejar vida si no devolvía ese cinco y el cinco lo recibí de nuevo junto a una carta muy bien hecha donde me explicaban todo. Este fue un instrumento que no había vuelto a ver por un tiempo y se convirtió en el cinco que llegó a mis manos porque San Antonio lo dispuso. Es un cinco de los más viejos que hizo Monterola en El Tocuyo y a él se lo había comprado un mayor llamado Pánfilo Maldonado y ese señor Pánfilo me lo entregó a mí, por eso digo que este cinco tiene más de cien años y Monterola, el que lo hizo, era un hombre que sometía a prueba lo que fabricaba, hizo fama, porque delante del comprador vaciaba vasos de agua por la boca del instrumento y lo dejaba un rato con ese líquido adentro para convencerlo de que no traspasaba las maderas y no se dañaba bajo la lluvia. Así es este cinco que San Antonio me mandó por promesa...”

EL NEGRO ANTONIO Y LOS INDIOS MOROS.
“…Aquí a San Antonio se le dice el patrón San Antonio, pero también se le nombra como el Negro Antonio y a los que bailan se les dice la negra y el negro, es por cariño que llaman al santo el Negro Antonio, y cuando se le hacía un baile, tiempo atrás no se hablaba de tamunangue, uno le decía al otro, –Fulano, no querés que vamos a los negros de San Antonio que lo están cantando-

Ahora la palabra tamunangue es una moda nueva como otras, y hay mucho que conocer detrás de esas palabras, fíjese que la Bella tiene una palabra que no es, y por bonitiarla dicen: a la bella bella, a la bella va, pero no es bella va, porque San Antonio se la cantó a los indios moros y era “bella anjuá” que es una palabra india, “bella anjuá”. Yo digo que San Antonio como fue padre buscó la riqueza de la gente en las montañas de por aquí, donde estaban los indios moros. El jaló un tamborcito y se fue por el medio de la montaña tocándoles la batalla, entonces los indiecitos más pequeños jugaban con él y salían en carrera y le preguntaba a los viejos -¿No oyen ustedes una música tan bonita que viene del medio de la montaña? - . Entonces les decían, ¡es un señor con un tamborcito y con un vestido de mujer que le cae en los jarretes y que va tocando un tamborcito!, y así se vinieron todos los indios viejos a verlo, y como San Antonio les tenía miedo buscó un palo con una horqueta y se encaramó y seguía dándole al tamborcito y les cantaba el golpe de la “bella anjuá” y todos los ritmos que conocía y después los indios hicieron que se bajara del palo y cogieron con él para el templo, de modo que él se hizo rico de gente y en el templo los convirtió en cristianos después de bajar de la montaña. Los negros de San Antonio vinieron a Venezuela por manos de los indios moros, pero da la casualidad que los tocuyanos quedaron en la buena, porque en ese entonces solo había camino de gente y los indios moros venían para acá para Curarigua y en vez de coger a la derecha para Curarigua cogieron a la izquierda para Boró, por eso es que los tocuyanos dicen que los negros de San Antonio son de ellos porque llegaron primero a Boró, pero los boreños se metían y decían que los negros eran de ellos, así se fue haciendo la historia y nos acostumbramos a decirle al santo el Negro Antonio, porque también es de ellos, de los negros, pero San Antonio hoy día es de todos nosotros..”

DEL ROMPIMIENTO AL GALERON.
“…Yo soy el director del conjunto de este San Antonio y un día como hoy 12 de junio en la noche se le canta el Rompimiento y mañana 13 en la noche es la quema del árbol donde queda la estampa de San Antonio entre los fuegos artificiales, pero el 13 durante el día se le hacen sus cantos y sus bailes. Primero se le canta la Salve, después se toca la Batalla y después se le cantan los Gozos. El primer son es el golpe de la Bella, después viene el golpe del Yiyivamos, después sigue la Juruminga no más, después el Poco a poco, después la Guabina y se termina con el Corrío y si hay quien lo pida se le canta Galerón. Esas son las partes y es lo que lo hace diferente al de otros lugares. Hay tres golpes muy parecidos, la Bella, el Yiyivamos y la Juruminga, ahora muy distinto es el Poco a poco por la música y por las parejas de baile que van más contenidas, en cambio en la Guabina se hacen los caballitos y los calambres. En el baile hay también otra parte muy llamativa que es el Seis que tiene diez o doce figuras cuando se baila Figureao, tres mujeres y tres hombres, y cuando no es Figureao pueden bailar todas las parejas que quieran, en cambio el Galerón es de una sola pareja. Así es todo pues, y aquí en Curarigua primero que yo empezaron Bernabé Yépez y Heriberto Torrealba y desde el año 1945 me ha tocado a mí echar adelante esta música en honor al Negro Antonio…”

Tamunangue en Curarigua. 1957
Credito: Luis Felipe Ramón y Rivera




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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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