Murió Stefania Mosca

¿Qué puede uno decir, opinar, o gritar cuando la inevitable muerte se lleva a quienes admiramos? Leer los obituarios en la prensa, donde el verbo del pueblo se expresa diciendo cosas ….”No moriste; te fuiste primero para esperarnos allá”…”Te amaremos por siempre porque tu fuiste lo mejor que pudo pasarnos”, sólo nos demuestra que hasta el más duro corazón de acero se ablanda cuando el soplete con su hilote de fuego lo penetra. La muerte de todos los seres vivos tenía que ser algo que no se viera; algo invisible, por ejemplo acostarse y no amanecer.

Por que cuando alguien a quien uno ama desde la grafía de sus libros, muere uno siente que retorna a la verdadera naturaleza, con lágrimas, terribles dolores interminables miedos, angustia, rabia y blasfemia. Un día murió Rómulo Gallegos y no pudimos evitar ser un Santos Luzardo abandonado debajo de un inmenso árbol, mientras el viento se llevaba las lagunas que caían de nuestros ojos, haciéndolas chocar contra el mustio follaje de las andanzas interminables. Sobre el horizonte llanero la pátina de rojo angustia, cercenaba los aullidos de un lobo estepario clamando por su Herman Hess de la infancia…

Uno trastabilla sobre los libros y las letras obstaculizan nuestros pasos; existe una gran confusión que hace aparecer temblores en grotescas escalas que nos sumergen en sus hendiduras de tierra, tragándonos en un mar de vinos esplendorosos, donde Omar Khayyan nos aclara que…”Uno no sabe si el gallo con su agudo sonido se lamenta, canta o llora”

No existe nada más terrible que la muerte de un cantante, de un poeta, de un escritor, de un músico, de un pintor, de un fabulista. Imaginarse a Esopo llevándoles a los niños de aldea en aldea sus fabulosas narraciones, es algo inaudito. O no poder evitar mirarle el rostro invisible a ver si logramos penetrar sus ideas a Hans Christan Andersen a través de sus infantes creaciones, nos enorgullece. Todo es lágrimas, llanto, incomprensiones. ¡Ay Dios, qué hermoso es hacerlo por quien nos ha alimentado verticalmente el espíritu!

Hoy miércoles estaba leyendo el libro de Eduardo Liendo “Las kuitas (así con k) del hombre mosca” cuando escuché a través de la radio que había fallecido la escritora STEFANIA MOSCA. Y entonces fui corriendo hasta una de las páginas de ÚN donde el domingo ella escribió su último artículo y ¿por qué voy a negarlo? Vi su foto en blanco y negro. Stefania mostraba sus ojos apabullados por una tristeza casi infantil, como que si pidiera algo que no existía. La besé, le dediqué un monólogo paternal, la apreté contra mi tórax… ¡Dios, ella me hizo tan feliz con sus escritos! ¿Por qué? Así somos los que desde el pueblo, encontramos en los escritores, en los músicos, en los poetas, en los pintores, en los cantantes, en los artistas, el descanso infinito a todos nuestros inevitables dolores… ¡Adiós Stefania!

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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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