De Gramsci a Don Gato y su Pandilla

EL CÍRCULO VICIOSO DE LA TRAICIÓN

Sin historia no hay política  es una de las enseñanzas que toma Gramsci de Maquiavelo. Una de las razones por las cuales atravesamos por esta ignominiosa crisis es el desconocimiento de la historia. De la Historia con H mayúscula, no de la anécdota, o del ensalzamiento del caudillo con el cual pretendemos ocultar nuestras falencias. Hoy los ideales de Chávez están derrotados, vive una traición.

La derrota, así vista, permite asumir una verdad material del orden contemporáneo: la fortaleza de la ideología se confirma con la historia de los sujetos políticos. Mejor aún: sin el co­nocimiento de la historia no podemos conocer cuál es la ideología que se ajusta a las situaciones coyunturales. Gramsci, por supuesto, está abocado a un pensamiento estratégico: unir política e historia en la creación política subalterna. (Herrera, 2016:10)

Entender la claudicación al capital que ha hecho Don Gato y su pandilla contradiciendo y traicionando lo que Chávez le orientó en cuanto a "Comuna o Nada", es entender el proceso histórico venezolano. La claudicación de los intereses colectivos por encima de los individuales ha estado siempre en la historia venezolana. Con la traición y defenestración de Bolívar se inicia este ciclo vicioso. Santander obnubilado, seducido, por la oligarquía bogotana se creyó que por teorizar sobre lo divino y lo profano estaba por encima de la praxis que ejecutaba El Libertador, pero se equivocó; esa equivocación, la sigue pagando caro Colombia hoy. Luego vino Páez y seducido por la oligarquía valenciana pensó que por su heroísmo probado en mil batallas podía estar por encima de la formación de El Hombre de las Dificultades; pero se equivocó, y esa equivocación la seguimos pagando los venezolanos hoy. Ninguno de los dos pudo hacer síntesis, ni Santander ni Páez; el Libertador si lo logró. Aquí se configura la primera traición a la patria grande. Bajo la sombra tejía sus hilos el Gran Coloso del Norte desde su saboteo al Congreso Anfictiónico de Panamá, o de su hipócrita posición de país neutral en nuestra independencia. Neutralidad que puso al desnudo El Genio de América cuando les apresó dos embarcaciones en el Orinoco que llevaban armas a los realistas. Con la muerte de Bolívar quedan rotas todas las posibilidades de la unidad de Nuestra América y con ello la fuerza para contener la expansión del naciente imperialismo norteamericano.

La seguidilla de traiciones de los caudillos militares en el siglo XIX después de la desaparición física de Simón Bolívar solo es interrumpida brevemente por el surgimiento en la escena de Ezequiel Zamora: "patria y hombres libres", "horror a la oligarquía" tronó como un rayo de esperanza a lo ancho y largo de la patria hasta que una bala traidora sepulta de nuevo los ideales de libertad. Ese ciclo vicioso se eleva a principios del siglo XX cuando Cipriano Castro es traicionado por Juan Vicente Gómez. De nuevo detrás de la traición la mano peluda del imperialismo yanqui queda al descubierto. Se abren la puerta a la penetración sin ninguna restricción al gran capital norteamericano. La grosera ostentación de la riqueza por parte del dictador y su familia contrasta con la famélica presencia de sus reos en la Rotunda.

La muerte del dictador supuso una transición aparentemente pacífica. Mientras, dentro de las masas, el germen de rebeldía prendido por la denominada generación del 28, forjada en la fragua de las luchas estudiantiles, calienta el ambiente político venezolano. La falta de unidad y claridad en los objetivos produce de nuevo la traición. Así llegamos de nuevo a mediados del siglo XX y a la huida del otro dictador Marcos Pérez Jiménez, cuando se había logrado la unidad en la clandestinidad de todas las fuerzas revolucionarias, desde el norte nuevamente nos mandan el traidor y quiebra esa unidad imponiendo el Pacto de Punto Fijo.

Llegando a las puertas del siglo XXI, a finales del siglo XX aparece de nuevo, al fragor de las protestas espontáneas, en la escena el líder carismático que da al traste a la traición de 1958, Hugo Chávez. Se elevan de nuevo las esperanzas de los desposeídos porque sienten que ahora les ha llegado su turno, pero el enemigo no duerme, conspira a lo externo y a lo interno. Se suceden varios intentos por derrocar la esperanza pero no lo logran, una y otra vez los conspiradores son derrotados por las masas y el líder; lamentablemente una y otra vez son perdonados por la nobleza e ingenuidad política, hasta que la traición se hace presente. De nuevo los que nuca brillaron con luz propia secuestran la luz del verdadero Sol, pero no para iluminar al pueblo sino para tratar de enceguecerlo y encubrir su traición. Hoy en el siglo XXI de nuevo la traición campea por la política venezolana. Paso a paso la traición en la evolución histórica de Venezuela muta en su forma, más no en su contenido, se hace más sofisticada para conspirar contra los intereses de los más desposeídos.

Esa traición de Don Gato y su Pandilla tal como la mona se quiere vestir de seda, pero igual mona se queda. La nueva traición no es la misma de la del siglo XIX, ni la del XX, tiene algunos rasgos pero se presenta más remozada. Es una traición gato pardina. Con un discurso belicoso hacia el exterior. De los micrófonos para afuera se declara antiimperialista, en el lobby interno es sumisa a los intereses de las transnacionales. Con un discurso de Paz hacia el interior persigue a los revolucionarios, mantiene en condiciones infrahumana en cárceles que nada tiene que envidiarle a la Rotunda a los verdaderos líderes del chavismo; por otro lado, indulta, coadyuva a escapar, premia a los que atacan a los ideales de Chávez. Don Gato con su asesor Demóstenes a la cabeza le quiere hacer vender una imagen de mártir al pueblo venezolano, cuando en realidad es su verdugo.

COMO GRAMSCI DEBEMOS APRENDER DE LA DERROTA

El mejor homenaje que le podemos tributar a Gramsci los venezolanos es aprender de esta derrota, de esta traición de Don Gato y su pandilla. En efecto, el pensador italiano desde su filosofía de la praxis intenta comprender para transformar la realidad italiana desde su propia realidad. El ascenso hegemónico del fascismo por los años veinte del siglo pasado significó la derrota de los grupos subalternos y Gramsci es el mayor representante de las clases explotados como un intelectual orgánico como él mismo lo definió.

La falta de un verdadero partido revolucionario que dirija el proceso revolucionario hace que el ideal Chavista sea vaciado de contenido por esta banda. Sólo quedan las frases aisladas, las consignas descontextualizadas y los atajos de la traición. No puede existir un partido revolucionario que pretenda construir un tipo de sociedad nueva, distinta al capitalismo si niega la existencia de la lucha de clases y se amanceba con la burguesía "revolucionaria". Aquí está el núcleo central de la desviación de la actual dirigencia del PSUV. Se han dejado seducir por los cantos de sirenas de un capitalismo humanizado, una especia rara, un ornitorrinco económico-político-militar-policial. Por eso su reivindicación de una supuesta burguesía "revolucionaria" cívico-militar, más de lo último que de lo primero. Es una soberana aberración, un anacronismo histórico, hablar de burguesía revolucionaria en pleno siglo XXI. La burguesía dejó de ser revolucionaria hace ya más de quinientos años. Eso lo sé yo desde segundo año de bachillerato cuando estudié Historia Universal en Liceo Alberto Arvelo Torrealba en Barinas.

La falta de unidad de las fuerzas revolucionarias, producto de sus mismas peleas intestinas que ya son más que endémicas dentro de la izquierda venezolana hace imposible una confrontación de posiciones contra Don Gato y su pandilla. Lo que procede en este momento es una confrontación de movimientos que permita acumular fuerzas. Siguiendo las orientaciones de Gramsci el proletariado no puede conquistar el poder sino logra por una parte sumar los más avanzado de lo intelectualidad tradicional y por el otro producir sus propios intelectuales orgánicos al fragor de la praxis. Este concepto amplio de la intelectualidad viene de la mano con la concepción del partido político. El partido político, entendido como la negación de un feje que sólo manda y al que hay que obedecerle ciegamente; aplaudirle como foca de circo, entrenada para complacer al verdugo que la tiene secuestrada haciendo payasadas para él. Así se presenta la otra desviación, la otra cara de la traición cuando se dice: LO QUE DIGA NICOLÁS. Sobre esa miopía política descansa la pretensión de superar las contradicciones que genera el sistema capitalista a través de una alianza estratégica con la burguesía "revolucionaria" cívico militar. El partido revolucionario al contrario como está siendo manejado el PSUV, es un intelectual colectivo que se opone a cualquier rasgo de autoritarismo.

LA CONSTRUCCIÓN DEL BLOQUE HISTÓRICO

Es por ello que se hace perentorio la conformación de ese vigoroso Bloque Histórico que nazca de la alianza de las clases subalternas y la unidad de los intelectuales tradicionales ganados para la lucha en perfecta armonía del surgimiento de los intelectuales orgánicos que ya se van gestando desde la filosofía de la praxis. Aquí se presenta otra trampa de Don Gato y su pandilla. Aplicando la formula Betancurista, purgó al PSUV de los cuadros que venían trabajando con Chávez y que con errores y aciertos se mantuvieron leales a los ideales del líder. Luego comenzaron los falsos positivos, las expulsiones, los destierros, los autoexilios, los silencios cómplices. Prosiguió la compra de los tarifados de siempre comprados con espejitos rotos y con esta perversa política lograron fracturar a varios partidos de la izquierda, sólo quedó el PCV que sigue deshojando la hojita en un to be or no be, que lamentablemente lo va a hacer volver a pelar el pedal de la historia.

Simultáneamente, desde el punto de vista institucional, se violentaban todos los mecanismos jurídicos creados por el propio Chávez, los Consejos Comunales cuyas directivas no son afectas al PSUV se desconocen y no se les bajaban los recursos. Luego con otras triquiñuelas entre ellas los CLAP se pretende ejercer un control social por la vía más perversa, por el estómago. A la sombra de todas esas triquiñuelas estaba la burguesía "revolucionaria" cívico-militar apoyada por una eficiente estructura coercitiva que intimida por su brutalidad en el ejercicio de la fuerza. Siguió a esto luego de consolidada la alianza con la burguesía "revolucionaria", para maquillarse, una nueva puesta en escena, un Congreso del Poder Popular que por supuesto no pudo generar otra cosa que LO QUE DIGA NICOLÁS. Mención aparte hay que señalar las precarias condiciones en las que se encuentran los trabajadores. La traición de la mal llamada Central Bolivariana de Trabajadores tiene una escena grotesca ante la robustas fotografía que se saca el adeco Wills Rangel compadre de Carlos Ortega hasta 1998 y ahora firmemente creyente del carácter revolucionario de la pandilla y la situación famélica de los trabajadores.

Construir ese Bloque Histórico a lo que nos llama Gramsci debe pasar por tener una visión más holística de la política que nos permita redefinir la comprensión del Estado desde otra óptica. No se trata de una direccionalidad de las élites, se trata de la conducción de un sujeto histórico colectivo organizado y consciente surgido desde las bases de los grupos y clases subalternas. Esa nueva esfera de la realidad la denomina Gramnsci como sociedad civil para contraponerla a lo que define como sociedad política.

La relación dirigentes-dirigidos atraviesa toda esta nueva realidad a tal punto que el Estado ya no se comprende si no toma en cuenta los acontecimientos dentro de la sociedad civil, mientras que esta misma no puede entenderse si no se la considera como carne del Estado. Es la noción ampliada del Estado que da razón del hecho de que las prácticas estatales en Occidente están enraizadas y vinculadas profundamente con esta nueva esfera de la sociedad civil, con sus periódicos, revistas, partidos políticos, sindicatos, disórganos, etc. Con Gramsci, esta realidad no es más que un campo de lucha, el mundo del homo politicus, pues los sujetos sociales superan su individualización impuesta por el proceso de socialización capitalista, en dirección a proyectos y acciones comunes con el fin de otorgar a sus intereses un significado y una trascendencia para el conjunto de la sociedad. (Rodríguez y Mora, 206:9)

Así vemos como el Estado ya no se puede seguir concibiéndose como un conjunto de aparatos; sino antes por el contrario, es la encarnación de un conjunto de actividades que ejercen las clases dirigente en cuanta clase dominante. No es que el Estado se eleva por encima de la sociedad como un éter. El Estado viene configurado por un conjunto de acciones ejercidas por determinadas categorías sociales, por determinados grupos sociales. El Estado no solamente se reduce al ejercicio práctico del poder a través de acciones burocráticas administrativas, judiciales, coercitivas. El concepto ampliado de Estado que tiene Gramsci concibe lo concibe también como la elaboración y producción de ideología, información, recreación y conocimiento. De manera que el Estado no se va a limitar a la conservación sino que va más allá, fabrica, predispone, modela formas de comportamiento, formas de sentir de actuar que le impone a toda la sociedad haciendo que las clases explotadas manifiesten los mismos compartimientos que las explotadoras. El Estado no se puede ver, siguiendo a Gramsci, como el ejercicio por parte de los aparatos de la dominación y la coerción. El Estado supone del mismo modo, la dirección y construcción del consenso a través de acciones para tornar homogéneas a las masas; el Estado busca la integración de las clases subalternas. No quiero decir con esto que dicha integración en algún momento pueda permitir que los dirigidos se conviertan en dirigentes. Lo que busca la integración es que las clases subalternas se integren a las acciones tendientes a consolidar los intereses de las clases dirigentes haciéndoles creer que son los mismos.

HEGEMONÍA Y CONTRAHEGEMONÍA

Partamos de una premisa: La hegemonía no es otra cosa que el forcejeo por los significados y el sentido común de una época. Es por ello que se hace necesario comprender la cultura capitalista para poder preparar la resistencia que de paso a la contrahegemonía que nos permita cambiar esta realidad existente. Tal cual como lo dejó claro el judío alemán no se trata de interpretar la sociedad de lo que se trata es de transformarla. Ya lo hemos advertido en los párrafos anteriores, la hegemonía no sólo se presenta en el plano económico, en el ejercicio de la política; sino que, abarca también otros planos como la moral, la información, el conocimiento, entre otros. De allí que para hablar de una verdadera revolución debe estar presente una revolución moral y cultural de la sociedad. Con las mismas ansias consumistas, con el individualismo no se construye revolución. De allí que, contra esa hegemonía capitalista abarcante de todos los intersticios por donde surca la sociedad; para avanzar, hacia una nuevo tipo de sociedad, se hace necesario una fuerza colectiva contrahegemónica que contraponga otro modo de pensar, que formule otras orientaciones teóricas, otras maneras de conocer y de actuar.

Esa visión ampliada del Estado que plantea Gramsci supone del mismo modo un cambio de estrategia en la acción.

Con Gramsci, cualquier proyecto político popular que aspire a la transformación social debe plantearse contra y desde el Estado. Considerando que el Estado es parte central del sistema capitalista; es relación social de dominación; es fundamental para la reproducción y acumulación del capital, garantizando y racionalizando el proceso de acumulación; es aquel que regula las prácticas de industriales y empresarios y asegura la reproducción de la fuerza de trabajo, resulta pertinente preguntarse ¿Podemos transformar la sociedad capitalista sin transformar al Estado? ¿Podemos derrotar a la clase dominante sin disputarle o anular al Estado como herramienta política? Sin duda, lo estatal tiene una relevancia estratégica para cualquier proceso que pretenda la emancipación social. (Pizarro y Cabaluz, 2011:6)

De manera que la estrategia contrahegemónica no se puede concebir dejando de lado el problema del Estado. No significa con ello que el núcleo de atención de las luchas populares se centre en el mero control de los aparatos del Estado. La lucha contrahegemónica se traduce como una lucha desde abajo, que permita romper con la enajenación de las clases subalternas respecto a la lucha de clases. Esto se logra preconfigurando, construyendo, edificando nuevas relaciones constitutivas de la nueva sociedad que se pretende construir. Paralelo a esto debe hacerse un trabajo desde las entrañas de los aparatos del Estado para lograr defender las conquistas legítimas de los trabajadores, conquistadas a sangre y fuego y no a través de dádivas y traiciones coma los de la actual Central Bolivariana de trabajadores que tiene el tupé de mandar a votar este seis de diciembre por su propio verdugo y traidor el adeco Wills Rangel.

Es preciso seguir avanzando en construir un tejido nacional que articule su accionar que elabore teoría política desde la filosofía de la praxis a la que nos llama Gramsci. Se hace necesario la construcción de esa vigorosos Bloque Histórico donde concurran todas las instancias de organización popular, todos los partidos revolucionarios, todos los intelectuales tradicionales ganados para la causa, todos los intelectuales orgánicos nacidos desde la filosofía de la praxis para seguir allanando el camino para la construcción de una nueva sociedad.

REFERENCIAS:

  • Antonio Gramsci y el pensamiento de ruptura: Miguel Ángel Herrea
  • Antonio Gramsci subjetividades y saberes sociales Rodríguez y Mora
  • Dialéctica de la hegemonía: Paula Rossana Ojeda Pizarro y Jorge Fabián Cabaluz Ducasse


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Isidro Camacho

Isidro Osvalinoc Camacho Manzano Docente Universitario, Profesor a dedicación exclusiva UNELLEZ-VPDS Barinas.

 osvalinoc@gmail.com

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