Teorema de la telaraña, ¿qué será de su vida venezolana?[1] Los ajustes salariales deben ser aplicados con la mayor brevedad.

Dedicado a este teorema, mil y una versiones, mil y una críticas, reformas y reformitas, particularmente de asombrosas aplicaciones de Matemática “de punta”; es la herencia de los Descartes, Newton  y los Cauchy, Riemann y Weierstrass y demás intermediarios. Todo un interminable paquete de elucubraciones académicas que hasta Nobeles han merecido[2].

 

Ese teorema, en dos platos listos para comerlos, está  referido  a la formación de los precios comerciales, no a los precios con arreglo al valor[3], a los precios sociales, sino a sus desviaciones especulativas y coyunturales de la oferta a la demanda, muy ajustadas al rezago inercial, a veces, e inducidas con mayor frecuencia,  desviaciones obviamente causadas por el interés  lucrativo de la empresa burguesa.

 

 Esas críticas telarañosas las dedican a la formación de los precios de mercado que se hallan “naturalmente” en constante movimiento porque el capital que produce las mercancías empreñadas de plusvalía no se aquieta jamás.

 

En el caso actual venezolano,  hasta en

el más sencillo de todos aquellos donde   podría aplicarse, este teorema  resultaría absolutamente inoficioso.

 

Esto lo decimos porque en Venezuela se está dando el singularísimo  caso de una oferta trancada y atornillada por el sector capitalista, y enfrentada a una demanda que diariamente crece en condiciones de  clientela con solvencia no menos creciente,  y mire usted que lo hace con una clientela efectiva  y otra sólo potencialmente transitoria  que están descubriendo todos los días nuevas mercancías porque jamás en su vida estos novísimos demandantes pudieron hacerlas suyas, impedidos como se hallaban  de llegar a una tienda y decir: “píqueme de aquí”, véndame tantos kg de esto o metros o litros de esto o aquello.

 

Como sábese, los precios son resultado del desbalanceado choque entre demandantes y oferentes. En la empresa capitalista no se produce para todos los niveles de ingresos, sino según un programa de baja   oferta para precios bajos, y para p. altos, mientras haya demanda y también p. altos crecientes cuando esta suba.  

 

Ocurre que mientras cada vendedor tiene como clientela potencial a todos los demandantes del mundo[4], estos sólo tienen como vendedores al más cercano especulador que le venda más por menos con igual calidad, cosa que ya por sí resulta una fantasía propia de los pobres, eufemismo de proletarios, y este como peyorativo de asalariados.

 

A esa desventaja de parte del “consumidor”[5] debe sumarse que la demanda depende de sus salarios y del precio de las mercancías apetecidas, mientras que la oferta sólo depende de los precios del mercado: si estos no garantizan buenas ganancias, la oferta desaparece, y si sube la demanda suben los precios de inmediato, sobreviene el acaparamiento y el ajuste de la oferta espera plácidamente.

 

En materia de demanda, no basta cobrar determinado salario cuando los precios sigan moviéndose hacia arriba y crezca la llamada plusvalía relativa[6]. Ya la necesidad de una mercancía cualquiera pone en desventaja a su demandante, frente a un pacienzudo especulador a quien que se le va su vida esperando al primer “venado”[7] que visite su tienda.

 

Recomendaciones: Los ajustes salariales correspondientes a las variaciones de los precios de equilibrio teorizados que nos ocupan deben ser programados para que se realicen tan pronto los trabajadores hayan calculado el cuánto de incremento de los precios de la cesta básica durante,  digamos, 2 o 3 meses, y con cargos retroactivos de por lo menos 50% del tiempo de subas de precios correspondientes a ese bimestre o trimestre. Si los salarios no se ajustan, el fabricante y sus distribuidores están robando a sus trabajadores porque les pagan el mismo salario mientras la tasa de plusvalía les ha crecido debido a que sus mercancías ahora les reportan más ingresos con el mismo costo salarial.

 

 El caso es que mientras los fabricantes y comerciantes ajustan su curva de oferta tan pronto suba la demanda-según el teorema de esta entrega-, los trabajadores o “consumidores”  deben esperar largos períodos de tiempo para que sus salarios sean ajustados, y mientras llegan esos nuevos salarios ya la empresa habrá reajustado a mediano o largo plazo su nueva oferta con sus nuevos precios alzados, todo lo cual va acumulando alzas inevitables de precios y por supuesto nuevos ajustes salariales no menos inevitables.

 

Por esa razón los ajustes salariales deben ser casi automáticos, y para tales  efectos las empresas ya deben ir tomando sus medidas a tiempo. Hasta ahora, sólo han planeado su oferta unilateralmente a su favor y los precios los suben con la más absoluta ignorancia de sus estructuras de costos. En cuanto a salarios, los ajustan sólo petición enérgica de parte interesada[8].

 

Los gobiernos y sindicalistas corruptos de la 4ta. República permitieron ajustes de la oferta (de precios hacia arriba) a corto plazo, jamás hubo ajustes de la oferta a  mediano ni a largo plazos, salvo rarísimas  excepciones porque la demanda de otrora estuvo estrangulada a la par con su oferta no menos estrangulada.

 

09/04/2015 08:00:26 a.m.


[1] Otro añadido al PRIMER SUPLEMENTO DE PRAXIS DE EL CAPITAL, de Manuel C. Martínez M.

[2] Hablamos del Nobelado Paul Samuelson.

[3] Paradójicamente, los precios que se dan ajustados al valor-trabajo son, precisamente, los negados precios de producción que muchos economistas, Nobelado incluido, han negado y hasta considerado  como precios magicorrealistas.

[4] De allí la publicidad buscadora de más y más clientes en lo local, regional, nacional y extranacional. Todo crecimiento de capital supone crecimiento de clientela.

[5] Hemos encomillado esta palabra de uso popular porque literalmente encierra una expresión peyorativa en sí misma. Quien dice consumidor dice destructor o algo parecido, mientras que quien dice productor lo dice como eufemismo de constructor o algo parecido. El mal llamado consumidor es productor de fuerza de trabajo, ¡una pendejá!

[6] Esta tasa crece sencillamente porque ahora, con precios en alza, la producción del trabajador, para condiciones internas fijas, vale más en el mercado, como si su productividad hubiera subido, y si su tasa era de, digamos, = 100%, esta pasaría a más de 100%.  , mientras que ese explotador beneficiario sigue pagando el mismo salario.

[7] En Venezuela, venado  = pendejo, cacho, bolsa, “won”.

[8] Jamás se ha conocido un caso de incrementos salariales tomados unilateralmente por algún empresario, salvo el hipotético caso de Henry Ford, quien supuestamente llegó a duplicar los sueldos de sus trabajadores para medir sus efectos en la productividad.



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Manuel C. Martínez


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