El optimismo que ronda en la agricultura nacional… ¿tiene base confiable?

Atención revolucionarios: El optimismo y el pesimismo nacen en el mismo lugar y se bifurcan, en esperanza y desesperanza. La energía que se invierte siendo optimista es menor a la que genera el pesimismo que nos atrapa como azulejo en jaula. La diferencia entre estas dos visiones de futuro sobre los temas complejos de la política nacional genera posiciones a veces incomprensibles; y para una parte de la población un pesimista es típicamente un frustrado, un oposicionista a ultranza que no tiene esperanza y tampoco la genera. Por la otra parte, el optimista es un idólatra de sus líderes, un madurista que no tiene vida propia y cree todo lo que le dicen, no razona es una especie de zombi. Realmente ninguna de las posiciones extremas es aceptable, en cada ser habita un optimista y un pesimista, los extremos son casos patológicos para la sicología y la psiquiatría, o para el cine. No olviden la vida es bella.

En ese marco optimista he pasado mucho tiempo de mi vida mirando hacia la agricultura, y estudié agronomía porque estaba convencido que en la agricultura estaba el gran futuro de mi Patria, nada ha hecho que abandone esa esperanza y menos ahora que la discusión política y el sustento de la revolución dependerá de cuan eficiente somos para producir alimentos. Cuando las distorsiones son evidentes, cuando la producción nacional apenas alcanza para satisfacer el 55% de las necesidades energéticas del organismo, los revolucionarios debemos dejarnos de pendejadas y hablar con propiedad y duro, si es posible, para que escuchen que por nada en el mundo estamos dispuestos a aceptar un fracaso o un triunfo mediocre en la agricultura.

Es cierto, la agricultura que tenemos actualmente es deficitaria; sin embargo, cuando comparamos las cifras de producción en el último año de los gobiernos de la Cuarta República, podemos ver como hemos podido aumentar la producción y no solamente eso, los rendimientos en cultivos claves también han sido mejorados, y no es extraño que grupos de agricultores dedicados con pasión a la agricultura estén a muy corta distancia de lo que permiten los referenciales tecnológicos desarrollados en el país. Claro, me dirán los pesimistas de la oposición, la brecha de los campesinos está cerca del 60 % de lo posible. E inmediatamente nace como agua de manantial el argumento (no la defensa a ultranza) que es allí donde la revolución va a poner sus mejores intenciones. En efecto la agricultura familiar campesina y comunal campesina son el gran reto de la revolución, tratar de remontar el orgullo que fue de estas agriculturas es un tema difícil, por cuanto el desmontaje de los últimos setenta y más años, arrasó con toda una cultura de la diversificación productiva y dejó como secuela un deuda social muy grande.

Esa deuda social se puede abordar dese tres aristas fundamentales: 1/ la legislación, las políticas agrarias y el desmontaje del latifundio para mejorar el patrón de distribución y uso de la tierra; 2/ los soportes para la producción vistos desde la regularización y mejora de las condiciones de hábitat; el sustento financiero a la producción, el sustento científico-tecnológico(referenciales e insumos)en armonía con los saberes populares y ancestrales, y otros sin los cuales sería posible revalorizar la agricultura campesina; y 3/ los procesos propiamente productivos. Si estos tres elementos que son parte del discurso del Comandante Eterno se armonizan, no hay razón para ser pesimistas.

Claro, también debemos reconocer que el Plan de Siembra que se adelanta desde el Ministerio del Poder Popular de Agricultura y Tierras, está hecho para sustentar una sola de estas aristas, para impulsar la producción nacional en 17 %; pero, obviando a simple vista la visión holística de la planificación. No es difícil impulsar la producción más allá del 17 % en base a cultivos de ciclo corto, así lo hemos dicho en artículos precedentes; la parte gratificante es que suba la producción y permita que siga creciendo, porque si los factores restrictivos de precio, insumos, almacenamiento, fugas, trampas, y fallas en lo que hemos llamado sustento real de la agricultura ocurre, vendrá una contracción indeseable. Y para la muestra, un botón es suficiente. El famoso milagro agrícola del profesor Felipe Gómez Álvarez (qepd), fracasó porque se sustentó solamente en su presencia como ministro en el gobierno de Lusinchi.

De manera que el plan debe hacer evidente una lista de leyes necesarias, entre otras una ley especial para el desarrollo agrícola en la Faja Petrolífera del Orinoco; un plan de fortalecimiento con dotación real de tierras para la agricultura comunal esperado en este momento por no menos de 400 comunas con perfil agrícola diversificado; y hay que pensar de donde van a salir los bolívares (ojo no dólares) para sustentar la inversión en agrosoportes para la producción, incluido los conocimientos y las tecnologías de origen nacional.

Y el optimismo debe hacerse evidente, hay que colocar el discurso de lo posible en un gran foro nacional permanente, no un agitar de banderas y aplausos, sí una gran discusión sobre la agricultura como herramienta coadyuvante de los logros de la revolución socialista. Que todos y todas nos apropiemos del discurso agrícola.

Si este Plan de Siembra, falla o se desvirtúa, existirán los mecanismos para hacer los correctivos, pero no habrá frustraciones para seguir adelante. Eso se lo dejamos a los pesimistas. Aunque, como en aquella comiquita antigua del otro yo del Dr. Merengue, esa parte pesimista oculta nos martillará la cabeza: O producimos o nos jodemos.



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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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