¿Cómo consumar (o evitar) un suicidio ecológico global?

Un estudio científico reveló hace poco que expertos prevén que las dimensiones del desastre ecológico de Nueva Orleáns son tales que habrá que esperar al menos una década para que el ambiente se recupere de las toneladas de químicos que brotaron de la ciudad y que hoy contaminan al Golfo de México.

Un funcionario de la Agencia de protección del Ambiente de EEUU confesó recientemente al Washington Post que: “No hay suficiente dinero en el Producto Nacional Bruto de EEUU para remover toda la masa de material peligroso disperso en esta área.”

Pocas semanas antes de ocurrir el desastre de New Orleans, la prestigiosa revista New Scientist reportó la advertencia que lanzó un equipo internacional de científicos. Según estos, una inmensa masa de pantano ácido, que se encontraba congelada próxima al polo norte desde la última glaciación, hace 11 mil años atrás, se está derritiendo.

El proceso de derretimiento se desencadenó desde hace tres o cuatro años. Las dimensiones espaciales de esta suerte de inmenso iceberg hecho de pantano ácido equivalen a la suma de los territorios de Francia y Alemania juntas. Su superficie es de 1 millón de kilómetros cuadrados, esto es, un territorio ligeramente más grande que el de Venezuela.

El científico Larry Smith de la Universidad de California estima que este inmenso pantano ácido ubicado en Siberia almacena cerca de 70 mil millones de gas metano, un cuarto de todo el metano existente en la superficie de la tierra.

“Este es un desastre ecológico probablemente irreversible, y está indudablemente relacionado con el recalentamiento climático”, expresó Sergei Kirpotin, el botánico de la Universidad Tonsk State, de Rusia.

Mientras esto sucede, varios países del primer y tercer mundo se niegan a formar el Protocolo de Kyoto, aun cuando el objetivo de éste se resume en tan sólo reducir un 5,2% para el año 2012 las emisiones de gases responsables del efecto invernadero (sobre la base los niveles existentes para 1990).

Científicos del IPCC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, de la ONU), estiman que se necesaria una reducción del 60 % para obtener efectos apreciables en la moderación del desorden climático.

El caso es que China e India, entre otros, no solo se resisten a suscribir el acuerdo sino que, con su negativa, indirectamente respaldan y justifican la conducta contaminante altamente irresponsable del gobierno de EEUU que tiene el vergonzoso récord de ser el responsable de por lo menos el 25% de las emisiones que provocan el efecto invernadero.

En España, por ejemplo, hoy día se triplica el tope de gases contaminantes admisible por el Protocolo, superando en un 45% las emisiones de 1990. En este contexto, el nuevo comisario europeo, Durao Barroso, declaró que la UE no seguirá a la cabeza de Kioto ya que “resulta demasiado costoso”.

Las Naciones Unidas hicieron un estimado para el año 2004 por medio del cual se calcula que durante la década pasada los efectos catastróficos del recalentamiento global habían cobrado cerca de 500 mil vidas, habían impactado alrededor de 2 mil quinientos millones de personas, y habían generado pérdidas por el orden de 690 mil millones de dólares. (Ted Glick, “Needed: A Global Survival Movement,” Dissident Voice, August 24, 2005).

Mientras, la mayoría de los principales medios de comunicación del mundo se hacen la vista gorda de esta situación, respondiendo a los intereses que les dictan sus patronos, en su mayoría vinculados con empresas multinacionales altamente contaminantes.

“Los valores de los medios periodísticos (en EEUU) son los mismos de los de la elite (…) Social, cultural y económicamente ellos pertenecen al grupo de personas que están encubriendo” (Citado de Alexander Cockburn and Ken Silverstein, “What the papers don’t say,” The Observer, May 26, 1996)
Se ha comprobado que la adopción de un uso racional del clima impactaría en la reducción mundial de la pobreza. Pero los países más acaudalados (y sus medios de comunicación), invariablemente ignoran esta realidad. En especial el grupo de los 8 se ha hecho la vista gorda hacia el vínculo emanación de gases contaminantes y propagación de nueva pobreza.
La Fundación para la Nueva Economía, con base en Washington, ha estimado que, conservadoramente, los subsidios que los países productores de energía fósil (petróleo y gas) proporcionan a los principales países consumidores ascienden a 235 mil millones de dólares al año. Esto es, una suma con la cual se podría cancelar por completo la deuda externa global de los cientos de millones de pobres emplazados en suelo subsahariano. . (NEF, “The price of power,” 2004, downloadable report from www.neweconomics.org)
Los costos de los “desastres naturales” producidos hasta la fecha, (en su mayoría asociados con el recalentamiento global) se estima que superan ya los 60 mil millones de dólares al año. Pero lo realmente espinoso es que, mientras este cataclismo ecológico y humano global avanza y algunos medios procuran hacernos ver como mediáticamente “natural”, también muchos países y colectivos reaccionan como si ello fuese un problema puntual de los países que sufren alternativamente las cada vez más habituales crisis.

Producto de los ataques terroristas del 11 de septiembre murieron en EEUU cerca de 3.000 personas. Producto de lo que pudiéramos llamar “ataques terroristas contra el equilibrio ecológico del planeta” han muerto medio millón de personas, esto es 166 veces el número de fallecidos en New York el 11 de septiembre.

Tal vez la única diferencia radical sea que los “ataques de la naturaleza” invariablemente afectan más a los más pobres. Esos ciudadanos sin automóviles, barcos, aviones, cuentas bancarias y contactos de alto nivel a los cuales recurrir.

Seres, por tanto estructuralmente impedidos de huir a tiempo de unos ataques cuya tragedia deben aguardar, sumisos, mientras las noticias que les llegan por radio y televisión coinciden en el tiempo con la letal acción del viento, el agua contaminada y los escombros.


lmda18@yahoo.com


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Luis Miguel Delgado


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