¡Qué me perdone Rimales!

Contaba la abuela Beatriz que al morir Pedro Rimales fue al cielo. Dios, sabiendo lo malo y pícaro de este señor, no lo aceptó mandándolo al infierno; al bajar al acalorado oasis, el Diablo también lo despachó porque era más malo que éste. Habrá pasado un bojote de lunas para que la historia se repitiera, así anda Bush, del “timbo al tambo”, huyendo de las cientos de protestas que se encienden cada vez que este señor sale de su país. El pobre no puede pisar suelo extranjero porque incineran un montón de muñecos alusivos a su fenotipo y le humean y apedrean todas sus embajadas.

Penoso, pero así sucedió en su reciente viaje por algunos países latinoamericanos. No era para menos, un hombre más malo que Rimales, un ser que no ha dejado de hacer daño. Desde el mismo día en que trampeó las elecciones en su país, el personaje se instaló en el país militarmente más poderoso del mundo para desatar una abominable y asesina política imperialista nunca vista tan cruda ni cuando Hiroshima-Nagasaki. Un accionar bélico autoritario y feroz, en Afganistán e Irak, no sólo para desbastar estos pueblos árabes sino sacrificando sin clemencia a miles jóvenes de su propio país en una guerra asimétrica que cada vez se le escapa de sus manos.

Bush, rodeado de asesinos profesionales, de seres indolentes y serviles a los más profundos y groseros intereses imperialistas, desafió todas las convenciones internacionales, toda la diplomacia internacional, todos los acuerdos de países y se limpió su cochino trasero con las normativas sobre el tema. Al excusado la ONU, al excusado las opiniones y sueños de 192 países del mundo y de más de cinco mil millones de ciudadanos amantes de la paz que compartimos la misma Tierra. Era él, era su propia decisión y sus intereses de petróleo en Irak, era su enfrascado y oscuro sentimiento malcriado de divertirse viendo volar los hueso de los niños de Irak.

Ante el gran rechazo mundial, que no era para menos, el descarado vino a algunos países latinoamericanos a pretender ofrecerse para ayudar a los pobres, una especia así como un salvador a nuestros problemas, que no ha sido otro que tantos años de lesiones de toda la estructura Imperialista, donde sus medios, en sintonía con lacayos apátridas, han jugado un papel supremo para conseguir sus fines.

Lo que Bush no imaginó nunca fue el contundente rechazo, el contundente desprecio hacia él y hacia lo que él representa; los pueblos han despertados y ya no es tan fácil manipularlos. Bush se fue abucheado. Donde se asoma, lo corren. Pobrecito el errante, sin embargo, lo menos que se desea es mandarlo al infierno para no echarle esa vaina al Diablo de tener que soportar una eternidad con semejante porquería, más malo que el propio Satán. Que me perdone Rimales, que tanto alegra el folclore de este suelo por venirlo a comparar con esta… cosa, engendro de mil demonios.

(*)Periodista

santanajerez@hotmail.com


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Santana Jerez Uzcátegui(*)


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