Cuéntame una de vaqueros de cómo cobrar la recompensa

Son bastante las historias que recrean la vida del Lejano Oeste norteamericano en donde era común ofrecer recompensas por los bandidos más buscados. Jesse James (1847 – 1882) fue uno de esos bandidos que sirvió de inspiración a muchas de esas películas y, según estudiosos del tema, por su captura se ofreció la recompensa más alta de la historia hasta el momento, que eran diez mil dólares de la época, lo que significaba todo un récord para su carrera criminal.

Han pasado muchos años desde entonces y dentro del llamado sistema de justicia norteamericano la práctica de ofrecer recompensas no ha variado mucho y se sigue optando a ese método que viene de la época de los vaqueros, como una salida que ayude a la captura de bandidos, a pesar de contar ellos con el ejército más poderoso y más tecnificado del mundo.

Con lo de las recompensas ofrecida por la captura de los principales funcionarios del gobierno venezolano se demuestra que pareciera que los señores del norte han olvidado varias cosas: Venezuela no es el Lejano Oeste, tampoco su población forma parte – aunque muchos así quisieran – de un grupo de serviles que nada más están esperando sus órdenes para correr a cumplirlas. Pero lo más importante, lo primordial, es que parecen olvidar que somos un pueblo formado por los hijos y las hijas de Bolívar capaces de levantar la voz ante cualquier imperio y cualquier agente extranjero que quiera venir a imponer reglas a nuestra gente y a nuestro país. Es que la herencia dejada por el Libertador es tan grande que no es de gratis ni es casual que en la mayoría de las principales ciudades DEL MUNDO hay una estatua de Simón Bolívar, una calle, una plaza o una escuela que lleva su nombre. Por algo será.

¿Los funcionarios de la lista serán atrapados? Tal vez sí, tal vez no. ¿Son todos ellos culpables o inocentes? Tal vez sí, tal vez no. ¿Se debe apoyar todo lo que han hecho? Absolutamente no, pero tampoco desaprobarles todo. ¿Seguirán en sus cargos muchos años más? Eso no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que en las venas y los genes de la población venezolana hay una carga de historia de heroísmo y de libertadores y – más allá de que haya algunos que se puedan vender en el camino – eso no hay ninguna recompensa que lo pueda pagar.

Por eso, pueden venir ofreciendo las recompensas que sea, pueden decir que las pagan en efectivo o en transferencia, que son libres de impuestos o no, pero lo que nunca podrán pagar, ni comprar, ni quitar, es el espíritu indomable y rebelde del pueblo venezolano.

Se sabe que el país pasa por un momento sumamente difícil pero eso no da derecho a nadie a querer venir a patearlo como mejor le parezca. Mejor que nos cuenten otra de vaqueros porque esa película de las recompesnas ya la hemos visto.



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Marcos Henriquez

Licenciado en Historia. Investigador y docente universitario.

 henriquezm1970@gmail.com

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