Juventud y valores occidentales

A raíz de los acontecimientos sucedidos en los países árabes, hemos retomado una idea que se nos ocurrió en relación a los acontecimientos del Caracazo de 1989, cuando el pueblo venezolano realizó una insurrección popular. Tal idea se refiere a que la juventud tiene una sensibilidad mayor que el resto de la sociedad para incorporarse a las luchas populares e inclusive, en estos eventos, arriesgar su vida por las causas que le parecen justas. De allí que si revisamos el tiempo y precisamos la denominada década perdida -especialmente para América Latina- donde se revelaron los conceptos del Fin de la Historia y el imperio de las recetas neo-liberales, la caída del Muro de Berlín y la toma de Chiapas por los zapatistas, podríamos observar a finales de 1980 la sensibilización de los jóvenes y sus acciones previas a estos eventos a escala mundial.

En ese sentido, en Venezuela se inició, a mediados de esos años 80, una pedagogía de lucha de calle, por parte de los grupos denominados "encapuchados". Estos colectivos juveniles, de la caracterizada Extrema Izquierda (Desobediencia Popular, Bandera Roja, entre otros), que hacían vida activa en los centros de educación universitaria y tecnológica, particularmente, iniciaron unas prácticas de lucha popular inusitadas, tales como la toma de camiones de víveres y la lucha por el pasaje estudiantil y popular, en un acercamiento real a las necesidades del pueblo. Estas acciones, que se mantuvieron con captura de gandolas y  su uso en la paralización de autopistas, fueron  calificadas por la izquierda aristocrática como acciones vandálicas y anarquistas, al igual que la sublevación de masas de febrero del 89: lucha de apenas dos días, donde los sectores populares se sintieron poder, arrebatando de los anaqueles del capitalismo las "golosinas" de éste. Esas que cotidianamente ellos nunca podían adquirir, pero con las cuales se les seducía día a día para su consumo.  Es verdad: allí no hubo vanguardia esclarecida que dirigiera ese sacudón ante las recetas del FMI. Solamente unas acciones aprendidas de manera magistral de esos colectivos juveniles que hasta el viernes anterior habían impartido lecciones de calle. Inclusive, estas barriadas, como en el caso de las adyacentes a la Universidad de Carabobo, bajaron a buscar el liderazgo de los "encapuchados" para que los acompañaran en el saqueo. Pero muchos estaban escondidos, ya que las fuerzas represivas del Estado se encontraban en alerta contra ellos debido a sus acciones callejeras de extrema peligrosidad para el status quo, prendiendo la alarma gubernamental.

Aunque los cuerpos represivos estaban atentos ante estas minorías,  jamás lograron imaginar que los acontecimientos de ese lunes y martes de febrero por parte de las masas insurrectas pudieran ocurrir. De manera que los sucesos de este febrero rebelde agarraron  desprevenido a todo el mundo, salvo al pueblo, donde había cuajado una subjetividad de desobediencia civil extrema. 

Todo ello es significativo para nosotros, en el sentido de intentar comprender el comportamiento popular de mayorías insurrectas desplazadas por miles en cualquier acontecimiento histórico que nos ha tocado ver desde finales de los 80, cuando las fuerzas militares quedaron disminuidas por esta impronta de los civiles y sus demandas. Aunque es contradictorio, el punto que estimo enfatizar es que ninguna acción de masas de este calibre es al boleo, desde un azar ideológico, sin oficio ni beneficio.

No existe azar ideológico. De allí nuestro planteamiento, tomado fundamentalmente del fallecido camarada Ludovico Silva, a partir de su conceptualización de la Plusvalía Ideológica, que nos hace enfatizar una idea peregrina de un fascismo plebeyo, consustanciado con el poder mediático del imperio de las trasnacionales y los países denominados desarrollados, que a nuestro modo de ver están jugando en este juego internacional de protestas y acciones de contundencia inusitada, especialmente en el mundo árabe y que nosotros, hombres y mujeres que nos creemos vanguardia de izquierda, no logramos comprender. Y sería muy presuntuoso decir que tenemos las claves de esta interpretación. Solamente tenemos algunas interrogantes que refrendamos con el esclarecido Ludovico.

Es cierto que existen reivindicaciones justas como las que se dieron en los pueblos de la desaparecida URSS. Pero no es menos cierto que los Estados Unidos mantuvieron, en esa década de los 80, una nueva forma de hacer política ideológica, conjuntamente con una nomenklatura de burócratas y usurpadores del poder del pueblo, con sus desmanes en lo local, que arreglaron la cama para sofocar los verdaderos valores libertarios de esa confederación de naciones.

Desde el planteamiento según el cual "La Historia no se repite, pero se parece”, nos atrevemos a acotar, sobre la situación de Libia, nuestra creencia en el voluntarismo juvenil y muchas razones ciertas para su sublevación. Sin embargo, obviar nuevamente la incidencia del imperio de Estados Unidos, como en la desaparición del mundo del socialismo en la mayoría de los países de la Europa Oriental, sería peligroso e ingenuo. En 2010 se montó un plan contra el gobierno iraní. Afortunadamente, se develó y se logró controlar, ya que en ellos, como pueblo, se tiene la memoria reciente de diez años de lucha activada por el imperio norteamericano contra Irak, dejando una huella indeleble en su historia. 

Al ser los sectores juveniles los protagonistas fundamentales, es muy importante preguntarse sobre las demandas de éstos y su ahistoricidad, así como si lográramos ubicar sus planteamientos de forma genérica, donde el concepto de libertad se relaciona con lo cotidiano en cuanto a las posibilidades de acceder al mercado, modulado fundamentalmente por las vitrinas del capitalismo.

El intento de entender el comportamiento de franjas juveniles en un mundo globalizado donde especialmente a ellos, ahora, se les ha aplicado una irrupción de presiones desde los medios de comunicación y el consumismo de los objetos, dominantes contrarios a la búsqueda del saber, es lo que denominaba Erich Fromm la sociedad del tener y no la del desarrollarse como Ser Humano.

Desde una congoja personal, tenemos que expresar nuestra opinión como educadora de juventudes durante más de dos décadas. Esta experiencia  nos lleva a formular algunas interrogantes:

- El concepto libertario, enarbolado por esa juventud, no estará modulado por una presión de participar y denunciar figuras gobernantes, desde posturas personales en la búsqueda de un mundo ideal, vendido como el sueño americano?

- La cotidianidad familiar de las capas medias trabajadoras y de ingresos altos, sin llegar a ubicarse en términos de acumulación de capital, como burgueses, se encuentra atormentada por la demanda del mercado para su descendencia, viéndola como heredera y no como la tradicional condición de hijos que al crecer, estudiar e incorporarse al mundo laboral, iban a agradecer y acompañar  en la vejez, humana y materialmente, a los padres o mayores?

Estas preguntas, si las hiciéramos como encuesta familiar a estas franjas sociales, como tendencia, me atrevo a decir, serían elementos fundamentales para comprender lo que está pasando con los jóvenes, que a su vez quieren poder, sin revisar a profundidad la historia de los pueblos y la participación heroica de generaciones anteriores, comprometidas con un mundo mejor para las mayorías.

En 2005 tuve el privilegio de entrevistarme con  un anciano ruso, quien había trabajado con Gorbachov. Este camarada entendía que las buenas intenciones del equipo político de quienes acompañaron al dirigente de la URSS en la búsqueda de avances democráticos y reivindicaciones inherentes en ese gran polo de poder internacional, en el siglo XX, fueron relativamente ingenuas en sus propósitos, ya que el gran capital internacional había captado como tendencia a la gran mayoría de las familias del alto poder soviético, cuya preocupación fundamental era la pérdida de poder económico y la incidencia negativa, material y social, a ser sufrida por sus grupos familiares en esos supuestos avances que serían obtenidos para las mayorías. La preocupación central de éstos era el poder y la riqueza que, con los cambios, sus hijos no iban a seguir disfrutando.  Agregando yo, el cáncer sufrido por la primera dama, Raiza, situación en la cual los estadounidenses desplegaron todo su poder mediático de adulación y ofertas de tratamientos. Esta señora, abatida y débil, arrastró a su cónyuge a un entente con la nación norteamericana. Ella fue adulada en las principales páginas de moda y él, en las de su trascendencia como líder planetario y que, al final, fue realmente el personaje emblemático de entrega de ese gran poderío mundial.

De allí nuestra idea, todavía peregrina: la juventud internacional y, particularmente, la de mayor acceso académico -no necesariamente mayor nivel intelectual- está atrapada en un mundo ideológico político, personalista y engullida desde la niñez por la ociosidad cibernética, donde la capacidad de reflexión es mínima. Y desde lo cotidiano, esa tecnología les comunica con las vías mediáticas del mundo, controladas por la cultura occidental, donde la hegemonía la ejerce la posibilidad de TENER y no de SER.

Roraima Quiñonez. Febrero 2011.



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