Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en: El capítulo IV de “El Capital” (VII)

¿Cuáles son las diferencias existentes entre el cambio y el valor de cambio?

Enfoquemos el proceso de circulación en una forma en que no envuelva más que un simple intercambio de mercancías. Es esto lo que acontece siempre que ambos poseedores se compran mercancías uno a otro y saldan en el día de su vencimiento la diferencia entre sus créditos respectivos. Aquí, el dinero es un simple dinero aritmético, cuya misión se reduce a expresar en sus precios los valores de las mercancías, sin enfrentarse materialmente con éstas. Si sólo nos fijamos en el valor de uso, es evidente que ambas partes contratantes pueden salir ganando con el cambio. Ambos se desprenden de mercancías que como valores de uso no les sirven de nada, obteniendo a cambio otras de cuyo uso necesita. Y puede ocurrir que esta utilidad no sea la única. A que vende vino y compra trigo, produce acaso más vino del que podría producir trabajando el mismo tiempo el agricultor B, y éste, a su vez, más trigo del que, trabajando el mismo tiempo, podría producir el cosechero de vino A. Por el mismo valor de cambio, A, obtendrá, pues, más trigo y B más vino que si ambos hubieran de producir trigo y vino respectivamente para sus necesidades, sin acudir al intercambio. En lo que toca al valor de uso, cabe, pues, afirmar, que el cambio es una operación en la que ambas partes salen ganando. Otra cosa acontece con el valor de cambio. Una persona que posee mucho vino y ningún trigo, trata con otro que posee mucho trigo y ningún vino, y entre ellos se cambia trigo por valor de 50 por el mismo valor de 50 en vino. Esta operación no implica incremento del valor de cambio para ninguna de las dos partes, pues, antes de celebrarse, ambas poseían ya un valor igual al que por medio de este trato obtienen. El hecho de que entre las mercancías se deslice como medio de circulación el dinero, desdoblando visiblemente los actos de la compra y de la venta, no hace cambiar el asunto en lo más mínimo. El valor de las mercancías aparece ya expresado en sus precios antes de que se lancen a la circulación; es, por tanto, premisa y no efecto de ésta.

Considerada en abstracto, es decir, dejando a un lado todos los hechos que no se derivan de las leyes inmanentes de la circulación simple de mercancías, en ésta sólo opera, aparte de la sustitución de un valor de uso por otro, una metamorfosis, un simple cambio de forma de la mercancía. En manos del poseedor de mercancías persiste el mismo valor, es decir, la misma cantidad de trabajo social materializado primero en forma de su propia mercancía, luego bajo la forma de dinero en que ésta se convierte, y por último bajo la forma de la mercancía en que ese dinero vuelve a invertirse. Pero este cambio de forma no envuelve cambio alguno, en lo que a la magnitud del valor se refiere. Por tanto, si la circulación de la mercancía sólo se traduce en un cambio de forma de su valor, su función se reduce, suponiendo que el fenómeno se desarrolle en toda su pureza, a operar un simple cambio de equivalentes. La propia economía vulgar, con no sospechar siquiera lo que es el valor, siempre que quiere, a su modo, investigar el fenómeno en toda su pureza, parte del supuesto de que la demanda y la oferta se equilibran, cesando por tanto, en absoluto, sus efectos. Por consiguiente, si con relación al valor de uso ambas partes contratantes pueden salir ganando, es imposible que respecto al valor de cambio ganen las dos. Aquí rige otra norma: “Donde hay equivalencia, no puede haber lucro.” Cabe, indudablemente, que las mercancías se vendan por un precio divergente de su valor, pero esta divergencia no es más que la transgresión de la ley de cambio de mercancías. En su forma pura, el cambio de mercancías es siempre un cambio de equivalentes y, por tanto, no da pie para lucrarse obteniendo más valor.


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Nicolás Urdaneta Núñez


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