Para ser marxista: ¿es necesario estudiar “El Capital” de Marx?

Escuché a Carlos Blanco, reconocido intelectual estudioso de la ciencia social y de polémicas políticas quien junto a Aristóbulo hicieron “Blanco y Negro” un programa de televisión de considerable audiencia en su momento, decir que para ser marxista hay que estudiar “El Capital” de Carlos Marx. Pienso, que Carlos Blanco hizo esa afirmación más por oposición y critica a Chávez, que ahora sostiene ser marxista y dijo que estaba leyendo “El Capital”, que por estar él mismo convencido de esa condición para tal finalidad doctrinaria.

Nadie, absolutamente nadie, en vida de Marx, salvo Federico Engels, leyó “El Capital”, aunque sí estudiaron –algunos- el primer tomo que fue publicado en 1867 y, además muchos de sus escritos económicos y otras importantes ideas del marxismo. Precisamente, luego de la muerte de Marx, se presentó el dilema de ¿quién era capaz de descifrar correctamente el original, especialmente, del tercer tomo de El Capital? Por supuesto, que eso fue resuelto por Engels, ese que no se había graduado en ninguna universidad institucional, aunque sí había obtenido el título de bachiller. Lo que nadie pudo negar es que miles y miles de proletarios y centenares y centenares de intelectuales se habían preocupado por la lectura y el estudio de las ideas aportadas al mundo por Carlos Marx en el campo de la filosofía, del materialismo dialéctico y del histórico, del socialismo o comunismo y de la economía política sin que ninguno, hay que repetirlo –a excepción de Engels- hubiese estudiado “El Capital” completo. Tanto fue así que Marx en una oportunidad, refiriéndose a los marxistas franceses, que al parecer no se ocupaban mucho del estudio de la historia, se vio en la necesidad de decir: “tout ce que je sais, c’est je ne suis pas marxiste” (Lo único que sé es que no soy marxista).

Una vez publicado “El Capital”, así lo pienso, no es un porcentaje tan numeroso de marxistas que han estudiado, de manera rigurosa y minuciosa, esa obra fundamental de la doctrina marxista. Creo, aunque no lo afirmo, que el mejor biógrafo de Marx, Frank Mehring no llegó a estudiar todo el contenido de esa obra pero toda su vida fue un marxista a carta cabal y murió siendo, al decir de Trotsky, como un verdadero comunista revolucionario. No sé si tampoco lo hicieron Karl Kautsky (quien, al decir de Trotsky, concluyó su vida pasándose del centrismo al oportunismo vulgar) y George Plejanov (quien, al decir de Trotsky, era un gran propagador del materialismo dialéctico, pero su pensamiento estuvo divorciado de la práctica). Sin embargo los dos fueron eminentes científicos sociales en tiempo de Lenin. De éste, nada hace dudar que sí fuera un estudioso de “El Capital”, porque sus escritos o libros de contenido económico así lo testifican. De igual manera Trotsky y Rosa Luxemburgo. No sé si ese eminente intelectual internacionalista, Rakovski estudió o no “El Capital”, pero no quede duda a nadie que fue un extraordinario revolucionario marxista. No sé si karl Liebknecht estudió o no “El Capital” pero ningún alemán que hubiera leído esa obra llegó a ser, en su tiempo, mejor marxista que aquel. Por algo Lenin, marxista de pies a cabeza, llegó a decir, antes de la insurrección de octubre, en el partido : “Prefiero quedarme sólo con Liebknecht que con cien bolcheviques como ustedes”.

Decir que para ser marxista hay que estudiar y saberse, como ducho científico, todo el contenido de “El Capital” es, haciendo una analogía entre economía y filosofía, como pretender que todo militante de un partido socialista o comunista sea un experto en la filosofía de la dialéctica. Sin embargo, incluso sin ser estudioso del marxismo, un proletario que forja sus conocimientos en el vasto campo de la lucha de clases, en la experiencia de la explotación a su fuerza de trabajo, en los vínculos que lo identifican en las mismas necesidades y en los mismos fines que sus camaradas obreros, desarrolla una predisposición no sólo al pensamiento dialéctico, sino también en los conceptos básicos de la economía política. Existe el caso del obrero curtidor alemán Dietzgen Joseph, de quien Engels dice: “Y, cosa notable, esta dialéctica materialista, que era desde hacía varios años nuestro mejor instrumento de trabajo y nuestra arma más afilada, no fue descubierta solamente por nosotros, sino también, independiente de nosotros y hasta independiente del propio Hegel, por un obrero alemán: Joseph Dietzgen”.

Leer “El Capital” no es problemático, lo que sí debe ser una labor compleja es estudiarlo, porque algunos expertos de la economía sostienen que debe tenerse un elevado conocimiento de las matemáticas para poder interpretarlo correctamente. ¡Por cierto!: no lo poseo, ya no tengo tiempo para poseerlo y, en consecuencia, no me voy a engañar ni engañar a nadie diciendo que lo he estudiado o lo voy a estudiar, aunque algunos capítulos no requieren, para su interpretación correcta, de avanzado conocimiento matemático. Lo que sucede, y no sé si esté equivocado o no, “El Capital” es una obra para destacar fundamentalmente la realidad de naciones altamente desarrolladas de capitalismo, porque tengo entendido que sólo pudo escribirlo viviendo en Inglaterra, debido a que allí se encontraban las realidades y los conocimientos más avanzados de la economía de su tiempo. Eso no quiere decir que en lo explicado por Marx no esté reflejada la realidad del mundo subdesarrollado y las verdades irrefutables de la explotación capitalista. Marx daba por seguro que la revolución proletaria se produciría, primero, en los países capitalistas avanzados de Europa y eso facilitaría el triunfo de la revolución en su carácter permanente.

En verdad, es en el campo de la economía donde se encuentra la teoría casi más acabada de Marx (“El capital” es su obra esencial), porque lo más importante de su doctrina, la concepción materialista de la historia, ha contribuido más como un método guía de investigación que permite abrir perspectivas de conocimiento en un mundo donde el capitalismo cierra las puertas del mismo a las grandes mayorías sociales. En una oportunidad, Henry Mayers Hyndman dijo que con solo haber estudiado el primer tomo de “El Capital” le había permitido interpretar correctamente todo el marxismo, y daba por asegurado que en éste no existía ninguna laguna. Engels había dicho que en el primer tomo, con la teoría del valor, quedaba sin solución una cuestión esencial de la economía que sólo se hallaría en el tomo tres. Este, con la solución del problema de la tasa de ganancia como problema esencial de la economía marxista y completando la crítica de Marx al capitalismo, fue publicado en 1894. Lo cierto es que George Barnard Shaw se burló de Hyndman. Sin embargo, en Alemania y otras naciones de Europa fue usado el tomo uno de “El Capital” como un arma de agitación teniendo gran aceptación en el sentimiento del proletariado y de muchos intelectuales que abrazaron la causa del socialismo. El tercer tomo no cautivó, para su estudio, salvo a unos pocos marxistas y sin su estudio es como imposible entender científicamente la ley que rige la tasa de ganancia; la división de la plusvalía en ganancia, interés y renta; y la aplicación de la ley del valor al campo de la competencia. Eso quiere decir que el tercer tomo de “El Capital” ha sido, en cierta forma, un texto cerrado para la aplastante mayoría de los socialistas. No vayan a creer que esto lo señalo por haber estudiado “El Capital”. No, camaradas, no. Simplemente por haber leído a Rosa Luxemburgo que fue una gran estudiosa de esa obra.

El marxismo es una doctrina para el proletariado y jamás para la burguesía. Bien se sabe que el proletariado, como la clase explotada que produce la riqueza fundamental de la sociedad y, en especial, plusvalía para la burguesía, no posee los recursos económicos necesarios para ponerse a crear cultura y arte propios de clase. Tampoco gozan los proletarios del disfrute de tiempo para convertirse en expertos teóricos o científicos sociales. De tal manera que lo principal es la asimilación correcta de fundamentos del marxismo como una guía para su acción. No debemos olvidar jamás que la práctica es la base de la formación y el desarrollo del conocimiento a todo nivel; la fuente del conocimiento, el criterio de la veracidad de los resultados del proceso de conocer…, como lo sostiene Lenin.

Expliquemos ¿cómo llega un obrero a la concepción marxista sin tener que meterse en el cerebro, de pies a cabeza, todo el amplísimo y complejo contenido científico del marxismo y, especialmente, de El Capital?

El obrero, que antes creía que el capitalista era bueno y generoso porque le había dado trabajo, llega a formarse un juicio singular de la realidad que vive en la empresa o fábrica: el patrón o capitalista es un explotador opresivo de él y sus compañeros obreros de esa fábrica o empresa. De tal manera, que ese obrero, sin la intervención de los intelectuales revolucionarios y sin necesidad de textos doctrinarios o dialécticos, por medio de la lógica llega a la conclusión antes expuesta. Pero ese juicio singular lo aplica a una sola cosa que identifica con un grupo general, con una propiedad general adscrita a algo específico. Tenemos así la expresión más simple del juicio. Y tratando o comenzando a enderezar la carga en el camino, con ese juicio singular se le facilita al obrero en conjunto (obreros o, por lo menos, un grupo de obreros), que siga adquiriendo conocimientos en base a la realidad o experiencia que vive bajo la explotación y la opresión del capitalista.

El obrero (de aquí en adelante entendamos un número indeterminado de proletarios) se da cuenta de la desproporción entre lo que él gana y lo que gana el capitalista y, además, no olvidando que sus necesidades no pueden ser cubiertas o satisfechas con el bajo salario que devenga, solicita reivindicaciones nuevas al capitalista para mejorar sus condiciones de trabajo y de vida, tanto en lo individual como en lo familiar. El capitalista, maniobrero y astuto, le alega –para rechazarle su justa petición- que las cosas están marchando mal, que la empresa o fábrica no está obteniendo ganancia y que, seguramente, se verá en la obligación de cerrarla por falta de capital para invertir o de mercado para vender sus mercancías. Ese alegato, utilizado por la casi absoluta mayoría de los capitalistas, busca, en primer lugar, que el obrero desista pacífica y conscientemente de su propósito o de su justa reivindicación. El obrero llega a entender que aislado es difícil luchar, que desorganizado son muchas las dificultades para lograr las reivindicaciones planteadas, y llega a una conclusión muy importante que parte desde el cimiento que la aporta el juicio singular: es necesario crear un organismo obrero que defienda sus intereses ante el capitalista, que les dirija su lucha por las reivindicaciones que plantean. De esa manera, nacieron los sindicatos como una expresión plural de organización para luchar por los intereses de los trabajadores en el contexto de la empresa o fábrica capitalistas.

Pero no existe una sola fábrica o empresa de un determinado ramo o rubro de la producción, sino que existen muchas empresas o fábricas que producen determinado bien material o mercancía. De tal manera, camaradas, que el proletario, ya teniendo identificado correctamente que el capitalista es un explotador y enemigo de los obreros, no sólo por la experiencia en su campo de trabajo sino también por la experiencia de su lucha con la cual consigue algunas reivindicaciones y otras no, se percata o adquiere conocimiento que lo que le está sucediendo a él, también le acontece a los obreros de las otras fábricas o empresas del ramo en que trabaja. Observemos, camaradas, que la carga se va enderezando mucho mejor que antes y, ahora, el obrero llega a la conclusión siguiente: todos los capitalistas de empresas o fábricas de una determinada rama de la economía explotan y oprimen a los obreros. De esa manera, camaradas, sin negar que pueda haber habido alguien –por decir un intelectual revolucionario- susurrando al oído del obrero diciéndole algunas verdades sobre su situación de explotado y oprimido fuera de su zona de trabajo, el obrero llega al juicio particular o especial. En esta etapa del conocimiento o de adquisición de conciencia proletaria lo que antes era simple (el capitalista o patrón es enemigo y explotador) se va convirtiendo en una convicción irrefutable para el obrero. Y el juicio particular o especial es aplicable a un grupo de cosas o individuos que poseen las mismas características, por ejemplo, en una ciudad o un campo.

Pero una determinada rama de producción no existe sólo en una ciudad, sino que en un país o nación hay muchas empresas o fábricas que producen una específica mercancía como por ejemplo: automotriz, textil, calzados o útiles escolares. Y como el juicio particular o especial no es aplicable, necesariamente, a toda una clase dada, puede ser pasajero, no esencial y hasta puede creer el obrero que si mejora la situación económica del capitalismo, las cosas cambien para él, superen sus condiciones de trabajo y de vida logrando excelente remuneración y, en ese caso, el obrero podría cambiar de idea. Sin embargo, hay obreros que siguen enderezando la carga en cada trayecto de su camino y no se detienen sino cuando llegan victoriosos a la meta. De esa manera, camaradas y esperemos que ningún rasgo de fastidio o de cansancio perturbe el interés por el conocimiento, el obrero que se preocupa por su destino, por obtener notable mejoría en su sistema de vida, por adquirir más conocimiento social, por estar bien informado y dar opiniones responsables y bien argumentadas de la situación de su clase obrera, se percata que ésta es explotada, en general, por la clase burguesa y no ya por algún capitalista o por un determinado grupo de patronos de una rama de la producción. De tal manera, camaradas, que el obrero llega así a otra escala del conocimiento o de la conciencia más elevado que lo anterior. Pasa del juicio particular o especial al juicio general. Y este juicio sí es aplicable a todos los integrantes de una clase en el sentido de toda una rama de la industria a escala nacional. Pero debemos estar pendientes y llamemos la atención de tomarlo muy en cuenta, que el juicio general, en gran medida, es adquirido sobre bases empíricas y estrechas. Eso quiere decir que la experiencia en ese diario trajín, en condición de explotado y de oprimido, en esa constante lucha por reivindicaciones económicas en el capitalismo, en relación a una determinada rama de la producción a escala nacional, ha hecho posible que el obrero llegue a formarse el juicio general, superando el juicio particular o especial.

Algunos obreros se podrían quedar estancados en este escalafón de conocimiento por una u otra razón, pero otros avanzan y son éstos los que procuran una formación ideológica y política amplia y lo más correcta posible. Esos son los que quieren llegar lejos, porque van comprendiendo –hasta que lo comprenden acertadamente- la verdadera realidad y las entrañas del capitalismo; esos son los que se percatan de ese cúmulo de contradicciones internas del capitalismo y sus consecuencias de miseria social; esos son los que entienden que no sólo la clase obrera es explotada y oprimida, sino que también otros sectores sociales son explotados y oprimidos por el capitalismo o la burguesía; esos son los que asumen un papel de combate contra el capitalismo para derrocarlo, destruirlo y cimentar sobre su legado un nuevo régimen verdaderamente humano y progresista; esos son los que entienden que la lucha de clases es antagónica e irreconciliable entre el burgués y el proletario; esos son los que tienen conocimiento que los sindicatos no es suficiente para derrocar y aplastar la resistencia capitalista contra un nuevo orden social; esos son los que creen que es indispensable la conformación y existencia de un partido político de vanguardia y revolucionario que se corresponda con los fundamentales intereses de redención social de la clase obrera. Esos obreros son los que llegan, por medio de la experiencia y sin descartar que hayan recurrido al estudio o lecturas de textos doctrinarios, al juicio categórico o necesario.

El juicio categórico o necesario le permite al obrero llegar, con profunda convicción y conciencia, a la siguiente conclusión: toda lucha de clases es una lucha política y, en consecuencia, su lucha política tiene que estar encaminada o suscrita a la toma del poder político –en su caso- por parte de los trabajadores, para contribuir, de manera decisiva, al establecimiento de un nuevo orden económico-social donde impere la justicia y la libertad. Ese nuevo orden no puede ser otro que el socialismo, como escalafón hacia la conquista de la sociedad comunista propiamente dicha.

Observemos, camaradas, que ese género de obreros o proletarios ya tienen casi completamente enderezada la carga en el camino y cabalgan directos y seguros a la conquista de una meta victoriosa. Y de esa manera, el obrero llega o ha llegado a conclusiones científicas que en nada se diferencian de esas conclusiones que los grandes estudiosos del capitalismo o del marxismo –sumados a la defensa incondicional de la clase obrera-, han llegado mediante investigaciones, estudios, análisis científicos –algunos con academicismo- haciendo uso del método dialéctico sin sustituir el método concreto de la ciencia en particular.

Tenemos, de esa forma, que el obrero va adquiriendo su conciencia paso a paso sobre la base de las realidades que va entendiendo desde lo particular a lo general y desde lo general a lo particular. Cuando el obrero, por un lado, entiende la necesidad de construir su partido político revolucionario, de vanguardia clasista, como la organización que lo conduce a la toma del poder político, y, por el otro, se decide ser militante activo del mismo, se produce en su conciencia, en su pensamiento un importantísimo salto cualitativo. ¡He allí un nivel bastante elevado de la conciencia proletaria, de clase para sí, en la lucha del obrero por la revolución proletaria o el socialismo!

¿Acaso eso no es ser marxista sin la obligatoriedad de haber estudiado “El Capital”? Claro, ojalá, sean muchos los proletarios capaces de estudiar y entender el contenido de “El Capital”, porque así les resultaría mucho más fácil no sólo expandir conciencia revolucionaria sino, igualmente, crear organización revolucionaria en la lucha contra el capitalismo y por el socialismo.

En fin, camaradas, el proletario –en general- no tiene tiempo para invertir horas diarias estudiando “El Capital” para descifrar correctamente tasa de ganancia; cómo se divide la plusvalía en ganancia, interés y renta; cómo se aplica la ley del valor en el terreno de la competencia y otros elementos importantes de la economía capitalista, pero la experiencia sí le obliga a entender acertadamente que él sí es el productor de la riqueza, cómo lo explota el capitalista, que le trabaja una parte de su tiempo que no se lo remuneran (plusvalía), que cada día que pasa con su salario adquiere menos bienes para satisfacer sus necesidades, que constantemente la elevación del costo de la vida lo empobrece más, que el sindicato es una forma de organización gremial para la lucha económica pero que se requiere una forma política de organización para la toma del poder político, que la lucha por las reformas es importante pero que llega a un punto en que ¡de pronto!, la revolución proletaria está a la orden del día y representa la solución a todos sus problemas socioeconómicos. Ese es un marxista, aunque no se haya estudiado “El capital”. Y, para que se sepa, en el primer tomo de “El Capital”, aunque muchos o pocos Bernard Shaw disfruten burlándose de los proletarios, se encuentra la explicación científica de las bases objetivas de la revolución proletaria, cuando se deduce que la “expropiación de los expropiadores” es el final irrefutable y definitivo de la producción de plusvalía y de la concentración progresiva del capital.

Una pregunta, para finalizar esta opinión: ¿sería interesantísimo saber cuántos economistas, que son profesores en las universidades del mundo, dominan o explican completamente, para apoyarlo o refutarlo, el contenido de “El Capital” a sus estudiantes? Seguro, los economistas que bastante dominan “El capital” sabrán interpretar y desmenuzar correctamente la cita que insertaré de Rosa Luxemburgo y que yo, lo reconozco, no puedo hacerlo por no estar en capacidad de estudiar esa obra magistral del camarada Marx: “Si, por una parte, la ciencia de la economía, perfeccionada por Marx, es más que cualquier otra ciencia la base indispensable para el esclarecimiento del proletariado, entonces el proletariado con conciencia de clase es el único auditorio capaz de comprender las enseñanzas de la economía”.

Nunca jamás nos olvidemos de la savia dicha por Lasalle y aplicable esencialmente a la economía: “Cuando la ciencia y los trabajadores, polos opuestos de la sociedad, se abracen, aplastarán en su abrazo todos los obstáculos sociales”. Esto será mucho después de la toma del poder político, de un trecho bastante avanzado de socialismo fomentando las bases para la entrada de la etapa comunista y será, además, el tiempo en que ya “El Capital” habrá perdido demasiados rasgos de su vigencia en el capitalismo. ¿Será, ojalá los economistas nos respondan esta interrogantes, la economía una ciencia que perdurará por los siglos de los siglos?



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Freddy Yépez


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