Propongo éste, como grito de los combatientes revolucionarios bolivarianos, porque en efecto es Dios nuestra opción en la alternativa, cuya otra opción es muerte. El infunde el valor y el coraje que históricamente caracterizó al Ejército Libertador Bolivariano frente amenazas de muerte proferidas por cualquier imperio, como la que hoy despliega el imperio norteamericano contra la patria de Bolívar, por la decisión de ésta de ejercer soberanía sobre su riqueza petrolera; amenaza como la que vierte más abiertamente contra Irán, también por su petróleo. La misma motivación provocó las amenazas imperiales sobre Irak y sobre Afganistán y, hechas realidad, se extienden sobre sus territorios, pero sin doblegar a sus pueblos, como falsamente cacarea el imperio, pues no logra enseñorearse sobre ellos, como sí lo está, enseñoreado, sobre naciones de América Latina, Asia y Africa, cuyas mayorías mueren por enfermedad, hambre y miseria, sometidas por gobernantes serviles, o pacíficamente, por ignorancia, inocencia o indefensión al engaño y alienación de esa perversa forma de poder que ejercen medios de comunicación, que difunden intereses imperiales y defienden el despojo que éste hace de riquezas ajenas.
Propongo esa breve, pero imponente modificación a nuestro grito de combate, pues me enrolé en el ejército bolivariano bajo la autoridad de Dios y, por mandato Suyo, acepto sin remilgos el mando de Hugo Chávez y hoy, como en abril y diciembre del año 2002, me dispongo a combatir contra la muerte, que una vez más prepara contra nuestro pueblo el imperio norteamericano, a cuyas faldas se acuclillan, como entonces, algunos países europeos y un decadente imperio religioso, que medró siempre a los pies del poderoso y traicionó a los pobres y necesitados; imperio en decadencia éste, falsamente espiritual, que carece de la fe que dice profesar y teme más a la desaparición de su influencia y su poder, que a la justicia de Dios; imperio religioso que no teme a una justicia en la que no cree, y la ignora, cuando compra con dinero a la justicia terrenal, para evadir responsabilidad por actos de los suyos contra la dignidad humana.
Propongo esa modificación a nuestro grito de combate, frente a la amenaza que se cierne sobre nuestra voluntad, la de caribeños y latinoamericanos, de unirnos en una sola patria, libre, de justicia, de amor y de solidaridad, valores que fundamentan al socialismo bolivariano y que, como el alba, despliegan luz de esperanza desde Alaska a la Patagonia. Finalmente advierto, a quienes se pliegan con pusilanimidad al poder imperial, toman de éste prestada la soberbia, para humillar a sus hermanos y hacen coro al desafío imperial contra Dios Omnipotente ¡No habrá otro desenlace, VENCEREMOS!
