Si Luís Ignacio Lula Da Silva, Presidente de Brasil, no es reelegido en la primera vuelta, del 1º de octubre, será el inicio de su derrota, objetivo del gobierno de Estados Unidos, para frenar la integración suramericana y aislar al Presidente Chávez.
Para impedir la reelección de Lula, por su condición de Presidente en ejercicio de Brasil, la estrategia estadounidense es parecida, pero no igual, a la empleada contra Ollanta Humala en el Perú y contra Andrés Manuel López Obrador en México. Para el caso de las elecciones de Brasil, el gobierno de Bush recurre a la intriga, para evitar que Lula identifique su aspiración con el liderazgo que ejerce junto a Chávez en América del Sur. En las naciones inca y azteca la estrategia estuvo a cargo de los mandatarios, Alejandro Toledo y Vicente Fox, quienes institucionalizaron contra Chávez la acusación de intervenir en asuntos internos de sus países, acusación que medios de comunicación convirtieron en matriz de opinión, que obligó a los candidatos Humala y López Obrador a distanciarse de Chávez, a confundir al electorado, hasta culminar con sus derrotas, en procesos electorales que se presumen fraudulentos.
Hecha pública su aspiración a la reelección, por el Presidente Lula, el 26 de junio de este año, los sondeos de opinión muestran cifras que fluctúan y lo favorecen hasta ahora y ligeramente, para la primera vuelta, condición óptima para la estrategia estadounidense. Una estrategia similar favoreció el silencio cauteloso adoptado por Humala, frente al hostigamiento de medios de comunicación, el gobierno de Toledo y el candidato del APRA. Esta misma estrategia fue empleada en Bolivia, para apoyar a Quiroga, frente a Evo Morales. Morales mantuvo firme su identificación con Chávez y el fracaso de Humala en el Perú contrasta con el triunfo de Evo Morales en la nación del altiplano e indica cual es la respuesta efectiva, frente a la estrategia estadounidense para evitar el triunfo de candidatos nacionalistas en nuestros países.
Por su parte, y si bien Lula se refirió a la intriga, en alocución del 4 de julio pasado en Caracas, con ocasión de la incorporación plena de Venezuela al MERCOSUR, pareciera que no ha podido liberarse de ella. Y en efecto, la intriga estadounidense ha dado frutos en su propósito de impedir su reelección. Partamos por ejemplo, de la reunión celebrada en Iguazú, el 5 de mayo, presente también Evo Morales. Tras la partida de Chávez para Africa, Lula y Kirchner confirmaron el interés de ambos por el Gasoducto del Sur y por el viaducto que se derivaría de su construcción, pero omitieron la prioridad, y oportunidad en el caso de Lula, de identificar la comunión política y voluntad integracionista que une a los cuatro frente a la estrategia para evitar esa identificación, debilitar la candidatura de Lula a la reelección y en definitiva la integración.
A dos meses de las elecciones, Lula insiste en la omisión, no identifica su aspiración con el proceso político que lidera junto a Chávez y que despertó a la América Latina y Caribeña con la esperanza de un futuro mejor. Esa omisión es contradictoria con el éxito del proceso, le niega a su aspiración su firmeza y voluntad integracionista y sugiere la duda que lo embarga, acerca de los efectos favorables en Brasil de su vínculo con Chávez y de la incorporación de Venezuela al MERCOSUR. El Presidente de Brasil no percibe la fuerza de la esperanza que florece en las naciones suramericanas, la suya incluida, víctima de una estrategia que fomenta sus titubeos y temores, frente a la avalancha de voluntades y sentimientos que Caracas despertó. Despertar de América Latina y Caribeña, que ya se expresó en el resultado electoral de Bolivia, aún y cuando los medios de comunicación pretendan, por el contrario, atribuirle al Presidente venezolano el fracaso de los candidatos peruano y mexicano. La estrategia estadounidense esperará hasta cuando no haya tiempo para que Lula revierta cifras adversas en los sondeos de opinión y sea tarde para que, al ser atacado sobre el tema, defienda su identificación política con el proceso que lidera junto a los otros tres presidentes suramericanos.
