Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en: El capítulo XXIII de “El Capital” (XV)

¿Cuáles fueron las consecuencias para los obreros irlandeses que quedaron atrás, liberados ya de la sobrepoblación?

Que la sobrepoblación relativa hoy es tan grande como antes de 1846, que el salario se mantiene en el mismo nivel bajo, que el trabajo es más extenuante que antes, que la miseria en el campo empuja hacia una nueva crisis. Las causas son simples. La revolución en la agricultura va a la par de la emigración. La producción de sobrepoblación relativa le tomó la delantera a la despoblación absoluta. Una mirada a los cuadros estadísticos muestra que la transformación de tierras de labor en pasturas tiene que operar de manera mucho más aguda en Irlanda que en Inglaterra. En ésta, con el acrecentamiento de la ganadería aumenta el cultivo de hortalizas; en Irlanda, dicho cultivo disminuye. Mientras que grandes extensiones de tierras antes cultivadas quedan en barbecho o se transforman de manera permanente en pasturas, gran parte de la tierra baldía y las turberas sirven hoy para la expansión de la ganadería. Los arrendatarios pequeños y medianos incluyo entre ellos todos los que no cultivan más de 100 acres siguen siendo, aproximadamente, 8/10 del total. La competencia de la agricultura practicada con métodos capitalistas oprime progresivamente, en grado mucho más intenso que antes, a ese tipo de arrendatarios, que por consiguiente suministran de manera constante nuevos reclutas a la clase de los asalariados. La única gran industria de Irlanda, la fabricación de lienzo, requiere relativamente pocos varones adultos y en general ocupa, pese a la expansión que experimentó a partir del encarecimiento del algodón, sólo a una parte proporcionalmente insignificante de la población. Al igual que toda otra gran industria, la del lienzo, mediante oscilaciones continuas, produce en su propia esfera una sobrepoblación relativa, incluso aunque aumente en términos absolutos la masa humana absorbida por ella. La miseria de la población rural constituye el pedestal de gigantescas fábricas de camisas, etc., cuyo ejército de trabajadores, en su mayor parte, está disperso por el campo. Volvemos a encontrarnos aquí con el sistema de la industria doméstica, ya descrito anteriormente, que dispone de dos recursos metódicos para convertir en "supernumerarios" a los obreros: pagar de menos y hacer trabajar de más. Por último, aunque la despoblación no surtió efectos tan destructivos como los que habría ocasionado en un país de producción capitalista desarrollada, no tuvo lugar sin repercusiones constantes. La emigración no sólo deja a sus espaldas casas vacías, sino también caseros arruinados. La baja total de su consumo crea en el mercado interno un vacío permanente, que se hace sentir sobre todo entre los tenderos modestos, los artesanos y los pequeños industriales en general. Cada nuevo éxodo arroja una parte de la pequeña clase media al proletariado.

El salario del obrero agrícola en la región de Dublín, el salario máximo del jornalero rural irlandés, es en estos momentos, pese a los elevados precios de los artículos de primera necesidad, de 7 chelines. De esto se desprende cuál será el nivel de ese salario en los distritos apartados puramente agrícolas. Baste un ejemplo para caracterizar incluso la situación del obrero industrial irlandés calificado.

"En mi reciente visita al norte de Irlanda", dice el inspector fabril inglés Robert Baker, "me sorprendió el esfuerzo que realizaba un obrero calificado irlandés para procurarles educación, pese a sus escasísimos recursos, a sus hijos. Reproduzco textualmente sus declaraciones, tal como las recogí de sus labios. Se trata de un obrero calificado, como lo demuestra el hecho de que se lo emplee en la producción de artículos para el mercado de Manchester. Johnson: Soy agramador y trabajo de 6 de la mañana a 11 de la noche, de lunes a viernes; los sábados terminamos a las 6 de la tarde y tenemos 3 horas para comer y descansar. Tengo 5 chicos. Por ese trabajo gano 10 chelines y 6 peniques semanales; mi mujer también trabaja y cobra 5 chelines por semana. La muchacha mayor, de 12 años de edad, está a cargo de la casa. Es nuestra cocinera y la única ayudante que tenemos. Prepara a los hermanos menores para ir a la escuela. Mi mujer se levanta conmigo y salimos juntos. Una muchacha que pasa delante de nuestra casa me despierta a las 5.30 de la mañana. No comemos nada antes de ir al trabajo. La chica de 12 años cuida a los más pequeños durante todo el día. Desayunamos a las 8 y vamos para eso a casa. Tenemos té una vez por semana; los demás días comemos una papilla, a veces de harina de avena y otras veces de harina de maíz, según lo que podamos conseguir. En invierno agregamos algo de azúcar y agua a la harina de maíz. En verano cosechamos algunas papas, plantadas por nosotros en un pedacito de terreno, y cuando se terminan volvemos a la papilla. Así van las cosas, un día tras otro, todo el año. De noche, cuando termino de trabajar, siempre estoy muy cansado. Excepcionalmente comemos un bocado de carne, pero muy raras veces. Tres de nuestros hijos van a la escuela; pagamos para ello 1 penique por cabeza, cada semana. Nuestro alquiler es de 9 peniques semanales, la turba y el fuego nos cuestan por lo menos 1 chelín y 6 peniques por quincena". He aquí los salarios irlandeses, he aquí la vida irlandesa!.

En verdad, la miseria de Irlanda está de nuevo en el orden del día en Inglaterra. A fines de 1866 y comienzos de 1867, lord Dufferin, uno de los magnates rurales irlandeses, se ocupó en el "Times" de la solución que debía darse al problema. "Qué actitud tan humana la de este gran señor!".

De las cifras estadísticas se desprende que mientras que en 1864 de las 4.368.610 libras esterlinas de ganancia total, 3 forjadores de plusvalor sólo se embolsaron 262.819 libras esterlinas, los mismos 3 virtuosos del "renunciamiento" se embolsan en 1865, en cambio, 274.528 libras esterlinas de las ganancias totales, que se elevan a 4.669.979 libras esterlinas; en 1864 a 26 fabricantes de plusvalor les tocan 646.377 libras esterlinas, y en 1865 a 28 de estos señores les corresponden 736.448 libras esterlinas; en 1864, 121 forjadores de plusvalor se embolsan 1.076.912 libras esterlinas, y en 1865 son 150 los caballeros que se reparten 1.320.906 libras esterlinas; en 1864, 1.131 hacedores de plusvalor se quedan con 2.150.818 libras esterlinas, casi la mitad de la ganancia global anual, y en 1865, 1.194 plusvaloristas se distribuyen 2.418.833 libras esterlinas, más de la mitad de la ganancia global anual. Sin embargo, la parte del león de la renta nacional anual, devorada por un número insignificantemente pequeño de magnates agrarios en Inglaterra, Escocia e Irlanda, es tan monstruosa que la sabiduría del estado inglés ha considerado oportuno no suministrar, con respecto a la distribución de la renta de la tierra, los mismos materiales estadísticos que en el caso de la distribución de la ganancia. Lord Dufferin es uno de esos magnates rurales. Sostener que los registros de rentas y las ganancias puedan alguna vez ser "supernumerarios", o que su plétora esté vinculada de alguna manera a la plétora de la miseria popular, es, naturalmente, una idea tan "poco respetable" como "malsana". Él se atiene a los hechos. Y los hechos son que a medida que decrece el número de la población irlandesa, los registros irlandeses de rentas abultan cada vez más; que la despoblación "beneficia" al terrateniente, y por tanto también al suelo, y por ende también al pueblo, el cual no es más que un accesorio del suelo. Lord Dufferin declara, pues, que Irlanda está todavía sobrepoblada y que la corriente emigratoria fluye aún demasiado perezosamente. Para ser plenamente feliz, Irlanda tendría todavía que dejar salir 1/3 de millón de trabajadores, cuando menos. Y no se piense que este lord, que tiene además su veta de poeta, es un médico de la escuela de Sangrado, aquel que apenas advertía que el paciente no había experimentado mejoría alguna le recetaba una sangría, y otra sangría más hasta que el enfermo perdía, amén de la sangre, su enfermedad. Lord Dufferin se limita a exigir una nueva sangría de 1/3 de millón, en vez de pedir una de aproximadamente 2 millones, sin cuya supresión, en realidad, no podrá establecerse el reino milenario en Erín.

De 1851 a 1861, la concentración ha destruido principalmente fincas arrendadas de las tres primeras categorías, las de menos de 1 y no más de 15 acres. Son ellas las que tienen que desaparecer ante todo. Esto arroja el resultado de 307.058 arrendatarios "supernumerarios"; calculando la familia según una media, baja, de 4 individuos, tenemos 1.228.232 personas. Si partimos del extravagante supuesto de que una vez llevada a cabo la revolución agrícola se podría absorber nuevamente una cuarta parte de aquéllas, quedarían 921.174 personas a las que habría que hacer emigrar. Las categorías 4, 5 y 6, de más de 15 acres y no más de 100, son, como se sabe desde hace tiempo en Inglaterra, demasiado pequeñas para el cultivo cerealero capitalista, y para la cría de ovejas se las puede considerar casi como magnitudes evanescentes. Conforme a los mismos supuestos enunciados antes tendremos, pues, 788.761 personas más destinadas a la emigración; suma: 1.709.532. Y como comer abre el apetito, los ojos del registro de rentas pronto descubrirán que Irlanda sigue siendo miserable con 3 1/2 millones de habitantes, miserable por sobrepoblada, y que por tanto su despoblación tiene que ir mucho más allá para que la isla cumpla su verdadero destino: el de ser una pradera de ovejas y vacas para Inglaterra. "Las leyes cerealeras inglesas de 1815 aseguraban a Irlanda el monopolio de la libre exportación de granos a Gran Bretaña. Favorecían artificialmente el cultivo de cereales, pues. Con la derogación de las leyes cerealeras en 1846, se puso término súbitamente a ese monopolio. Prescindiendo de todas las demás circunstancias, ese solo acontecimiento bastaba para imprimir un poderoso impulso a la transformación de la tierra labrantía irlandesa en praderas para ganado, a la concentración de las fincas arrendadas y al despojo de los pequeños campesinos. Luego de haber celebrado de 1815 a 1846 la fertilidad del suelo irlandés, declarando vocingleramente que la naturaleza misma lo había destinado al cultivo cerealero, repentinamente los agrónomos, economistas y políticos ingleses descubrieron, a partir de ese momento, que no servía más que para producir forraje! El señor Léonce de Lavergne se apresuró a repetirlo del otro lado del Canal. Es muy propio de un hombre <> à la Lavergne el dejarse arrastrar por esas niñerías".

Este lucrativo método, como todo lo bueno en este mundo, tiene sus inconvenientes. Con la acumulación de la renta de la tierra en Irlanda corre parejas la acumulación de los irlandeses en América. El irlandés, desplazado por vacas y ovejas, reaparece allende el océano como muertos por el hacha de los indios. Y frente a la vieja reina de los mares se alza, amenazante y cada vez más amenazadora, la joven y gigantesca república.

Acerbo destino aflije a los romanos,

el crimen del fratricidio.


nicolasurdaneta@gmail.com


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Nicolás Urdaneta Núñez


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