Lo que vi ayer…

  1. Ayer sábado acompañé a la señora Lila (pronto cumplirá 85 años) a retirar la ayuda del gobierno para su bienestar nutricional. Llegamos a la diez de la mañana a la Escuela José Ignacio Guerra, Pedregosa Sur, y encontramos que el sector estaba abarrotado de ancianos y personas en situación especial, algunos de ellos en sillas de rueda. Puro pueblo, el pueblo más puro y noble.
  2. A las diez y media llegó un camión cargado con hortalizas y verduras. Vi una cadena de gente de la comunidad y milicianos llevar cargamentos de cambures, enormes auyamas, sacos de papa, calabacines y zanahoria, racimos de plátano, repollos y naranjas…
  3. Les tomaban la talla y el peso a los ancianos, y la gente iba haciendo pacientemente la cola. La gente se abrazaba y reía, echaba cuentos, amasaba el momento con los últimos relatos de las severas vaguadas en los Andes.
  4. Mientras esperaba, me fui a la parte interior de la Escuela y en un amplio patio techado un grupo de jóvenes, unos treinta, hacían gimnasia y danzaban bajo la dirección de tres profesoras. Se colgaban de unos trapecios y también de unas cintas de colores y se dejaban caer con la cabeza hacia abajo y giraban como trompos. Me asombraba la pericia y la habilidad de sus movimientos. Había niñas de cuatro y cinco años en estos ejercicios. Exquisita música clásica llenaba el espacio. Y me pregunté: ¿Quién aquí podría estar pensando en irse por los infiernos del Darién? Nadie.
  5. Aquí puede que haya dificultades, como en cualquier lugar del mundo, pero absolutamente nadie puede decir que pase hambre y que no tenga un techo. Vi gente de la tercera edad muy repuesta, llena de vigor y presta a cumplir sus funciones en la nueva estructura de los Consejos Comunales.
  6. Lo que realmente vuelve loca a la gente son esos deseos y quereres extraños que corren por las redes y que les meten en la cabeza sobre todo a los muchachos. Unas especies de sueños dorados, que cuando los consiguen les destruyen sus vida para siempre. Pensé en Schonpenhauer quien decía que cuando el hombre no tiene nada en la cabeza se crea caprichos y necesidades para que creer que está vivo. Y llama libertad la locura de autoflagelarse o hasta el lanzarse por un barranco o un abismo.
  7. El hombre que carece de ideas que intercambiar, que de pronto comienza a buscar otra vida porque cree que ésta está en otro lugar, allá lejos en el Norte, desarrolla una potencia y una voluntad destructiva de sí mismo que lo lleva a una "felicidad" que para nada se encuentra en su interior. Y así va dando tumbos, sin destino, convertido en un muñeco de guiñol que cualquiera puede hacer con él lo que le dé la gana.
  8. Allí me estuve unas dos horas en una mañana soleada y fresca, contemplando toda una actividad armoniosa y muy bien organizada. Nada de esto jamás se vio en la IV República, que comunidades enteras, por sus propios medios estuviesen llevando tan bien una actividad como esta de distribución de alimento para los más necesitados.
  9. Pensando, como digo, estaba allí, recordando a ese pensador alemán que debería de ser de lectura obligatoria en todas las escuelas. En medio de todo, que digno de lástima podemos llegar a ser los hombres en este mundo tan desgarrado, tan desfigurado y desquiciado. Los que dejan sus vidas aquí por tragar lágrimas y barro, miserias, desprecios y miasmas y cogen para allá lejos, en busca de una supuesta libertad que está en tener puramente billetes "para darse la gran vida". ¿y cuál es esa gran vida? ¿En qué consiste?... Locura total.
  10. Volví a casa y le dije a mi mujer: "-Estuve en una película con un final lleno de encanto y de amor, que ojalá todos en Venezuela pudiéramos vivir y contar a los demás". Y le eché la historia ella y no lo podía creer.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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