Salud Mental Colectiva Decolonial de los Pueblos

Ayuda humanitaria e intervención humanitaria, distorsiones y perversiones en su aplicación

La salud mental colectiva decolonial, busca entender y aproximarse a las experiencias de salud en contextos históricos y sociales específicos, especialmente en territorios que han sido afectadas por el colonialismo, la colonialidad y la intervención extranjera. En este artículo intentamos develar la intersección entre la salud mental colectiva decolonial y su categoría subjetividad con la ayuda humanitaria y los principios de la intervención humanitaria propuestos por las Naciones Unidas, analizando cómo estas estrategias humanitarias se relacionan con la categoría fundamental de la Salud Colectiva la determinación social de los procesos de salud-enfermedad, el derecho humano a la vida, la salud y la gestión participativa en salud.

La determinación social de la salud se refiere a cómo los procesos históricos, sociales, económicos y políticos influyen en la salud-enfermedad. La determinación social implica que las condiciones en las que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen son cruciales para su bienestar en el devenir de la vida. Este enfoque desmedicaliza la salud colectiva al centrarla en contextos territoriales que es donde se realizan cotidianamente la determinación social de la salud/enfermedad, promoviendo una mirada "otra" que trasciende el enfoque singular y enfermológico público desde nuestros ministerios de salud.

La relación entre territorio, cuidados integrales y salud es fundamental. La salud mental colectiva debe considerar el contexto territorial donde se desarrolla la convivencia cotidiana de los pueblos. Esto incluye reconocer las luchas históricas por el territorio que han enfrentado los pueblos indígenas y otros grupos marginados como los campesinos. Los cuidados integrales implican un enfoque participativo de la gestión en salud territorial de las instituciones públicas, donde las comunidades como pueblo organizado sean coprotagonistas en el diseño e implementación de políticas públicas, programas y proyectos de salud territorializadas junto al Estado-Nación.

La garantía por parte del Estado-Nación del derecho humano, constitucional y social de salud asociado a la vida y acceso a servicios de salud adecuados, en situaciones de necesidad de ayuda o intervención humanitaria deben respetar la vida, la salud y la participación, asegurando que las comunidades afectadas tengan voz en las decisiones que afectan su bienestar; la subjetividad en el contexto de la salud mental colectiva implica reconocer cómo las experiencias singulares están entrelazadas con dinámicas sociales más amplias. La propuesta de un giro decolonial enfatiza la importancia de integrar epistemologías no eurocéntricas en el campo de la salud mental colectiva.

La salud mental colectiva, desde una perspectiva decolonial, se fundamenta en la reconstrucción del tejido social y cultural actual de los pueblos, priorizando sus cosmovisiones, prácticas y valores ancestrales que colocan la protección de la vida, la salud y la naturaleza por encima de intereses geopolíticos y crematísticos de dichas ayudas e intervenciones. En este contexto, la ayuda humanitaria y la intervención humanitaria, aunque concebidas como estrategias para aliviar el sufrimiento humano en contextos de crisis, han sido objeto de severas críticas por sus aplicaciones distorsionadas y en ocasiones perversas.

En muchas situaciones, estas prácticas se han desvinculado de sus propósitos originales, convirtiéndose en estrategias de dominación geopolítica, imposición de saberes y valores culturales ajenos, además de alienación ideológica de las subjetividades de los pueblos, reiteramos una vez más que, categorizamos la salud mental colectiva, como el encuentro entre las tres grandes subjetividades del ser humano, el ser, el amar y el tener-estar. En este artículo intentamos descubir y develar estas distorsiones, destacando su impacto en la salud mental colectiva de los pueblos y proponiendo una mirada decolonial y contra hegemónica, a la mirada de la salud mental desde la enfermedad.

La salud mental colectiva decolonial entiende el bienestar mental no solo como una ausencia de enfermedad, sino un proceso de equilibrio y tensión entre las subjetividades del ser, del amar, como subjetividades constitutivas alterativas del yo y el nosotros, un territorio con realidades de igualdades-desigualdades, justicias-injusticias, inclusiones-exclusiones, que hacen más felices y satisfactorias o infelices e insatisfactorias la vida, la salud y el bien-estar en dichos territorios. Este enfoque reconoce la importancia de la autodeterminación de las cosmovisiones locales, así como el papel central de la historia y la memoria colectiva en la configuración de la subjetividad "no alienadas" que subyace a la salud mental.

Sin embargo, las intervenciones externas, necesarias cuando son solicitadas por gobiernos y pueblos, en otras oportunidades a la fuerza, es frecuente que estén marcadas por visiones coloniales eurocéntricas, paternalistas y subalternizadoras e inferiorizantes, porque han ignorado las prácticas tradicionales y los saberes locales, debilitando la cohesión social. Esto ha generado fracturas culturales que dificultan la reconstrucción de un bienestar colectivo saludable.

La ayuda humanitaria busca ofrecer apoyo inmediato en situaciones de crisis, mientras que la intervención humanitaria involucra acciones más amplias, a menudo respaldadas por legislaciones internacionales, como el principio de "Responsabilidad de Proteger" de la ONU. Aunque sus propósitos iniciales son nobles, en muchos casos estas prácticas han sido instrumentalizadas con fines geopolíticos y económicos intervencionistas que violan las relaciones internacionales, derecho internacional y la soberanía de los pueblos.

Históricamente, intervenciones justificadas como "humanitarias" han resultado en ocupaciones prolongadas, saqueo de recursos y desestabilización de gobiernos y sociedades enteras; el ejemplo histórico más emblemático en Nuestramérica, es el hermano pueblo de Haití, el primero en lograr su independencia de Francia y por ser mal ejemplo para los otros países, según la lógica imperial, hasta hoy ha sido saqueado, humillado y asesinado ante la mirada un tanto expectante, poco solidaria de los otros pueblo nuestroamericanos, las medidas coercitivas unilaterales, son otras formas de intervención en Nuestrámerica, no solicitadas por gobiernos legítimamente elegidos, ni sus pueblos, bajo el pretexto de combatir el comunismo y el tráfico de drogas ilícitas.

La instrumentalización de la ayuda humanitaria o intervenciones militares humanitarias han dado lugar a prácticas que desvirtúan su propósito. En muchos casos, estas acciones no solo han fracasado en aliviar el sufrimiento, sino que han exacerbado las desigualdades, injusticias, exclusiones y el trauma colectivo, como el citado de nuestro pueblo hermano haitiano

Las consecuencias para la salud mental colectiva decolonial incluyen:

  • Desarraigo o aculturación cultural: La imposición de valores ajenos sobre pueblos y comunidades receptoras de la ayuda o intervención humanitaria.

  • Traumas colectivos: La experiencia de intervenciones violentas o desarticuladoras del tejido familiar y social.

  • Dependencia: La creación de sistemas que perpetúan la dependencia en lugar de fomentar la autonomía.

  • Genocidios, etnocidios, epistemicidios.

Las ONG y otros actores involucrados, también han sido cuestionados por su falta de transparencia, por operar según agendas aliadas a los países imperiales y agencias de inteligencia internacionales con propósitos antinacionales y antiregionales.

Una perspectiva decolonial para la Ayuda Humanitaria debe reconocer y respetar las voces de los pueblos afectados, lo que implica: a) Autonomía y liderazgo local, que priorice soluciones propuestas corresponsables por gobiernos y pueblos; b) Respeto a las cosmovisiones de los pueblos, especialmente donde conviven pueblos originarios, integrar los saberes ancestrales en las estrategias de ayuda; c) Justicia social y soberanía, garantizar que las intervenciones no socaven la autodeterminación soberana de pueblos originarios y Estados-Naciones.

Reflexiones finales: La intersección entre salud mental colectiva, ayuda humanitaria e intervenciones propuestas por las Naciones Unidas destaca la necesidad urgente de adoptar enfoques que respeten las relaciones internacionales, el derecho internacional, los derechos humanos, derechos constitucionales y la soberanía nacional.

Es esencial promover una gestión participativa en salud que reconozca la determinación social como categoría clave en el bienestar colectivo de la convivencia en los territorios.

La transformación desde una praxis decolonial para facilitar espacios donde las comunidades organizadas puedan ejercer su derecho a decidir sobre su propia salud y bienestar, desafiando estructuras opresivas impuestas por intervenciones "humanitarias" externas.

Las estrategias de ayuda humanitaria e intervención humanitarias necesitan una transformación profunda para alinearse con los principios de la salud mental colectiva decolonial. Esto requiere un cambio de paradigma que priorice la justicia social, el respeto por las culturas locales y la construcción de relaciones respetuosas y equitativas entre pueblos y Estados-Naciones.

En última instancia, la verdadera ayuda humanitaria e intervención humanitaria, no puede separarse del reconocimiento y la valoración de la soberanía de los pueblos. Solo así se podrá avanzar hacia un modelo de solidaridad internacional que realmente fomente el bienestar colectivo.

Un modelo decolonial de ayuda humanitaria e Intervención humanitaria debe sustentarse en una ética de la liberación, aquella que reconoce a los otros pueblos como iguales, sin subalternizaciones e inferiorizaciones de ningún tipo, es una ética de la alteridad.

El reclamo a las Naciones imperiales del Norte Global, es un reclamo no solo geopolítico de respeto a las Relaciones Internacionales, al Derecho Internacional y Soberanía de los pueblos, pero sobretodo es una exigencia e Imperativo categórico ético de reconocimiento de alteridad y de respeto a la vida de nuestros pueblos.



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Pedro Alcalá Afanador

Doctor en Ciencias Gerenciales - Doctor en Ciencias Sociales - Especialista en Salud Pública - Psiquiatra - Médico Cirujano

 alcalaafanadorp@gmail.com      @alcalaafanadorp

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