Doña Barbarie

—¿Qué está leyendo profesor? Que lo veo muy concentrao en el libro. Perdone que lo moleste si al caso viene.

—Cómo está usted. Aquí leyendo a Don Rómulo Gallegos que expone la dicotomía barbarie-civilización en su novela «Doña Bárbara», con lo cual determina la distinción campo-ciudad.

Que tal vez trajo aquella desafortunada expresión «Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra». Indudablemente no está, en ningún momento, en la intención del literato tamaña deformación.

—Así será como usted dice. Esa novela es buena, yo una vez la leí hace tiempo. Y sígame contando que usted es un hombre facurto en el tema.

—El asunto no es que el personaje sea caraqueño, sino que éste se ha educado a nivel universitario. Y esta educación según la concepción positivista podía permitir el dominio de las bajas emociones.

Por lo que en la novela la distinción campo-ciudad, se refiere a lo bárbaro y a lo educado. Ahora bien, se entiende la distinción sabiendo que las universidades radican en las ciudades. De allí lo rural-urbano.

—Aja. Lo oigo siga usted.

—Por lo cual, en el pensamiento positivista hay una preeminencia por lo urbano, en tanto éste representa la posibilidad real y cierta de la educación ante lo bárbaro.

Siempre entendiendo esta dicotomía como el enfrentamiento entre razón y emoción. Una emoción que no puede contenerse en sí mismo porque el sujeto carece de la razón educada que la pueda contener.

—Por eso que Rómulo Gallegos pone a la gente en el llano, verdad.

—Tal preeminencia por lo urbano da píe posiblemente a la desafortunada expresión caraqueña. Que de por sí es una expresión deformada, ya que solo toma en consideración el privilegio de lo urbano en tanto urbano; en tanto ciudad física, esto es, lo meramente arquitectónico y urbanístico. Edificios más grandes y grandes autopistas.

En eso convierte el dicho popular de la distinción campo-ciudad.

—Así es, como usted mienta.

—Sin embargo, con la vuelta de los años la mencionada dicotomía se hace inversa. Con esto quiero decir que la barbarie se asienta en la ciudad y no en el campo. No es que el campo se haya vuelto racional o que domine por medio de la razón a las emociones. No.

La relación se ha invertido debido al grado de violencia urbana que ha existido en las últimas décadas. Aunque en estos últimos años la violencia se ha generalizado a tal nivel que ya ni el campo es un lugar apacible ni seguro. Pero retorno a las últimas décadas, la violencia en las ciudades y en particular en Caracas hizo que muchas personas se mudaran de la ciudad para buscar algo de tranquilidad en ciudades más pequeñas.

—Mucha matazón en las ciudades, a un primo mío le pegaron un tiro.

—La barbarie se adueñó de lo urbano. La ciudad dejó de ser un lugar seguro. En la historia de las ciudades podemos apreciar que éstas eran el lugar de la seguridad; del límite frente a lo ilimitado; de la razón frente a la hybris.

Las ciudades en Venezuela, durante las últimas décadas del siglo XX y primeras del XXI, dejaron de ser ese lugar de civilización. Aunque las universidades seguían teniendo sus sedes en ellas, la barbarie dominó y se apropió del espacio urbano, lo hizo suyo. Las ciudades ahora representaban la barbarie, la desmesura en el contexto nacional. Aquella pretensión o descripción de «Doña Bárbara» se había esfumado.

—Y toavia hay plomamentazón en todos lados. Parece que estuviésemos en guerra.

—La ciudad, tal vez por primera vez en la historia, dejó de ser el lugar del resguardo de la civilización. Estoy utilizando el término civilización en su sentido de civilidad, de ciudadanía. Se convirtió la ciudad en la sede de lo bárbaro, aun con grandes edificios y grandes autopistas. La delincuencia, en su aspecto más feroz, es lo que ha imperado en el ámbito urbano.

—En esta ciudad ya no se puede vivir. Si no lo agarra el chingo lo agarra el sin nariz, pero alguien lo agarra.

—La caída de nuestras ciudades en ese estado de ferocidad se esconde en su pretensión cosmopolita, que necesariamente ha tenido que crear un apartheid urbano, una burbuja para que la pretensión de civilización pueda sobrevivir. Por lo demás, la ciudad sigue moviéndose en la desmesura, en lo bárbaro. Esto es lo más destacado.

No obstante, señalamos antes que la violencia se ha generalizado en el país. Ya ni el campo ni la ciudad son lugares seguros para vivir. Esto es porque la barbarie ha dominado, debido a diferentes causas, el territorio nacional. En cualquier lugar de la nación cualquier persona advierte al visitante o al nuevo residente de los lugares a los que no tiene que ir o con los cuales debe tener cuidado.

—Violencia pareja. Le dijo que al primo le dieron su pepazo, y a un compadre le dieron una diabla porque no tenía ni medio cuando lo fueron a robar.

—Aquella dicotomía pareciese que se ha estrechado y que ha ganado terreno el lado de la desmesura.

Tal vez por eso sea necesario pensar la ciudad tanto como ciudad física y, principalmente, la ciudad como el ámbito constituido por un hacer ciudadano y una norma política que unifica a los individuos en un Estado, es decir, la ciudad como una unidad jurídica-política-social, configurada por la ley.

La ciudad así concebida es como la interrelación entre el ciudadano y el Estado, como vida pública ejercida en la administración del régimen de gobierno. La ciudad es pensada como el modo mejor de vida, como la forma más apta de sociedad al integrar los intereses del individuo con los del Estado.

—Así como usted lo dice suena muy bonito. Todo en armonía como debiese ser y no este malandraje.

—Olvidando así la dicotomía positivista por reduccionista y la expresión caraqueña por despectiva. Para dar cabida a una mejor forma de vivir sea ésta urbana o rural; para poder rescatar esa ciudadanía extraviada que ha desvirtuado a la ciudad y a la nación como el conjunto jurídico-político-social y cultural que son. Donde el ciudadano tenga la posibilidad de realizar su vivir, y no esté convertido en una estadística fúnebre.

—Así sería muy bueno vivir. Que uno pudiese salir a la calle sin andar asustao. La gente no haya dónde meterse el celular cuando va por la calle.

Bueno profesor muchas gracias, muy buena la conversa pero voy comprar un compuesto nos vemos más tarde. Aunque la cosa está que arde. Y le dijo algo: Por ahora, apriete.



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Obed Delfín


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