Ahora resulta que, para algunos afiebrados defensores del “proceso” revolucionario en Venezuela, es prácticamente una herejía expresar públicamente críticas o preocupaciones ante determinada irregularidad administrativa, malos manejos o atentado contra la cosa pública.
Pretenden que los revolucionarios se conviertan en eunucos mentales, sin derecho a expresar libremente angustias y preocupaciones, solo para no herir susceptibilidades, o evitar que la oposición perciba algún resquebrajamiento en perjuicio de “la unidad del chavismo”.
Precisamente, lo que propone el presidente Chávez es todo lo contrario: frecuentemente estimula la libre participación sin manipulaciones ni medias verdades. El sabe que se trata de un elemento fundamental para construir un partido unido, que será fundamentalmente responsable de señalarles a los venezolanos el camino hacia un socialismo regido por pensamientos y sentimientos nacionalistas, con altos valores y principios.
Por otra parte, en el panorama político del país, desde el punto de vista filosófico, solo el socialismo presenta una alternativa real para terminar con ese desmedido afán de lucro capitalista, depredador del ser humano, que no toma en cuenta condiciones de vida, raza, credo o sexo.
Se trata de ese socialismo inspirado en el cristianismo, que puede llevarnos a una forma de vida más justa, igualitaria, regida por una economía auto sustentable, independiente de la renta petrolera, para apoyarse en la explotación de las riquezas minerales alternativas como bauxita, carbón, oro, hierro, diamantes, gas natural, recursos forestales, agrícolas y pecuarios.
Por tanto, es muy importante lo que está en juego para decidir optar por la salida más cómoda: barrer la basura debajo de la alfombra, mientras los infiltrados antipatriótas disfrazados de chavistas hacen de las suyas en la administración pública, enriqueciéndose al más puro estilo de la Cuarta República.
Tenemos que alertar sobre situaciones como la que sucede en PDVSA, cada vez menos “roja rojita” y no como piensa el ministro del Poder Popular de Energía y Petróleo, Rafael Ramírez. Ahí están, de nuevo, algunos gerentes que estuvieron involucrados en el paro petrolero moviendo piezas. Es decir, desde hace algún tiempo vienen colocando empleados de su confianza en puestos claves.
Lo mismo sucede en la Fiscalía General de la República, la Asamblea Nacional, Seniat, Instituto Venezolano de los Seguros Sociales; en fin, prácticamente, en gran parte de la administración pública. No podemos olvidar que, aproximadamente, 80 por ciento del personal de esas instituciones tiene un promedio de antigüedad que fluctúa entre los 15 y 30 años de servicio.
En consecuencia, se trata de gente disociada, agobiada por sentimientos encontrados entre el odio y el miedo a una situación terrible que cotidianamente le presentan medios de comunicación golpistas como Rctv y globovisión, sin contar los radiales e impresos. Ahora, tampoco se trata de echarlos a la calle sino de mantenerse alerta, tenerlos “ploteados” como dijo aquel infeliz militar golpista “de cuyo nombre no quiero acordarme”, al referirse a los “Círculos Bolivarianos”.
Lo que no podemos hacer es pretender construir una revolución socialista sustentada en el alcahueteo y en el silencio cómplice, especialmente cuando se trata de una revolución destinada a convertirse en parámetro a seguir en Latinoamérica, sin pretender ser modelo para ningún país.
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