De corruptos, ineficientes y negligentes

La corrupción de los funcionarios públicos es un hecho terrible, significa que en concomitancia con un empresario privado o público de otro país, un burócrata del gobierno de turno se apropia de una cantidad de dinero que pertenece al tesoro nacional y por ende a todos los ciudadanos de una nación. Adicionalmente a esta merma del presupuesto nacional que pasa a los bolsillos del corrupto, el producto o servicio que se adquiere o se contrata en el acto de corrupción, tiende a una menor calidad por cuanto el corrupto no puede exigir mucho del proveedor, quien deberá resarcir la comisión que paga con el deterioro de lo que vende, ya sea en calidad o tiempo de ejecución. Es decir el daño que se produce es doble o triple sobre el de contrataciones honestas. La corrupción es por lo tanto el peor pecado del burócrata público, sin querer redundar por supuesto.

Por su parte la ineficiencia es también grave y sus efectos nocivos en la economía y la infraestructura de un país, pueden ser y en efecto lo son peores al acto de corrupción: sin embargo la ineficiencia es producto de una acción humana equivocada, de una persona que no tiene capacidad para ejercer las funciones que se le han asignado, y de una pobre capacidad de supervisión y control por parte de las personas y entidades públicas encargadas realizarlas. Desde el punto de vista moral el corrupto es una lacra social, pero un corrupto puede ser eficiente, como Perez Jimenez, que era un corrupto eficiente en lo que a construcción de infraestructura se refiere. El ineficiente, por su parte, siendo honesto puede quebrar un país porque sencillamente lo que hace lo hace mal. La combinación de corrupción e ineficiencia en un funcionario es letal para una nación, una ciudad, un pueblo o una pequeña comunidad, las escalas no importan.

La negligencia es también un grave pecado burocrático, puede ser producto de un acto de corrupción, de ineficacia o sencillamente del descuido de un funcionario flojo, descuidado, que puede ser corrupto, ineficaz e inteligente. El negligente no es bruto, como puede serlo el ineficiente; el corrupto y el negligente pueden ser y ciertamente lo son muy inteligentes. La negligencia es pavorosa, unida a la falta de supervisión y control puede ocasionar daños incuantificable en la economía de un país.

El caso de los contenedores con comida descompuesta, parece un acto que combina la corrupción, la ineficiencia o ineficacia y la negligencia, unida estas a una incapacidad manifiesta para la designación apropiada de funcionarios, la supervisión de los mismos por parte de los que los designaron y una marcada negligencia de parte de los organismos de control públicos, establecidos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.


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Carlos Carpio


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