Si los ganaderos colombianos supieran lo que les va a pasar con el TLC, estarían protestando tanto como cerealeros y avicultores.
Tan mal salieron las cosas que José Félix Lafaurie,
presidente de Fedegan, eludió la valoración de lo ocurrido con un “nos
fue como nos fue”, evasiva a la que le agregó que no valía la pena
juzgar el acuerdo porque lo importante era prepararse para el futuro
(?). Claro que quien lea las 160 páginas de la revista Carta Ganadera,
“Informe especial TLC y ganadería”, entenderá el punto de vista
expresado en plena campaña presidencial por quien fue viceministro de
Agricultura de César Gaviria, pues absolutamente nada de lo que propuso
la agremiación quedó en el texto del TLC. Veamos.
De acuerdo
con las peticiones de Fedegan, Colombia debía mantener la protección
mientras duraran las “ayudas internas” de Estados Unidos a su agro, las
cuales, según la revista, ascendieron en 2004 a 46.564 millones de
dólares, con un respaldo a la producción de leche de 11.300 millones y
a la de carne de res de 1.390, sin contar los subsidios a los granos
con los que se alimenta el ganado.
Asimismo, fracasó su
solicitud de mantener aranceles por 20 años, pues Estados Unidos impuso
que la última barrera a la importación de carne desaparecerá en diez,
en tanto la de lácteos lo hará en quince. Esto, con el agravante de que
las vísceras, los despojos cárnicos y los lactosueros que reemplazan la
leche fresca quedaron con libre acceso inmediato, a pesar de que se
consideran como “desechos” y de “extrema sensibilidad” para la
producción nacional, y que igual trato recibió lo que los gringos
llaman High quality beef, donde está más del 60 por ciento de su oferta
cárnica. Desde el día de vigencia del TLC tendrán libre ingreso a
Colombia cinco mil toneladas de leche en polvo, contingente que no
cesará de crecer, en tanto el resto de esas leches pagará un gravamen
muy bajo por su importación. El arancel para las carnes que no se
desgravarán de inmediato empezará en el 80 por ciento, pero bajará a la
mitad al año. No quedaron salvaguardias ante un especial aumento de las
importaciones, y los cuartos traseros de pollo gringo deberán sustituir
consumo de carne.
La Casa Blanca también logró, contra las
primeras opiniones de la agremiación, exportarnos carnes de reses
nacidas en México y Canadá, que los contingentes de importación no se
fijaran según la historia de las compras, definir sobre la
clasificación de las carnes y que Colombia tenga que importarle a
Estados Unidos, aunque las normas sanitarias gringas impidieran
exportarle. Fedegan consideró como “claramente lesivos para el interés
nacional” desconocer las normas andinas sobre propiedad intelectual
para el patentamiento de plantas y protección de datos de prueba en
agroquímicos. Y dijo que “no salió bien” que Colombia les concediera a
los gringos una cláusula en extremo leonina en futuros acuerdos
agropecuarios con otros países.
Fedegan reconoce que el TLC
amenaza las ventas de Colombia a Venezuela, adonde exporta el 80 por
ciento de las carnes y el 91 por ciento de los lácteos. Y alertó por lo
que pueda suceder en el mercado venezolano ante la competencia de los
países del Mercosur, los cuales, aun pagando aranceles, en dólares
cuadruplican las ventas de Colombia.
El 23 de febrero de
2006, Lafaurie explicó que “el gremio ha ido mucho más allá de las
líneas rojas inicialmente establecidas” y lo ilustró con cinco grandes
concesiones. Esto –explicó– “sobre una base irrenunciable: acceso real”
al mercado estadounidense. Y añadió que “sin acceso real al mercado de
Estados Unidos, el TLC no es moral ni políticamente sostenible”. Pues
bien, el hecho indiscutible es que Colombia no logró ese acceso, porque
el TLC no le prohíbe a Washington seguirle imponiendo las barreras
sanitarias que se le antojen a los productos colombianos.
Para rematar, en la revista citada (p. 136) se explica que Colombia
apenas tiene ganadería para atender el consumo nacional de carne, que
solo después de 20 ó 30 años “podremos tener una oferta disponible” de
importancia para exportar, que lo poco que pueda venderse en el
exterior será en nichos de valor agregado y que “dentro de 20 años” el
mercado gringo pedirá carnes de la calidad nacional.