¿Ignoraremos el triángulo Uribe-Bush-Sarkozy, con Chávez en medio de la selva?

Cuando Nicolás Sarkozy ganó las elecciones presidenciales el pasado 6 de mayo, lo primero que anunció esa misma tarde en su discurso triunfal fue que su gobierno trabajaría ampliamente y en estrecha relación con el de los Estados Unidos de Norte América. Nos daba así una confirmación -para nada sorprendente- acerca de sus intenciones "globales" antes de partir de vacaciones al mediterráneo en uno de los yates más lujosos del mundo, prestado para su descanso "post-electoral" por uno de sus tantos íntimos magnates europeos que financiaron su campaña. Pocas veces ha tenido algún electorado en ninguna nación del mundo la ocasión de tan bochornoso espectáculo. En este discurso "pre-vacacional", como podríamos llamarlo, Sarkozy expresó su fidelidad a Estados Unidos incluso antes de siquiera mencionar a Europa. No es difícil imaginar la "no gratamente disimulable" decepción que esto causó en el resto de los Jefes de Estado europeos, para cuya clase política, cultivada en los códigos ancestrales de la realeza, el gesto de Nicolás Sarkozy fue de una elocuencia "presque offensive". Pero ese día su tendencia atlantista-neoliberal no fue sorpresa para nadie, hacía tiempo que su "simpatía por el diablo", así como por los antiguos lacayos de éste, Blair y Aznar, era ya legendaria. Los grandes grupos corpo-mediáticos, todos amigos del nuevo presidente, se dedicaron entonces a seguir el "feuilleton vacacionnel" de Sarkozy muy de cerca -hasta por satélite-, sin perder una horita de su pomposa "luna de rey". Nadie hubiera podido negar que se trataba de una ridícula saga neo-napoleónica, irresistible y jugosa, versión "people". Pero los electores de a pie, de esa Francia pobre, frágil pero compulsiva, que dejara no hacía mucho nada menos que 6 mil carros quemados en todo el territorio nacional, comenzó a bullir de nuevo y el partido decidió que Simbad debía cortar bruscamente sus vacaciones. No hay nada más ridículo que un nuevo presidente europeo bronceado.

Ahora bien, en Venezuela pareciera que Nicolás Sarkozy sólo fuera un presidente de una las llamadas naciones del primer mundo, sin más. Cada vez que este presidente ha mencionado nuestro país, o ha escrito o hablado por teléfono con Chávez, pareciera que nosotros estuviésemos obligados aquí a sentir gratitud hacia él por el sólo hecho de haber considerado nuestra existencia, no fuese que por unos minutos -y no sin intereses propios evidentes. Es engorroso decirlo, pero pareciera que con esta actitud, con esta docilidad reverencial nuestra hacia las potencias del norte estuviéramos confirmando la existencia en nosotros de un complejo psicológico tercermundista (es decir, de inferioridad), reflejado en la importancia y gravedad que le adjudicamos a alguien como... este presidente francés. Sobre todo cuando sabemos (¿o es que no lo sabemos?) que el mismo está comprometido hasta el cuello con un modelo socio-económico y político completamente antagónico con el socialismo bolivariano que profesamos hoy en día en nuestra nación. Además, es por demás sospechoso el interés que el actual presidente francés muestra por Venezuela. "No estaría mal -podría estar pensando el mismo- hacerse una amiguita que 'nada en el petróleo', a pesar de lo cual permanece en el tercer mundo y a la cual mucho le habrán de interesar mercados alternativos al norteamericano". Pero nosotros, ¿necesitamos salir de un "diablo" para adoptar a sus cómplices?

Tampoco necesitamos la menor atención prestada hacia nosotros por parte de un Jefe de Estado de un país del llamado "primo mundo". No requerimos, para sentir que existimos en el universo, ser reconocidos, ni recibir cartas de Sarkozy. O más bien sí, pero para hablarnos de su visión política, de los valores que defiende. Aquí, por ejemplo, en esta nación en plena transformación socialista, reivindicamos el Mayo Francés, el mismo que Sarkozy tanto y tan abiertamente condenó durante su campaña y al cual responsabiliza del "desorden social que la Francia ha ido acumulando desde entonces". El Mayo Francés, en cambio, es muy significativo para nosotros en la Venezuela actual, bolivariana. Es una referencia histórica para nuestra revolución pues respondió directo a las superestructuras de la cultura en su sedimentación y diversificación hegemónica, sin andarse por las ramas del poder como muchos "aspirantes" que en esos días marcharon en su contra, como lo hizo el joven Sarkozy.

De entrada, el hombre político Nicolás, a quien nunca se le ha oído expresar la menor crítica sobre el gobierno norteamericano, si no más bien elogios hacia al mismo, tiene forzosamente poca o ninguna coherencia con el hombre Hugo. La ecuación Chávez-Sarkozy sólo puede ser un exabrupto. En la cuarta república se tenía la certeza de que cualquier trato amistoso con los países del norte sería siempre benéfico, aun cuando la relación con nuestro país nunca fuera horizontal sino vertical. En la quinta república nos correspondería, por lo tanto, abolir el aire sacro con que solíamos adornar en el pasado tales ocasiones. Sobre todo cuando no se requieren mayores esfuerzos para ver lo que está en juego: el actual ministro francés para las relaciones internacionales, Bernard Kouchner, conocido como una de las pocas personalidades políticas francesas que aprobaron la invasión a Irak en el 2003, y miembro hasta sólo hace algunos meses del Partido Socialista francés, pero hoy convertido al gobierno sarkozista (por no haber podido despreciar el puesto que le ofreciera el presidente), acaba de dar declaraciones mayores, en el mejor estilo bushista, en contra del gobierno iraní, llamando a la atención francesa y mundial sobre la existencia de un alto riesgo de guerra contra ese país en caso que éste no abandonase inminentemente su programa nuclear, "el cual representa una amenaza para el mundo". En suma, es una especie un ultimátum francés!

Pero estas declaraciones del canciller Kouchner son en realidad una expresión coherente de la política sarkozysta sobre el tema. Que el programa nuclear iraní era "la peor crisis que pesaba sobre el orden mundial" fueron palabras de Sarkozy el 27 de agosto pasado ante la conferencia de embajadores.

Ahora bien, ¿como pretender colaborar, en el caso de Venezuela, con ciertos gobiernos en ciertas cosas y estar tan lejanos de ellos -afortunadamente- en otras? ¿Una revolución no obliga a mantener una absoluta coherencia tanto en el fondo como en la forma?

Ese es, en grosso, el gobierno de Nicolás Sarkozy. Y el de Bush, y el de Israel... Nada, pues, tan lejano de la visión del mundo profesada hasta ahora por nuestra filosofía bolivariana. ¿No es entonces de una incoherencia indecente prestar oídos inadvertidos, ingenuos e incluso admirativos al presidente francés en su actual evocación -y aprobación- de Chávez como un buen posible mediador en el problema de los rehenes de la FARC? Uno de los sujetos de campaña electoral de Sarkozy fue su promesa de ocuparse del rescate de Ingrid Betancourt. ¿Por qué no va él mismo a la selva, y tiene en cambio que ir Chávez?

¿Olvidaremos también que la Colombia de Uribe, y la Francia de Sarkozy, son las mismas de Bush?

Sería lamentable que por querer hacer honor a la confianza (?) que le ofrecen a Chávez otros presidentes amigos (?), el nuestro cayese súbitamente en una trampa.

Hablando de trampas: están siempre por todos lados -y no se trata de un paranoico delirio. Pongamos atención en lo siguiente:

De buena voluntad sabemos que Chávez no carece. De seguridad en sí mismo tampoco. Pero ese puede ser precisamente el problema: quizás sean estas mismas cualidades las premisas que sirven de base a los conceptores de hipotéticas trampas. Los venturosos mortales que poseen estas cualidades (buena voluntad y mucha seguridad en su propia persona), cualidades que son signos, por otra parte, de una potencialidad incontestable para el humanismo, son por lo general también seres frágiles que pueden ser inducidos, por su altruismo, a meterse en situaciones donde estas mismas cualidades son incitadas de modo artificial (por engaño) a la autosatisfacción. Uno de los alicientes adicionales para hacer a la persona involucrarse voluntariamente en el peligro puede ser la obvia certeza de salir de la "prueba", en caso de resultado positivo, con esas mismas cualidades (que hacen su gloria y la de tantos otros) considerablemente fortalecidas.

Para ello son usadas técnicas de persuasión tan sencillas como eficaces, que obligan al "dirigido-voluntario" al auto cuestionamiento moral. Una forma de persuasión psicológica que cumpliría con tal propósito sería la del chantaje mediante el reto, anteponiendo para ello un cuadro situacional en el cual se hace ver a la presa, tanto frente a otros como de cara a ella misma, como "la única persona capaz" de solucionar el "problema". Muy adecuado al tratarse de un líder.

Se trata de una circunstancia que puede ser prefabricada, o bien cuidadosamente seleccionada en el mundo real por los conceptores, pero cuya efectividad de cualquier manera consiste en que esta circunstancia apela, por un lado, al sentido moral-histórico de la persona y a su sentido de la responsabilidad (resumido en su cualidad "buena voluntad"), y que por el otro exhorta a sus capacidades reales de ejecución, de efectividad personal (resumida en su cualidad "seguridad en sí mismo"), cualidad que usualmente requiere de constantes pruebas (in praxis) para mantener el status positivo de la autoestima que la genera.

Es la utilización insana de cadenas tan vitales como necesarias a la salud mental del ser humano. Lo cierto es que cuando se cae en esta o en cualquier otra trampa, y por justamente tratarse las trampas de juegos en los cuales lo fundamental es caer o no, sólo muy improbablemente logra uno salvarse.

Ojo y revolución!

xavierpad@gmail.com


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Xavier Padilla


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