Consideraciones sobre la democracia burguesa



Las condiciones concretas de la democracia burguesa siempre han favorecido a la división de las clases, nunca se correspondieron con un verdadero y efectivo beneficio con respecto al bienestar de las mayorías; logrando una sociedad de cómplices comprometidos en el usufructo desde los grupos y sectores en el poder, quienes con el control sobre los estamentos, fungen desde los campos de la economía y las finanzas; la clases sociales altas encumbradas, y con una ideología y cultural de élites, y para nada atienden a los beneficios del pueblo, del campesino, del obrero, del asalariado; en cambio los explotan y especulan sobre ellos y les sustraen el plusvalor. Basados en un derecho manifiesto positivo, arrogándose la representación democrática, tipo de democracia donde el poder político emana del pueblo, aunque no lo ejerce él mismo, sino sus representantes, a los cuales eligen a través de votos; en un sistema amañado, en que quienes acuerdan los procedimientos y el entero proceso, tienen muchas manos en la olla, poniendo el caldo morado. A las masas siempre les han ofrecido villas y castillos, esperanzas de un mañana promisorio, de un futuro que siempre es aplazado, siempre postergado, y que no termina de llegar. Si recorremos la historia de la humanidad, la llamada moderna y contemporánea, lo que salta a la luz es el abusivo y excesivo enriquecimiento de los poco que son cada vez más ricos, mientras que es sostenido el empobrecimiento de los cada vez más pobres, una fórmula infalible desde que se establece la incipiente burguesía, allá en Europa a partir del siglo XI, bajo el mandato obediencial directo, ejercido por la figura soberana y cortesana, y la unión de los burgueses bajo la bendición de la santa madre iglesia católica apostólica y romana, en transición de regímenes en la época.

“No es lo mismo hablar de revolución democrática que de democracia revolucionaria. El primer concepto tiene un freno, como el caballo: es revolución, pero es democrática. Es un freno conservador. El otro concepto es liberador, es como un disparo, como un caballo sin freno: democracia revolucionaria, democracia para la revolución. La democracia revolucionaria debe ser necesariamente una democracia fuerte, una democracia poderosa; debe llenarse cada día de mayor fuerza, poder; no puede ser una democracia debilucha, lánguida, insulsa, ingenua...” Hugo Chávez.

Democracia al cubo, del pueblo, para el pueblo y con el pueblo, o sea, el tercer estado soberano, empoderado, participativo, protagónico, en vivo y directo, llamado a realizar los cambios desde las propias organizaciones de base, con una vanguardia, y los cuadros preparados para llevar adelante las transformaciones necesarias de las estructuras, concretamente el sujeto proletario, los obreros con responsabilidades dentro del proceso con más igualdad, más prosperidad, más poder nacional, y no una dictadura personal, mala traducción que no hace honor al teorema de la soberanía popular, sino que lo pervierte, puesto que el dictador dice: “Represento la voluntad del pueblo. Sé lo que este quiere.” Y una vez instalado en el poder, se hace con las instituciones y llegamos así a la cuestión de la maquinaria de gobierno, que lejos de lo que se espera conducente y concerniente al ejercicio con criterio de mando obediencial, y el régimen aplica condiciones que van en dirección contraria a la propuesta original de país por el que se votó. A ocho años de la siembra del líder del proceso revolucionario bolivariano, las instituciones, el burocratismo, y las gestiones de gobierno, sobre todo en materia de economía, dejan mucho que desear, de nuevo presenciamos cómo las rémoras de un pasado que se creyó muerto y enterrado, se muestra de nuevo como el salvador de la nación, cuando la patria asiste a una diáspora de sus hijos e hijas hacia otros destinos fuera de Venezuela, en el que emancipado e independizado del imperio español, embarazado de los regímenes liberales, bajo gobiernos militares que le dieron la espalda al Libertador, expatriándolo; y que se entregaron al imperialismo y al neoliberalismo por parte de los oligarcas, nueva burguesía, y un funcionariado ávido de medrar de los recursos de la nación, que distribuyen a discreción, saltándose las normas, los procedimientos y las leyes; además en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, aunque sin la bendición de la virgen, en un Estado machista y misógino, como suele ser el talante de la mentalidad burguesa, que dejó de ser feudal, pero siguió dependiendo íntimamente con la cristiandad.

Mucho se habla sobre el concepto de democracia, de sus principios como son la división del poder, la igualdad, el respeto a los derechos fundamentales, el no desconocimiento por individuos o instituciones, ni siquiera por mayorías. Surge en Grecia antigua, como un pacto entre las clases para echar a los tiranos de la ciudad-estado Atenas, entre los siglos VII y IV a.n.e. Un signo distintivo al que contribuyeron Solón, Clístenes y Pericles, a quien Tucídides denominó «el primer ciudadano de Atenas». Gobierno basado en los intereses de la mayoría con derechos y deberes que se cumplen por igual, y en el que sólo son beneficiarios los ciudadanos, hijos de padre y madre atenienses, y al ser elegidos tenían voz y voto en las asambleas populares. Con todo pagaban sus impuestos y obligados y servían en el ejército, además de los aristoi, o el "mejor", que denota su nacimiento, rango y nobleza, además de poseer el vínculo de ser el mejor moralmente; también estaban los agricultores y comerciantes. El resto, los extranjeros, mujeres, esclavos y aliados no disfrutaban de la democracia. El Ágora era donde se reunían a deliberar sobre los asuntos concernientes a Atenas, decisión tomada entre hombres libres, mayores de edad, representantes de las castas económicamente independientes. Fue donde se originó el sistema democrático que aún perdura desde el siglo VI a.n.e. ejercido en forma directa, no representativa; un tipo de democracia en el cual el poder político procede del pueblo, aunque no lo ejerce por él, sino por representantes elegidos a través del voto en urnas; reformas que Clístenes aportó en el 508 a.n.e. y que serán suspendidas por la hegemonía macedonia en el 322 a.n.e. Se elegían en Asamblea, máximo órgano de gobierno, por una parte, y por la otra se sorteaban por un sistema blindado. Sus decisiones se votaban por las mayorías. La idea de democracia difundida como la ateniense, privilegiaba la libertad positiva, Aristóteles definió "Un rasgo de la libertad es el ser gobernado y gobernar alternativamente"; en tanto que las democracias modernas, las burguesas, privilegian la libertad negativa, se elige por elecciones, pero el poder sirve a los que más tienen en detrimento de los que son las mayorías, pero pobres.

Los planteamientos políticos de fondo, los que apuntan hacia cambios verdaderos y necesarios, los que se requieren para que una nación avance, siempre con el respeto al derecho ajeno y en cumplimiento estricto de la ley, de la Constitución, y ser consecuentes con la historia en la fundamentación y programas de formación del partido en el poder, tienen que ver, dentro del marco de la democracia, con el tiempo en el cual han pensado las mayorías para desde el diálogo, y alcanzando el consenso, se pongan en marcha las soluciones de los problemas políticos, y que permitan a mediano o a largo plazo, llegar a las condiciones de estabilidad y beneficios para las mayorías, en el conjunto de la comunidad. Diálogos y obligaciones, donde tener la razón no es la misma cosa, puesto que habrá acuerdo versus ruptura, desde perspectivas distintas, como cuando se trata del derecho a la autodeterminación. Los argumentos son muchos y extensos; al respecto, y tomando como ejemplo el caso de la Resolución 2625 de las Naciones Unidas en los años 70, que dice que todo intento, encaminado a romper total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país o la unidad política de estados soberanos e independientes, es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. Los países como la democracia que se ejercen en ellos, después de sus respectivas independencias de los regímenes coloniales, muestran que son construcciones históricas en las que se han unido, entre acuerdos y desacuerdos, guerras y conflictos de toda índole, de himeneos entre pueblos que antes estuvieron separados, y que se pueden identificar por sus escudos y emblemas, en los que se explican cómo se ha llegado a ser lo que se es como nación. El respeto entre las partes nunca puede constituir la renuncia a construir un proyecto común dentro de la ley, fuera de ella no hay camino sino atajos y derogatorias de forma unilateral. Lo que hace que se incumplan los acuerdos, se generalicen los estatutos logrados, y de nuevo surjan las posiciones enfrentadas. La democracia que se creó por los atenienses se conocerá trasmitida por Platón en La República, en la que la define como “gobierno del pueblo”, y llegó a ser considerada como una forma de gobierno justa y conveniente para la convivencia de los ciudadanos en armonía, donde idealmente la participación es el factor que materializa los cambios, de ello la necesidad que entre gobernantes y gobernados se establezcan diálogos para alcanzar consensos y se logren los objetivos comunes que beneficien a la nación.

Cada voto es un hecho histórico. Es la identidad cívica de las personas, su información o desinformación. Sus anhelos, temores o su ignorancia política. En el voto se plasma la Historia individual y colectiva. Los votos no deben ser festín de mapaches ni chantaje de anulaciones. Y es que la democracia burguesa es una emboscada contra la voluntad de los pueblos y contra la capacidad de decisión organizada que es lo único que, realmente, puede construir un programa de transformación integral para una sociedad que respete a la diversidad y a la multiplicidad de las voluntades en la tensión de la lucha de clases y en la resolución del conflicto capital-trabajo. En estas condiciones la democracia burguesa, con su carácter de emboscada, va quedando al desnudo y va mostrando su ningún interés por respetar la voluntad democrática de los pueblos. Para demostrar cómo la tensión interna de las clases, se perfila en la definición de formas diferentes del poder colectivo por encima del poder individualista y por tanto del poder económico. Fernando Buen Abad


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Franco Orlando


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