Por una Venezuela libre de caspa

Resulta curioso que desde que comenzó la crisis de la escasez de desodorante, o de las dificultades para conseguirlo, ha sido más de una persona a la que se le ha escuchado decir: “Desde que dejé de usar desodorante ya no he sufrido más de <>. Parece mentira pero mientras menos uso desodorante más me doy cuenta que no lo necesitaba”. De igual forma se ha dicho del anticaspa: “Me curé de la caspa justamente en el momento en que empecé a dejar de usar anticaspa”. Inclusive se ha llegado a la aseveración de que pareciera que estos productos, aparentemente destinados a la protección de las personas o a la cura de alguna molestia en las mismas, pareciera que tuvieran dentro de sus compuestos algunos elementos que, lejos de proteger o sanar, lo que hacen es crearle a las personas una dependencia de tal manera de obligar a su consumo de por vida.

Independientemente de que esto pueda ser verdad o no, lo cierto es que ante la ausencia de desodorantes o anticaspas, o la dificultad de adquirir los mismos, la población se las ha arreglado para dentro de lo que permiten sus circunstancias llevar a cabo su vida sin que estos asuntos cosméticos distraigan lo que son sus preocupaciones centrales. No es que ya no existan estos problemas sino que probablemente no se les presta la atención que antes y entonces pasan a ser una cuestión secundaria. Viendo así las cosas, entonces, casi que se puede afirmar que hoy en día Venezuela está libre de caspa.

Esto guarda relación con la clase política venezolana en el sentido de que pareciera que todas las idioteces que comete la oposición son análogas a decir que ya la gente se acostumbró tanto a su falta de seriedad que se ha dado cuenta que no es necesaria su presencia. Algo así como lo que ocurre con quienes dicen que ya no les hace falta el desodorante desde que dejaron de usarlo. Es decir, la oposición política seria se ha ido desdibujando tanto del mapa político venezolano que pareciera que hoy en día es mejor pensar que ya no hace falta y que todo está bien así ante su aparente ausencia o la escasez de su presencia.

Cosa parecida sucede con los errores que se cometen desde el gobierno: Son tantos y tan absurdos que a veces como que mucha gente pensara que estar así tan mal es lo normal y que por lo tanto todo está bien. Más que lograr mejorar la protección y la mejora de la vida de las personas pareciera que lo que buscan es crear una dependencia de por vida como esos productos que buscan garantizar su consumo perenne.

Desafortunadamente las realidad no es así: tal como no se puede presumir que no existe la caspa porque no se esté usando el anticaspa y aunque se jure y perjure que no hace falta porque todo está bien, la caspa existe y trae consigo una serie de afecciones que desmejoran la vida de los individuos.

De igual modo, es peligrosísimo pensar que la oposición venezolana con todos sus desaciertos no existe o es mínima y que todo está bien así manteniéndola al margen e ignorando la sarta de tonterías que cometen. No escapa tampoco a esta crítica el gobierno si cree que todo lo está haciendo bien y que la culpa siempre es de terceros que quieren estropear las buenas intenciones que tiene.

La Venezuela actual reclama entonces una cura para la “caspa” política que padece de parte y parte, tanto del gobierno como de la oposición. Como ciudadanos venezolanos comunes y corrientes somos los más afectados ante la existencia de esta patológica clase política, pero precisamente por eso, es a partir de estas instancias que tienen que empezar a producirse los verdaderos cambios que se requieren para curar de tantas afecciones de todo tipo a nuestra patria



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Marcos Henriquez

Licenciado en Historia. Investigador y docente universitario.

 henriquezm1970@gmail.com

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