El madurismo como expresión brutal del neoliberalismo

Uno de los indicadores de pobreza, expresado por una de las organizaciones que responden a los intereses del gran capital, el Banco Mundial, señala que las personas que viven con ingresos de 1 o 2 dólares estadounidenses al día, son pobres. Es decir, se debe considerar que un ciudadano que devenga una cifra que oscile entre 30 y 60 dólares mensuales, no cuenta con los recursos suficientes para cubrir sus necesidades y, por consiguiente, está por debajo del umbral de pobreza.

En Venezuela, el salario mínimo decretado recientemente por el presidente, Nicolás Maduro, asciende a 5.196.000 bolívares (incluyendo el sueldo y las bonificaciones). Esa cifra equivale, de acuerdo con el cambio legal estipulado por el DICOM para las remesas familiares, a 2,36 dólares mensuales. Es decir, el gobierno "socialista" condena a todos aquellos compatriotas que devengan este ingreso, a la más absoluta miseria. Desde luego, los trabajadores que ganan más del sueldo mínimo también viven en una situación de depauperación sistemática.

Estudios recientes realizados por el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (CENDA) indican que la canasta básica para el mes de mayo de 2018 supera los 72 millones de bolívares. Es importante recordar que no existen fuentes oficiales, ya que el gobierno decidió no dar cifras que puedan afectar, todavía más, su terrible imagen.

Entonces ¿cómo piensa el gobierno nacional que una familia pueda vivir con poco más de cinco millones de bolívares mensuales cuando la canasta básica está por encima de los setenta y dos millones? Pues, sencillamente no le interesa o, tal vez, en medio del pasticho ideológico de la cúpula gobernante, el sufrimiento del pueblo es una "prueba de resistencia revolucionaria".

Estamos en presencia de una óptica tecnócrata que causaría las delicias de los neoliberales más retardatarios. Nicolás Maduro ha convertido a la población económicamente activa de nuestro país en mano de obra esclava. Los empresarios deben frotarse las manos, al ver como sus ganancias se elevan astronómicamente, al reducir el impacto que tiene el salario sobre los costos de producción. Recientemente vimos una noticia, que incluso fue reseñada por portales que simpatizan con el gobierno, como la Iguana, la cual señalaba que el nuevo salario mínimo alcanzaba para comprar una lata de atún de 140 gramos, cuyo precio estaba en 5.100.000 bolívares. En otras palabras, un gran supermercado que venda un par de docenas de este producto, ya tiene para cancelar su nómina.

Maduro habla de la especulación de los privados pero ¿qué ocurre con los servicios públicos? En los últimos días, muchos ciudadanos han denunciado el incremento desproporcionado del costo del servicio eléctrico. Usuarios que pagaban entre siete y diez mil bolívares de luz, indicaron que los nuevos recibos les llegaron por encima de los seiscientos mil. Igual pasa con el aseo urbano. Resulta evidente que se produce una liberación de precios, sin que ningún vocero explique los alcances de estos incrementos. De igual forma, por ahora, el Metro de Caracas se mantiene gratuito (lo que también carece de sentido), pero, cuando entre en vigencia el nuevo cono monetario, se deberá sincerar el costo y, seguramente, el aumento será brutal.

La quiebra de las empresas del Estado, con PDVSA y las de Guayana a la cabeza, incluyendo las numerosas compañías expropiadas, nacionalizadas o creadas bajo acuerdos con otros países, tiene un objetivo: la privatización. La línea aérea bandera de Venezuela, Conviasa, creada por el Comandante Hugo Chávez, es un caos con cada vez menos destinos. Lo mismo ocurre con las ensambladoras de vehículos surgidas gracias a las relaciones con Irán y China. Es decir, el Estado "socialista" de Nicolás Maduro y su nomenklatura ha destruido todas esas organizaciones para cederlas a privados "a precios de gallina flaca", como ocurrió con muchas instituciones y corporaciones públicas durante la llamada cuarta república.

A esta debacle se debe sumar el abandono de los sistemas de salud y el mal manejo de la educación. El Estado, como buen patrono de ultra derecha, deja a su suerte a pacientes, sin importar cuál destino les espera. Los enfermos de cáncer, HIV, diabetes, asma, epilepsia y cualquier otro padecimiento están condenados a la falta de tratamiento y, en el peor de los casos, al agravamiento de su condición y a la muerte. Mientras, los estudiantes, simplemente, deben desertar por el hambre y la falta de condiciones para recibir clases. Esta política, para llamarla de alguna forma, parece sacada de un manual neoliberal, en el cual los tecnócratas no consideraban a la salud o a la educación como materias esenciales para los Estados (los subdesarrollados por supuesto, no los del primer mundo) y, por el contrario, veían a estas áreas como unas cargas para los presupuestos.

A pesar del discurso progresista, anticapitalista, de izquierda y obrerista, la realidad es que el madurismo se ha consolidado como un sistema que responde a los intereses del neoliberalismo, incluyendo los aspectos más terribles de esta corriente económica, tales como la deshumanización de la masa productiva y el incremento aberrante de la corrupción.

Maduro no se ha limitado a defender el capitalismo en Venezuela, sino que lo ha hecho más salvaje y primitivo. Nuestra patria ha involucionado hacia una especie de feudalismo tropical donde una elite goza en la opulencia mientras la mayoría sobrevive en medio de la esclavitud impuesta por el colapso económico.

Entonces, cuando tenemos un país cuya mano de obra es esclava, con salarios que alcanzan para una lata de atún, con liberación en los precios de los servicios públicos, con un sistema de salud y de educación por el suelo y con un gran número de empresas estatales quebradas y listas para su privatización, solamente podemos decir que el madurismo se ha constituido en una grotesca y destructiva expresión del neoliberalismo más atroz.

Quizás, esta devastación sea el concepto que tiene Maduro y los grupos que detentan el poder político de socialismo ¿Quién sabe?

Los discursos igualitarios son solamente eso… palabras que se lleva el viento.

antonioprado1980@gmail.com



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