Reconocimiento del adversario, no del enemigo

Desde el punto de vista de la sociología política es importante el ejercicio de roles que juegan los distintos actores políticos. Pero no solo es importante, es vital para el ejercicio de la democracia, más aun cuando nuestro modelo es participativo y protagónico. En otras palabras, en sus raíces el ideal democrático se basa en el reconocimiento mutuo del adversario. Von Clausewist, en 1832, exponía en su libro "De la Guerra" lo siguiente acerca de la política y la guerra: "La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas con otros medios". Este, sin lugar a dudas, es el pensamiento más popularizado de este insigne militar y teórico. Pero también expone otro con mayor claridad y contundencia sobre la guerra en sí: "constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad". Como podemos observar este gran estratega no habla de enemigos, sino de adversarios y si bien, en una guerra la aceptación de la voluntad es impuesta; en una democracia, la voluntad es acatada siguiendo un procedimiento, en primer lugar, de legitimidad, que lo proporciona el ejercicio directo, universal y secreto del sufragio y otro de legalidad, que lo da la arquitectura legal-racional de un Estado-Nación determinado.

En Venezuela, como lo expresé líneas arriba, esta legitimidad se desarrolla en un marco participativo y protagónico, lo cual implica que nuestra democracia va mucho más allá del simple "ritual electorero" del modelo representativo conservador. Por otro lado, el estamento de legalidad que por un lado garantiza el ejercicio del voto, es, sin modestia alguna, el más avanzado del mundo en la materia. Las auditorías hechas antes, durante y posterior al acto comicial así lo confirman. Esto incide no solo en que los resultados son un reflejo fiel y exacto de la voluntad popular, sino que además presupone un reconocimiento del adversario en toda la expresión.

Durante las 19 elecciones realizadas, los factores políticos que conforman las fuerzas revolucionarias nos hemos comprometidos a reconocer los resultados, sean adversos o no, previo a la cita comicial. Y así lo hemos hecho, les hemos respetado los espacios políticos que la oposición ha logrado. Ahora, la gran interrogante que se plantea es: ¿Por qué la dirigencia política opositora siempre recurre al argumento del fraude? Es más, un argumento repetitivo, delicado, que lo enarbolan sin ningún tipo de pruebas, nunca las han presentado. Eso incide negativamente en los sectores democráticos de la oposición, los desmoraliza. Pero lo que sí deben denunciar, con igual vehemencia, son los errores garrafales cometidos que indudablemente incidieron en los resultados adversos para ese sector. La supuesta "abstención" que ellos denuncian no fue por el simplismo argumentativo que fue el "gobierno quien la propició". No, fueron sus mismos electores, a quienes cansaron luego de 4 meses de violencia demencial a los cuales les llevó el ala radicaloide de la oposición.

La realidad apunta a 7,2% de incremento de participación electoral en un evento de características regionales. Hablar de abstención con 61,14%, que representa 11.065.968 de electores, es mínimo una perogrullada, un tipo de soberbia que solo nos confirma que son sus condicionantes externos los que de verdad lideran este sector cada vez más desconectado de la realidad nacional. Es hora de que la oposición política se deslinde de la vía violenta, que reconozca que el chavismo es una realidad política tangible que no desaparecerá por invenciones de "mayorías mediáticas" inducidas por las corporaciones internacionales de la "mass media". La derrota sufrida no es producto de ventajismos ni de delitos electorales, es producto de sus divisiones, incongruencias e inconsistencias, de haber dejado la conducción de su política a grupos violentos financiados desde el exterior.

Con todo, la oposición todavía puede rectificar y esa rectificación pasa por el reconocimiento de los resultados electorales, de reconocer las gobernaciones que ganó la Revolución, así como el presidente Nicolás Maduro les reconoció no solo el resultados de las 5 gobernaciones alcanzadas, sino que nunca se ha negado a cualquier procedimiento de auditoría siempre y cuando se cumplan con los requisitos exigidos por la ley y no solo sean declaraciones con intenciones de manipulación política. El reconocimiento del adversario es en definitiva la esencia, el espíritu y la práctica democratica.



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Hugbel Roa

Ministro para Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología

 @hugbelpsuv

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