El lado claro de la crísis

Hemos gastado mucho tiempo y energías hablando de la crisis económica del país. Y por si fuese poco, buena parte de la información que se produce y que consumimos a diario giran indefectiblemente en torno a ella. Hemos dejado de hablar en nuestras conversaciones cotidianas de muchas cosas placenteras y agradables, para asignarle un rol estelar al infalible tópico.

En meses pasados una amiga venezolana con muchos años de residencia en el exterior visitaba el país y en su corta estadía se quejaba sorprendida porque no escuchó otra cosa de que hablar entre nosotros sino de precios altos, de escasez de alimentos, de las colas, de los indeseables bachaqueros y pare usted de contar. Un disco rayado, un retorno en alta voz y frecuencia ondulada quedó registrado en su memoria auditiva como recuerdo-imagen de su percepción del país, sin antes advertirnos que algo importante y característico en nuestro gentilicio, en nuestra comunicación empezaba a flaquear.

Oportuna observación que nos pone en alerta y nos llama a reflexión ya que ha sido tan fuerte el vendaval que por momento nos sentimos desestabilizados y con pocas herramientas para hacer frente y actuar. Mes tras mes, semanas tras semanas, días tras días palpamos con impotencia los efectos perversos y los rigores implacables de una inflación que nos estremece y amenaza con llevarse todo en su andar.

Frente a este panorama conviene llamar la atención sobre el lado emocional, humano y cultural de la crisis que debe salir a flote y ser considerado en toda su extensión y complejidad. "Shock emocional", de acuerdo a los especialistas, es lo que suele continuar cuando confrontamos este tipo de experiencia con sus secuelas de miedo, ansiedad, incertidumbre, rabia y tristeza. La crisis nos desnuda, nos interpela, nos pone un espejo en nuestro accionar, nos hace entrar en balance crítico una vez superada la conmoción inicial.

Pienso que pueden ser muchas las iniciativas que podemos activar en micro espacios vecinales, en las aulas, en los centros laborales para apaciguar nuestras ansiedades y afianzar nuestra capacidad creativa y de respuesta ante los efectos directos y corrosivos en la psique, en la salud y en el bienestar de la colectividad. Propiciar una mirada endógena, de adentro hacia afuera y asomar una línea de reflexión-acción que sirva de orientación precisa y herramienta útil para el intercambio de información en torno a los problemas concretos de la gente, de la familia y la comunidad es una tarea clave en el momento actual.

Estimular canales de comunicación, activar iniciativas y mecanismos sencillos para aprender unos de otros en relación a la manera como estamos enfrentando la crisis y a buscar colectivamente soluciones resulta también de suma utilidad. . Por ejemplo: frente a la escasez y los elevados precios ¿qué podemos hacer? ¿Cómo rendir el dinero?, como alimentarnos nutritivamente? ¿Qué tipo de productos resultan más beneficiosos de consumir? ¿Cómo sustituir un producto o medicamento por otro? Estas y muchas interrogantes más pueden ser despejadas y compartidas en un ambiente de cooperación y ayuda mutua.

Es una oportunidad para cambiar hábitos alimenticios y de consumo y explorar nuevos códigos y fuentes de información, para desaprender pautas y valores marcadamente consumistas e introducirnos en la ruta de la salud, del reciclaje, de la reutilización de la conservación y del aprovechamiento creativo y de resignificar oficios y saberes de carácter popular y tradicional. Un momento extraordinario para profundizar en la educación popular, la comunicación grupal y comunitaria y la educación ambiental y en definitiva, para evidenciar que la crisis económica es expresión de una profunda crisis cultural.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




 



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Nelson Oyarzábal

Antropólogo. Gerente Cultural Profesor Universitario. Articulista

 neloyarz11@hotmail.com

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