El asilo para telelocos

Si algo siempre me ha chocado de los zoológicos es la desconsideración hacia sus residentes, puesta de manifiesto en la pobre simulación del hábitat natural de los animales. Ellos deben vivir muy estresados en un ambiente semejante. Se me ocurrió esto mientras conocía desde adentro un revolucionario proyecto para la medicina mental del siglo XXI: un asilo para los locos de los medios, con especialidad en el tratamiento de teledesquiciados. Creo que sus creadores pensaban en no repetir el mismo error al diseñar esta particular institución.

Se trata de un asilo diferente, concebido al calor del auge en la demencia de la pantalla, la fiebre del cable, y la teledependencia de señal abierta. Cuenta con una serie de estudios de grabación full equipo, en los cuales los pacientes pueden mantener su ritmo de trabajo habitual, mientras que los materiales producidos son transmitidos en un circuito cerrado de televisión. La audiencia de los programas la constituyen viejos teledependientes bajo tratamiento. La idea es que los adictos gradualmente vayan reconociendo a sus dementes ídolos como lo que son, rompiendo las cadenas de la dependencia y aliviando el trauma de la suspensión de sus canales predilectos.

Mientras tanto, para los pacientes internados cuyos programas requieren de una audiencia en vivo, se permite la entrada de curiosos, como yo, dispuestos a pagar entrada. Fue así como logré entrar a este singular espacio, en el que algunos enfermeros manejan cámaras filmográficas, y los psiquiatras recetan pautas para los programas que conducen sus pacientes, todos con la asistencia técnica de extrabajadores del anterior canal del estado.

Debo decir que la experiencia fue impresionante. El lema informal de la institución era muy elocuente :"Nada tan peligroso como loco con canal".
Al entrar reconocí en el acto a varios internos reunidos en un patio interno: una astróloga gorda y gritona leía las cartas y pronosticaba repetidamente "muerte espiritual". Adriana Azzi. En otro rincón estaba Orlando Urdaneta hablando con unos locutores israelíes: "Ustedes forman un comando a lo Mossad y yo doy la orden desde aquí". En eso se me acercó sigilosamente alguien y gritó "Buuuuuuum", al voltear ví un viejito con la mirada ida. "Pat Robertson" mumuré. Un enfermero lo apartó y me advirtió "no se le acerque que es de los peligrosos, ha estado con una paranoia atómica muy dura".

Mientras pensaba en cuán lejos podía llegar eso de que Chávez los tiene locos, me dirigí al Ala Globovisión del manicomio, pasando por el estudio de "Laura en América". El doctor que me guiaba me explicó que allí se tomaban muy en serio eso de que cada loco con su tema: "Algunos se quejan de que aquí no hay libertad de expresión, tú sabes, el viejo síntoma, pero no es verdad, más bien les pedimos que saquen todo para afuera, pues es parte de la terapia."

Llegué a mi destino como uno de los poquísimos espectadores que ese día vería el viejo programa "Aló Ciudadano". Todos nosotros debíamos efectuar las llamadas telefónicas al programa, necesarias estas para mantener su formato original. Un enfermero nos explicó que al llamar debíamos reforzar la línea de conversación del moderador, y finalizar nuestra intervención felicitándolo por su trabajo. El asunto resultó todo un viaje en el tiempo, a la época de los canales privados de televisión venezolanos.

Al alejarme del lugar tuve la sensación de haber colaborado modestamente con una de las iniciativas más importantes de los últimos tiempos en la lucha contra la locura.

timoteocuica@yahoo.com


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Simón Rodríguez Porras

Músico y militante del Partido Socialismo y Libertad.

 @guitarraylapiz

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