Constancia y variabilidad del Capital

La Cesta Básica es un Artilugio Burgués

 Durante el presente, se viene valorando el salario según los precios de la cesta básica, en lugar de valorarse ésta en función del valor de aquel. Ese artilugio es aprovechado por gobernantes y patronos para que arbitrariamente llenen esa cesta con mercancías de bajo costo, de la peor calidad y menor durabilidad; de esa manera, el Estado ve minimizado sus desembolsos burocráticos para los funcionarios públicos, y los patronos ven acrecentadas sus ganancias. 

Curiosamente, para calcular el valor del salario mínimo, se viene admitiendo el criterio marxista, según el cual, el trabajador cubriría con su salario su mantenimiento familiar por concepto de alimentación, techo, enseres, educación, divertimento y salud, pero siempre dejando a un lado la calidad de esas mercancías correspondientes, con lo cual la fulana cesta básica ha sido llenada siempre con mercancías de tercera que no necesariamente son de menor precio. De esta manera, la clase burguesa paga salarios indirectamente o en especie y según su costo mínimo representado en las mercancías que fabrica y entrega al comercio.

Cualquier valoración del salario tiene que ver con la división del capital. Se entiende por capital el patrimonio, caudal o hacienda, y como tal podría destinarse al consumo o a la producción conjuntamente con el trabajo personal, o con el de otras personas a las cuales se explotaría como esclavos, siervos o asalariados. Por extensión, significa el monto de ese patrimonio dedicado a la fabricación, comercio o préstamos usurarios. Cuando la fabricación de mercancías es la principal forma de empleo del capital, el modo de producción toma el nombre de “capitalismo” porque hasta la fuerza de trabajo termina definitivamente mercantilizada o comercializada por los trabajadores.

La anacrónica Real Academia de la Lengua Española, en su Diccionario lexicológico, trata del capital circulante por oposición al capital fijo; para ello se apoya en las estereotipadas partidas de la contabilidad burguesa, pero la servilidad de sus “académicos” ante el capital es tal que se ve obligada a amputarle a la acepción ortodoxa burguesa el componente principal de ese “capital circulante”, o sea, la fuerza de trabajo.

La Economía Vulgar que se divulga desde las más distinguidas academias y universidades burguesas del mundo viene  enseñando que todo el capital puede moverse y transformase como valores de uso, pero que su valor dinerario dentro de la fábrica permanece incólume, y que su crecimiento debe buscarse en el mercado por concepto de venta y reventa de  la producción fabril; así, un tanto de capital en  bolívares empleado en la compra de la mano de obra de un hilandero, y de algodón, cuando este se convierta en hilos  seguiría  siendo la misma cantidad de bolívares. El capitalista razonablemente niega que el monto de su capital pueda variar dentro de la fábrica, un capital contabilizado matemáticamente y representado en medios de producción de determinados precios, y mano de obra, según salarios causados y pagados.

Con el crítico de Economía Política, Carlos Marx, en la distribución económica del capital se remplaza el capital fijo por capital constante, y el circulante queda incluido en este, salvedad hecha de la fuerza de trabajo que pasa a catalogarse como capital variable.

Marx descubre que el mercado no puede ser fuente de ganancia por la vía de compraventa ya que al final de un periodo económico y para todos los oferentes y demandantes toda la ganancia quedaría anulada, salvo que los segundos reciban menos valor que el pagado por la oferta del caso, pero entonces eso ya no sería economía, sino simple estafa.

Marx se dedica entonces a valorar por un lado el monto dinerario de los salarios, y por otro el del valor del trabajo creado por los trabajadores directamente dedicados a la transformación de las materias primas en nuevas mercancías. Marx recalcula los asientos contables y en lugar de conservar sólo las partidas de dinero invertido, recoge también el dinero representado en el  valor del trabajo atrapado en las materias primas ya transformadas dentro de la fábrica. A tales efectos, debe conseguir el denominador común que debe existir entre el dinero pagado en salarios, pagado por las materias primas, y el dinero que estaría representado en todo el valor o precio de las mercancías listas para su mercadeo. Única manera de conciliar activos y pasivos en el Balance General, y sincerar el “Estado de ganancias y pérdidas”.

Marx debe convencer al mundo de que es necesario valorar el aporte del trabajador durante su jornada y comparar ese valor con el de los salarios recibidos. Si el mercado no puede ofrecer ganancia en la venta de la producción, entonces necesariamente el fabricante termina vendiendo un capital mercantil mayor que el que invirtió, y en consecuencia el trabajador debe entregarle en trabajo nuevo más valor del que representan los salarios. De esas investigaciones económicas y correspondientes hallazgos científicos, Marx dedujo el concepto de plusvalía que definió como valor excedentario por encima del valor del salario. Para ello tuvo que apoyarse en el mencionado denominador común que resultó ser el tiempo de trabajo empleado en la fabricación de un bien. De esa manera, las mercancías cobrarían al fin su carácter de ser intercambiables, se descubriría la fuente del valor de cambio, además del simple valor de uso.

Hasta la llegada de Marx, en las relaciones de intercambio mercantil sólo se tomaba en cuenta la proporción de los precios de las mercancías objeto de transacciones, sin irse a la fuente de tales precios. El descubrimiento del valor y de su medida   le acredita ser el verdadero descubridor del valor de los bienes, al que usa   como medida de la riqueza material, y valor que sirve de base o referencia de los precios de mercado. Un valor derivado del trabajo, de la fuerza de trabajo aplicada en la fabricación de bienes, y valor que se mediría según las horas de aplicación.

marmac@cantv.net




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Manuel C. Martínez


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