Base de operaciones

**** Ante la estrategia pragmática de Washington, Caracas continúa dando respuestas ideológicas nulas frente a los hechos concretos.

Los últimos mensajes y gestos de Washington, aunque confusos, parecieran indicar una distensión en sus relaciones con Caracas. Tanto las declaraciones de la Secretaria de Estado en su reciente visita a México, como las suministradas por el Embajador de la Casa Blanca en Caracas, que prácticamente reconocen la legitimidad del gobierno nacional, abonan a favor de la anterior afirmación. Empero, las suministrada por Roger Pardo, Subsecretario de Defensa para Asuntos Hemisféricos; del Gral. Bantz Craddock, Jefe del Comando Sur; y, de Peter Goss, conjuntamente con Lowell Jacoby, Directores de la CIA y la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), son inquietantes. Ellas son coincidentes en señalar la peligrosidad de la política de Caracas para la seguridad de los EEUU. Con todo, la ansiedad que ellas generan se amortigua cuando la estrategia de acción, ahora bajo la égida del Departamento de Defensa, señala como objetivo ?la contención? de las iniciativas políticas de Caracas. Este término, usado como base de la estrategia estadounidense durante la guerra fría, busca el dominio del ?rimland? (la cuenca o los bordes de una región geoestratégica) como instrumento de control de los poderes establecidos en la zona. Así, mediante un sistema de alianzas se controló durante ese período los poderes establecidos en Euroasia. De modo que por extensión, el termino aplicado a una estrategia contra Venezuela, implicaría la construcción de un sistema de alianzas en las fronteras del país, que al permitir el control militar del territorio, reprima o modere la política de Caracas. Lógicamente es una praxis bélica. Pero ella es más intimidatoria que activa. Un hecho que aleja el uso de la fuerza, directa o indirectamente, en las relaciones bilaterales, al menos de manera inmediata. Ahora se trataría de construir ese sistema de alianzas con las potencias vecinas para establecer el cerco que demanda esta aproximación al problema.
El problema es saber si para los planificadores del Pentágono la región geoestratégica a controlar es el territorio nacional o, se trata del flanco atlántico de la América del Sur donde se está generando un poder por la estrecha asociación que se ha establecido con Argentina y Brasil. Y la última alternativa parece ser la probable. El énfasis en la región andina y, particularmente en la situación boliviana, de cuya desestabilización se acusa a Venezuela, muestra que la intención es el dominio del borde montañoso pacifico del subcontinente para el control del amplio espacio llano atlántico donde se gesta este polo de poder, al cual se le agregaría él de la cuenca del Caribe desde posiciones ya logradas en América Central y en algunos espacios de Las Antillas. La escogencia de Venezuela como ?blanco? de la acción del hegemón ni es accidental, ni responde al discurso antiimperialista del gobierno de Caracas. Es por las potencialidades y vulnerabilidades geopolíticas del país. Pero pareciera que aquí se le da más importancia a lo ideológico que a lo estratégico.


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Alberto Müller Rojas


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