A los llorones del tren del Metro

“Con igual tema una señora colgó un artículo aquí en Aporrea donde se define como seguidora del proceso, empero se acentúa comensal de la Mesa de la Unidad”.

El tren es el que corre por la vía con varios vagones encima en donde van los pasajeros. Usted, el que se queja porque “no mandan varios trenes seguidos”, debe entender (está obligado a entender) que el tren sale de Palo Verde y llega a Propatria y que hace lo mismo a la inversa. Es decir, si usted coloca exceso de trenes en la vía, entonces éstos no podrían ni moverse porque, ¿no quedarían empelotonados uno tras otro? 

Si usted se queja de que lo empujan, le pegan sus “bojotes atrás”, le respiran en el cogote, lo marean de alcohol, le transmiten un “violín”, le  restriegan los morrales en el angulo, le ponen la mano cerca de…, pues entonces reúna y cómprese un helicóptero, porque ése es un medio de transporte masivo donde nadie tiene un puesto fijo ni menos un espacio numerado. Ni muchos son académicos de Yale o La Sorbona. 

Si usted vive en la avenida Sucre, por ejemplo, y tiene que ir dos veces a El Silencio, e igualmente ese número de regreso va a pagar en el autobusete ocho bolívares, ¿ha sacado la cuenta de cuánto pagaría si va en el tren del Metro?, ¡pagaría un bolívar con ochenta céntimos en boletos de ida y vuelta! Pues bien eso lo hacen centenares de personas como usted, por  eso se congestionan los vagones. Entienda que todos quieren ahorrar algo. 

Entienda igualmente que el presidente Chávez no tiene la culpa de que no haya aire acondicionado en los vagones, tampoco tiene la culpa de que el tren frene de repente, ni que la alarma se quede pegada cuando a alguien le dé un telelé, ¿o es que en la empresa donde usted labora el dueño de la misma trata directamente con usted, o tiene gerente, director, o caporales? Un presidente delega en sus ministros y directores de institutos esas responsabilidades. Si usted quiere mentarle la madre a alguien, porque es una(un) amargada(o) y no entiende la idiosincrasia de su propio pueblo que es “caribe”, entonces lea a Sigmund Freud. Si a usted le place ofender, minimizar, desclasificar, o tratar de vender matrices con sus fanatismos, pues hágalo, pero no se vea a un espejo: va a sentir asco de su rostro. 

Si usted está a las seis y media (6:30am) en la estación Plaza Venezuela esperando en la cola y de repente cuando llega el tren y se abren las puertas de sus vagones, los “caribes” que están de último corren y se colean, ¿es culpa de Chávez? ¿No será culpa de un pueblo que se empeña en seguir patrones demodé implantados por otras generaciones como aquella que decía “no hay razón para no robar y cuánto hay pa’ eso?” Mírese de pies a cabeza, indague y pregúntese, ¿por qué el tiempo no se detiene? 

¿No se ha puesto a buscar (vía internet)  los precios de un boleto en un medio de transporte como ese que corre sobre rieles en Caracas y otras partes del país? ¡No existe otro que pueda llevar, por ejemplo, a un pasajero desde Catia hasta Caricuao, hasta Palo Verde, hasta El Valle, por tan sólo 50 céntimos! Debe usted, en vez de estar echando sapos y culebras, lagartijas y cuaimas, celebrar que esta democracia es la más chévere del planeta. Aquí si usted tiene hambre pasa por un Comedor Popular y se clava su papa... bueno, al menos que usted sufra de esos prejuicios estúpidos de creerse que el dinero da riquezas y no el cerebro y que eso lo “raya”. ¿Dónde existe otro lugar igual? ¿Dónde si a usted le duele la barriga o tiene un ataque de pedos dicotiledónicos va a encontrar una Clínica Popular o un Módulo de Barrio Adentro que lo atienda de gratis? ¡Por favor! 

El tren del Metro es una maravilla con todos sus problemas técnicos. Cincuenta céntimos por un pasaje es una muestra de que el Estado financia a los usuarios de ese medio. Sin embargo, creo entender que quienes siempre han atacado con furia a este hermoso gusano de colores, son los mismos quejones, los ídem llorones, los eternos pedilones que han venido utilizando esta maravilla de transporte humano como un espacio para sus triquiñuelas políticas y sus enanismos pensantes. Cada vez que usted se queje del tren del Metro, piense, ¿carajo cómo va a avanzar una nación de llorones como yo que en vez de estar creando quiere que todo se le brinde en  bandeja de oro y plata?

aenpelota@gmail.com



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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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