De perros y cucarachas

La exacerbación del cinismo en la oposición es directamente proporcional a su desesperación ante la solitaria verdad de sus anhelos encuestológicos. ¿Qué otra cosa pueden hacer sino ladrar con furia al ver que los órganos de seguridad e inteligencia del gobierno les han quitado el gustoso y relamido hueso golpista de sus propias fauces? Eso si, hay que asestarle su buena patada antes que les dé por mearse, como nos lo advertía Alí. Una respuesta contundente por parte de las autoridades competentes, es necesaria.

De eso se trata, pero en vista de que sus perros con pedegree de abogados acuden a levantar la pata en la indiferencia de funcionarios de palo, nos queda la voluntad de no aceptar que el espacio radioeléctrico sea patio de sus cópulas impúdicas, para gestar camadas de cachorros disociados.

Es absurdo pretender llegar a acuerdos con quienes solo saben ladrar, cagar y romper los muebles de la sala democrática para luego mirarnos con la indiferencia de los irracionales desmemoriados. Resulta ingenuo calmarles la sed con agua institucional, cuando están acostumbrados a saciarla en pocetas y urinarios imperiales. Esa es la actitud que asume – allí debo reconocer que son muy unidos- la descocada, rubia y perruna oposición, ante las irrebatibles pruebas de desestabilización y pretensiones magnicidas.

Poleo late echado. La crónica sarna fascista que le recubre el desvencijado lomo, lo limita en sus movimientos más no en sentimientos. Esos los tiene vivitos, de modo que apela a ellos en el cubil predilecto de la jauría: Cloacavisión. Aunque decrépito, su instinto le indica que debe instigar a la cachorrada, pues no quiere morir sin ver a través de CNN una guerra en Venezuela.

Este tipo de cánidos, tienen sus escapes y guaridas ocultas preparadas, por eso son bocones. Se sienten seguros pues ante un “atajaperros” desatado por ellos mismos, más de una embajada les tiene preparadas sus raciones de perrarina. Eso lo tengo por cierto desde hace mucho tiempo, pues hay varias sedes diplomáticas con virtuales avisos de “clínicas veterinarias” donde acogieron a más de un perro con mal de rabia pitiyankee.

Atormentados por las garrapatas del odio, le ladran a “su media luna” con la esperanza de hacerse con nuevos territorios para sus desmanes. Ante las contundentes palabras del Líder Comandante contra quienes pretenden borrarlo del mapa físico, se han vuelto juguetones ¡A perros cobardes! Solo falta que la Sociedad Protectora de Animales se pronuncie sobre los atropellos presidenciales hacia estos nice puppies de la “suciedad civil”.

Sinceramente, cuanto más conozco a estos locos, más aprecio a los dictiópteros.

pladel@cantv.net


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Plácido R. Delgado


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