A remojar las barbas

Después del sábado

¿Y si el sábado hay otra prórroga? No me digan que eso beneficia a alguien, pues de lo que si estoy seguro es a quien perjudica: Al bravo Pueblo hondureño. Serán 72 horas más para arremeter contra quienes defienden la democracia y la legalidad. Tres días para someter a tiros y planazos a quien proteste contra los golpistas.

Leo con escepticismo (pues lo dice el New York Times) que funcionarios de la OEA anuncian la posibilidad de acuerdos con Goriletti y su combo de simios. Cierta o no la información, definitivamente es el Pueblo quien sigue exponiendo la vida en lucha cuerpo a cuerpo, sin más armas que la razón. Dicen que la violencia es el arma de quienes no la tienen, pero que vaina con las oligarquías que nunca ceden en sus atropellos por las buenas.

El golpe contó con la cúpula militar, de otro modo no ocurre. Eso lo sabían bien el imperio y sus súbditos hondureños. La primera fase resultó exitosa: La pueril excusa para la desobediencia al presidente, su secuestro, la usurpación de instituciones, el bloqueo y manipulación mediática. En fin, una copia del golpe del 11 de abril de 2.002 en Venezuela, estudiada y revisada en detalle para no cometer errores.

El caso Honduras es como dije en un artículo anterior, la punta de un iceberg cuya masa, aunque oculta bajo el agua, sabemos que existe. Si lo vemos venir podemos esquivar el peligro subyacente, de otro modo solo queda resistir la embestida. En eso estamos.

El detalle clave fue sacar al presidente Zelaya de su país. De este modo se garantizaron tiempo suficiente dentro de su territorio para ir reprimiendo las protestas populares, conocedores de la burocracia y protocolo imperantes en los organismos internacionales. Esto queda confirmado con la guinda de la OEA dando 72 horas de “plazo” para no se qué carajos.

Si bien es cierto que no sacar al Líder Comandante en su oportunidad resultó fundamental en el fracaso del golpe en nuestro país, los planificadores de este reciente tomaron en cuenta otro ejemplo que se nos olvida: El de Haití y su presidente Jean Bertrand Aristide. Un caso sucedido ante nuestros ojos, cuyos efectos continúan tristemente presentes para vergüenza del continente.

Los hechos son los mismos, aunque con sus propias circunstancias. Un país lleno de pobres, explotación e injusticias y un presidente que quiso revertir esa situación. Los consabidos intereses geopolíticos del imperio como contrapartida, apagaron los destellos de soberanía popular en esa isla caribeña. Hoy, el Haití de Toussaint Louverture languidece por los mismos motivos centenarios que determinaron lo sucedido en Honduras. En la historia reciente del continente, desde Ronald Reagan hasta George W. Bush, han convalidado las tiranías haitianas. Obama no es excepción de la regla. Dura realidad.

El imperio y sus lacayos buscarán llevar lo más lejos posible la permanencia de los golpistas en el poder. Si triunfan, la barbarie regresará con ímpetu y ese es el plan marco: convertir a Latinoamérica en un área de conflictos para aplicar la ley del más fuerte.

Particularmente no creo en la tesis de que Obama solo sea un instrumento del imperio. Al contrario de su predecesor, un fantoche socarrón con visos de cretinismo, el actual presidente de Estados Unidos es de un intelecto complejo, capaz de analizar distintas situaciones al mismo tiempo y suficientemente sutil para no untarse de lodo. Él no planificó el golpe pues aun no era presidente en funciones, pero la luz verde para activarlo no la da un funcionario de segunda.

Al calor del golpe se despabilan los instintos que salvaron al Líder Comandante y al Pueblo venezolano de la rabia fascista hace un septenio. Pero ellos también reaccionan y comienzan a salivar imaginando sus posibilidades, acariciando escenarios. Alguien debe poner sus barbas en remojo. Espero que sean los Gorilettis agazapados.


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Plácido R. Delgado


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