Venezolanos en el extranjero, ¿vetados por el PSUV?

Bueno camaradas, había que retomar la diatriba de los exógenos. Habemos muchos venezolanos que apoyamos el proceso en el extranjero, no sé cuántos en realidad, pero lo cierto es que los hay y que constituimos un frente voluntario de defensa y promoción de la revolución bolivariana. No podríamos nunca recalcar demasiado el hecho de que cuanto hacemos fuera de nuestro país, es una labor voluntaria, difícil y estrictamente ad honorem. Deberíamos por lo tanto tener algún tipo de reconocimiento. Por ejemplo, tener el derecho de inscribirnos en el partido de la revolución que proclamamos y defendemos, el PSUV. Estoy seguro de que para ello sólo bastaría con que el grupo dirigente del partido moviese ligeramente sus meñiques (aún frescos por la gloria democrática). Cosa que hasta ahora no han hecho por nosotros, a pesar de haberles escrito e interpelado reiteradamente al respecto. La indiferencia, el silencio que hemos tenido por respuesta no nos hace, sin embargo, desistir. Pero nos deja, eso sí, la impresión de que algo opera en contra nuestra, una especie de "circunstancia no favorable".

El hecho de ser emigrantes, efectivamente, no nos favorece. Un amasijo de supuestos se despliega en torno nuestro y nos reserva, si acaso, la última fila. Somos los supuestos "abandonantes" del país. Nos corresponde, diríase de nosotros, acarrear las consecuencias de una exclusión por principio. ¿O será más bien por "supuestos", por "prejuicios"? Lo cierto es que la dirigencia de "EL Partido" no moverá "el meñique" por nuestro derecho de adhesión si no lo considera un derecho, es decir, si padece en forma general de un prejuicio respecto de los venezolanos que residimos en el extranjero. Los prejuicios a veces tienen mucha fuerza, pueden llegar a dominar masas enteras, eras enteras. La idea de que vivimos en el lujo puede ser cierta en algunos casos, pero en los veinte años que llevo en Europa no he conocido otra posición social que aquella destinada a los extranjeros que venimos "del sur", es decir, la de una clase obrera que vive cercana a la miseria, explotable por encima de la autóctona -la cual ya es bastante explotada- y víctima de las peores formas de exclusión social. El tema es rico en anécdotas. Hay muchas "desventuras" que los venezolanos que residen en Venezuela ignoran (en su mayoría) respecto de nosotros por completo.

Aun los revolucionarios de tierra firme. Y creo que continuarán ignorándolas mientras en nuestro país no se superen ciertos atavismos cuarto-republicanos que aún mellan gravemente la efectividad del proceso. El nuestro es, como país, un caso distintivo, un caso que "viene de otros lares". A diferencia de los emigrantes peruanos, ecuatorianos, colombianos, etc, que no acostumbran a abandonar sus países por motivos de lujo, recreacionales o educativos, los venezolanos generalmente siempre tuvimos en gran medida "la dicha de poder pasear por el mundo". Los hermanos vecinos, los "otros latinoamericanos", siempre tuvieron motivos menos joviales para dar tales "paseos", menos divertidos. Los venezolanos, dentro de la ingenuidad infantil de un país rico (pero engañado por sus "cándidos" gobernantes), decíamos en cambio "qué chévereeee" cada vez que alguien se montaba en un avión. Lo cierto es que en nuestro inconsciente colectivo reside aún una fuerte dosis de "fiesta" en relación a la idea del viaje al exterior, lo cual lamentablemente a veces se hace presente en la mente de muchos "revolucionarios", quienes pueden incurrir indistintamente en la descalificación a priori del "emigrante propio". No hemos de estar lejos de ser vistos como gusanos, en el caso de ser escuálidos, o como falsos revolucionarios u oportunistas, en caso de ser defensores del proceso (¡a tan poco pueden reducirse nuestros esfuerzos!). He visto cómo algunos "líderes revolucionarios", en gira de conferencias por Europa, han dado muestras de una actitud prejuiciada y excluyente hacia el emigrante venezolano. Es cierto que cuando vienen no tienen mucho tiempo de ver otra cosa que lo ya conocido en las cartas postales, especialmente si son atendidos por las embajadas de nuestro país (cuyas instalaciones, como es lógico, nunca son de lo peor que hay la ciudad); sus ojos se impactan ante el legado arquitectónico europeo de los cascos centrales citadinos, visible a 360º y reliquia de la gloria supuesta de un antiguo reino; sus olfatos y paladares descubren la intimidad secreta del arte culinario "culto" y de sus muy preciados vinos; pero luego viene lo atroz: la rauda e injusta inferencia sobre la calidad de vida de los compatriotas residentes que vienen a escucharlos y a compartir, ilusionados, la actualidad de nuestra solidaridad revolucionaria.

El juicio es automático: lejos quedan las suposiciones menos fáciles, aquellas que no se detienen en los placeres tramposos de la apariencia y que tocan de cerca otras realidades más... reales. La última vez que fui a Venezuela, aun viniendo del lujo supuesto en que vivimos los "oportunistas" y "falsos revolucionarios" que seríamos los emigrantes, no pude impresionarme por la pobreza nacional como hubiera debido. ¿Será que a muchos de quienes vivimos en la miseria "tercermundista" de Europa se nos habrá dañado la vista?... Parecemos dignos de la misión "milagro"... Sin embargo, no pedimos ni hablamos de ningún tipo de asistencia, sólo de nuestro derecho a inscribirnos en el PSUV.

xavierpad@gmail.com


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Xavier Padilla


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