Tesis sobre la Revolución después del 26-S (1/ 5)

El pasado 2 de octubre, el Comandante Chávez citaba e interpretaba al compa Reinaldo Iturriza y su oportuno artículo Parlamentarias 26-S: Un análisis preliminar (http://www.aporrea.org/actualidad/a108909.html). Para esta serie de artículos cortos, utilizaré los planteamientos de Iturriza como comodín conductor; me planteo comentar-interpretar algunas de sus posiciones y desarrollar otras desde mi propia perspectiva.

La primera tesis es que la Revolución hoy sólo tiene la posibilidad de existir –en términos socialistas (socialistamente)- si rescatamos la idea-fuerza de la democracia participativa y protagónica y construimos un programa en torno a la misma. Creo que la idea-fuerza de democracia participativa y protagónica es el motor para el avance de la Revolución Bolivariana. La democracia participativa y protagónica se constituyó en la razón de ser del Proceso Revolucionario y pivote fundamental para el desmontaje ideológico y social de la falacia democrática del puntofijismo. También era la llave y la puerta para una Revolución que desde el ejercicio político fuese tensando todas las relaciones de poder de la sociedad venezolana, incluyendo las relaciones de producción y a la forma Estado heredada. La metáfora sería la de una reverberación, potente y creciente, desatada desde la dinámica participativa que abrió la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. La misma, quisimos y soñamos, trasciende a la Constitución misma y toda forma de poder constituido.

Es en torno a la participación y el protagonismo popular que se desata toda la potencia, movimiento y posibilidad de desarrollo de las luchas de los explotados y oprimidos. Esta potencia se realiza aprovechando los espacios de acción que deja la formulación política del Estado emanada de la Constitución y, de manera paralela y compleja, agotando y rebasando en movimiento constituyente y profundamente radical estos mismos espacios. Por supuesto, la tesis planteada (y las subsiguientes) parten de un diagnóstico sobre el estado de nuestra Revolución. En este sentido, es palpable en el chavismo popular una situación de desmovilización y desorganización, de desencanto y desmoralización y en alguna medida de crítica superficial –carente de sentido de clase- hacia la gestión del Gobierno y la actuación del Partido. La situación en la que nos encontramos no apareció de la noche a la mañana, desde hace ya unos cuantos años, en la misma medida de que las Misiones se institucionalizaron, la contraloría social fue domesticada y tutelada desde las instancias de poder administrativo-burocrático. Atención, la derecha en los años 2002-2003, sin perspectiva de éxito, definió viciosamente al pueblo insurgente como “oficialismo-oficialista”. Paradójicamente el chavismo de aparato logró anular una de las herramientas fundamentales de la Revolución: la contraloría social, centro mismo de la dinámica de participación y protagonismo popular e instrumento político para tensar y violentar a nuestro muy mentado Estado burgués. El chavismo de aparato decretó y constituyó desde arriba, de forma sectaria y artificial la contraloría social; triste y duro escenario para el pueblo revolucionario en lucha por ganar espacios de participación, en contra de la corrupción y por el poder. Se oficializó la contraloría social, se la convirtió en una contraloría oficial.

Entonces, de lo que se trata es de convertir en política y programa el espíritu de la Constitución del 99: fundamentalmente, la democracia participativa y protagónica; junto con sus conexiones hacia la revocatoria de mandatos, la contraloría social, la educación y el trabajo, los referendos, los derechos colectivos, entre otros. Iturriza lo formula en términos de que se trata de “la radicalización democrática de la sociedad venezolana” como vía para la necesaria “repolarización”. Creo entender en su planteamiento que hay dos elementos fundamentales para esta radicalización democrática: uno, repotenciar-recuperar-afinar el diálogo entre Chávez y la base social de chavismo (“interpelación mutua”) y, el otro, recuperar lo grande-hermoso del chavismo (es decir, la politización del pueblo en momento histórico de visibilización e inclusión). ¡Nada más, nada menos, caray! Además, consecuente con lo anterior, apunta a: la lucha en contra de los sectores antipopulares enquistados en el chavismo de aparato y a la lucha por recuperar la base de apoyo y participación social a partir de la identificación del desencanto con la política (es decir, la confusión entre la politiquería del chavismo de aparato con la política como espacio de construcción revolucionaria).

En la coyuntura actual, la discusión abierta por el fenómeno del 26-S, los distintos planteamientos y esfuerzos orgánicos se topan con el titánico reto de sobreponerse al sentimiento de pérdida y añoranza de tiempos pasados de efervescencia revolucionaria, por un lado; y, por el otro, a repetir procesos fuertemente retóricos sobre la radicalidad pero alejados de las raíces de las luchas concretas del pueblo. No es retrocediendo el reloj que vamos a recuperar la sintonía entre el líder y el pueblo, ¡es luchando camaradas! Y como de lucha y tensiones se trata, la cuestión fundamental es:¿Cómo se lucha en contra de los sectores antipopulares enquistados en el Partido y en los distintos niveles de gobierno? ¿Cómo lidiamos con la “jerarquía administrativa”, la “unidad” y la “disciplina”? ¿Cómo se hace para desenmascarar a quienes ejercen la politiquería (el clientelismo, el rentismo, el burocratismo y la corrupción)? ¿Cómo se potencia la dialéctica líder-pueblo y proyecto, mientras barremos todo vestigio de verticalismo? Lucha y programa, organización y movilización, conciencia revolucionaria para manejar el conflicto, por ahí van los tiros.


salazarpineda@gmail.com


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