La insoportable levedad de Ernesto Villegas

En realidad se trata de una crítica hacia una figura pública que, teniendo la garantía de las libertades democráticas debería guardar el precepto de no andar diciendo cosas sobre asuntos delicados para el Pueblo, que tal vez no está representado precisamente en la clase media, de acuerdo a las circunstancias históricas que vivimos.

Me siento así obligado a decir que ese Pueblo al que suelo aludir en mis escritos, con mayúscula, es el empobrecido por los desmanes de los gobiernos títeres y retrógrados que hubieron de sucederse en el trajín de la Patria hasta la última década del siglo anterior y en concreto, a aquellos cuya vida fue cegada de un certero disparo en esos momentos aciagos. No es ignorar a los otros componentes de la sociedad sino ser solidario con la sed de justicia de los oprimidos.

Es un ejercicio definitivamente necesario para remover la pelmaza cultural vitrificada en nosotros mismos como legado, dejar de pensar como clase media, liberarnos por nuestros propios medios de esa clasificación socio económica made in USA. Es, en todo caso, condicio sine qua non para profundizar el proceso de cambios.

A qué obedece eso de que “puede que esa mentalidad me haga percibir como históricamente necesaria, pero cuantitativamente discutible la pena máxima dictada contra los ex comisarios y PM´s (sic) responsables de varias muertes y lesiones asociadas al Golpe de Estado del 11 de abril de 2.002.” del artículo de Ernesto Villegas Poljak “Clase media, impunidad y pena máxima”, publicado por acá. No me lo tomen a mal, pero los invito a leerlo.

¿Se puede o no se puede? ¿Cuál es el dilema? ¿Una clasificación alienante como excusa argumentativa para promover matrices que no debería dejarlas por allí “realengas”?. No es en modo alguno una simple inconveniencia, un desliz semiológico o el uso de la palestra pública en nombre de la libertad de información como irreverencia. Es, eso si, una falta de solidaridad con las víctimas de un plan artero, fraguado desde Washington y ejecutado por viles traidores para continuar el pillaje secular. Salvando las distancias, es como el heresiarca Urosa Ladino, olvidándose del dolor de las víctimas al tiempo que solidario con los victimarios.

¿Será que no se ha informado suficientemente sobre el intríngulis de la sentencia? Pase en quienes se nutren con la información generada en los medios sin tamizarlas, pero no en los expertos aun cuando cada cierto tiempo sean confirmación de la regla aquella de no acertar ante lo evidente.

¿Será acaso una exégesis para dilucidar el sino existencial ante las encrucijadas nacionales, como el alter ego de Milan Kundera, Tomás, en su novela “La insoportable levedad del ser”? Vaya, tal vez sea solo que es humano, demasiado humano, de acuerdo a Nietzsche. Más no sé si en ese sentido de espíritu tornado libre.

No quiero imaginar que resulte excesivo para ciertos espíritus, que quienes reivindicados por la sentencia, mezclen risa y llanto (pudiera cuantificarse con un pluviómetro) al sentirse deslastrados, al menos en unos gramos, de miles de toneladas de injusticia soportados con paciencia durante un septenio de tribunal mediático.

Por cierto, mi estimado: No existe ninguna “incongruencia” entre el titular de días posteriores al Golpe del 11 de abril 2.002 “Los muertos de Chávez” de la bazofia de El Nacional y el otro en sus páginas internas “Los primeros muertos fueron del oficialismo” y usted lo sabe. Lo que pretendía el tapiz de jaula en cuestión era endilgarle todos los muertos al Líder Comandante. Otra levedad.

No cuantifique las patas de su gato en los cinco nombres de Benedetti. En realidad ese poema se refiere a la disociación que a menudo cunde por allí. Usted no es de esos.

pladel@cantv.net


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Plácido R. Delgado


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