Los expertos

Don Ovidio de la Clara, famoso por su conocimiento sobre huevos, fue visitado un día por un amigo interesado en saber qué características debía tener un buen huevo. Entrando a la granja de Don Ovidio, notó que éste estaba distraído en sus faenas, de modo que se le acercó con sumo cuidado por detrás y tapándole los ojos le dijo: Tengo una adivinanza para ti. Por fuera tiene una cáscara, por dentro tiene una clara y una yema, lo pone una gallina y es un delicioso alimento ¿Qué será?

Inopinadamente el experto Don Ovidio, contestó: No me engañarás ¡Es una clase de pastel!

Bueno, allá aquellos que creen que el revoltillo de huevos piches producido por las gallinas oligárquicas, es un pastel recién horneado que nos ofrecerán para compartir el cacao del Pueblo, durante una tertulia ideológica. Aquí hay gente que se contagia de rubeola después de viejo, pero lo considera un acné juvenil.

Mientras se concertaban diálogos, a Yassir Arafat le fue infiltrada su seguridad y lo envenenaron.

Mientras Zippi Libni, le lanzaba fósforo blanco y bombas de tungsteno a toda Gaza, también lanzaba su candidatura para las elecciones en Israel entre diálogos y entrevistas predefinidas. La propia “herodina comicial”.

La sangre y la carne de los hijos de Ho Chi Minh, fue “generosamente” quemada con incandescentes bombas napalm, mientras se dialogaba en francés e inglés.

Mientras el Líder Comandante, trataba de calmar la situación generada por la oposición en el 2.002, haciendo un llamado en cadena nacional, ésta fraguaba la masacre de Puente Llaguno. Hasta ahí, no voy a extraer con pinzas palabras del Ché.

Hay gente que pretende dar lecciones en latín, pero no sabe la diferencia entre las palabras dialogar y negociar, peor aun, con desparpajo las utiliza de sinónimos, sin darse cuenta que el concepto de iutis posidetis juris, se lo pasan por el forro los dueños de la jauría opositora criolla en varias regiones del planeta, con su buena dosis de uranio empobrecido para quitarles las ínfulas de enriquecerse por su cuenta. Radioactividad hasta el 7.021 como herencia.

Discúlpenme la falta de ignorancia, pero el problema no es sentarse a hablar por enésima vez con la oligarquía dirigente de los mini partidos de la oposición, sino lo que traman en mesas paralelas en restaurantes donde se reserva el derecho de admisión y lo que declaran luego de la conversa. Si no se atiende a sus rabietas neoliberales, no le dé más vueltas, comienza el reality “la culpa es del Gobierno”.

Las relaciones numéricas del resultado refrendario están siendo utilizadas para apalancar los intereses de expertos en revolver los destinos de la Patria, auspiciados por bellacos convidados a una mesa de diálogo, que mientras sonríen desde un lado de ella, por debajo tratan de sacarse la piedrita Chávez del zapato derecho, más ná. Esa vaina la sabe cualquier experto con los ojos cerrados.

Pero ya que se la saben todas, digan por ejemplo sobre cuales tópicos se puede conversar con la Dirigencia Mediática Opositora, que no sea que dejen de desquiciar a la gente con tanta patraña, ollas y palangre. Yo, neófito escribidor de poca fe, cifraría mis esperanzas en un diálogo para desmontar el sistema mediático pitiyanki, sin tener que negociar –como mínimo- una ingrata mentada de madre.

A mi me gustan las charlas populares, las consultas al Pueblo sobre el rumbo. Ni con la rancia ni con la nueva oligarquía se puede dialogar sobre el país sin que indefectiblemente pretendan negociar la felicidad de sus ciudadanos. Y no me vengan con el cuento de que la oligarquía solo es parte de la oposición, porque son poquitos pero venenosos.

¡Ah! ¿Que si no conversamos esto se lo llevó quien lo trajo? No es cierto. Pregúntense primero a quién beneficia esa matriz de opinión, cual es el baking de este numerito de malabares post electorales y observen las acciones de los traductores de palabras que deja caer el Líder Comandante, a modo de concha e´ mango. Alguien la pisó y trastabilló, no fue que alguien le dio un palo a Mochilango.

Tampoco hay chiripero, compa. Pero hay más de uno regando su azuquita.


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Plácido R. Delgado


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