La guerra necesaria para el imperialismo norteamericano

La caída de siria esconde las verdaderas intenciones de la guerra contra Irán por Israel y ahora EEUU. Dos contra uno, como hacen los valientes, cuando nadie se les enfrenta, y los que podrían hacerlo, se quedan mirando practicando una diplomacia inservible. A medida que nos adentramos en la segunda mitad de la década de 2020, la configuración geopolítica mundial se asemeja cada vez más a un intrincado juego de ajedrez, donde cada movimiento de las grandes potencias repercute en la estabilidad global. La premisa inicial de un mundo multipolar, donde la influencia se dispersa entre diversos actores estatales y no estatales, ha evolucionado hacia una realidad aún más compleja. La lucha por dominar el sector tecnológico a nivel mundial, el hacerse de recursos estratégicos y la reconfiguración de alianzas históricas, están marcando el ritmo de un orden mundial en permanente discordancia y, ocasionalmente, en conformidad.

El Ajedrez Geopolítico del Siglo XXI: De la Multipolaridad a

la Complejidad Estratégica

La segunda mitad de la década de 2020 nos encuentra inmersos en un escenario geopolítico que desafía las categorizaciones simplistas. La visión de un mundo multipolar, donde el poder se distribuye entre diversas potencias sin una hegemonía clara, si bien aún vigente, se ha visto matizada por una serie de factores que añaden capas de complejidad a la dinámica internacional. Lejos de ser una mera distribución de centros de poder, la actualidad se define por una intrincada red de interdependencias, competencias maliciosas y la constante redefinición de los límites de la influencia.

Uno de los ejes centrales de esta nueva fase es, sin duda, la hegemonía tecnológica. El dominio de la inteligencia artificial, la computación cuántica, la biotecnología y el control del ciberespacio, se convierte en parte de la innovación económica; es el nuevo rin de boxeo elegante por la superioridad mundial. Aquellas naciones que lideren en estas áreas no solo tendrán una ventaja competitiva en términos de prosperidad, sino que también ostentarán una capacidad sin precedentes para influir en la seguridad, la vigilancia y, en última instancia, en la autonomía de otros estados. La dependencia tecnológica puede traducirse rápidamente en vulnerabilidad estratégica, forzando alineamientos y dictando agendas.

Paralelamente, el control de recursos estratégicos sigue siendo un motor fundamental de la política exterior de las grandes potencias. Si bien el petróleo y el gas continúan siendo vitales, la atención se ha desplazado significativamente hacia minerales críticos como el litio, las tierras raras y el cobalto, indispensables para la transición energética y la fabricación de tecnologías avanzadas. Las cadenas de suministro globales, antes consideradas meramente económicas, son ahora reconocidas como arterias geopolíticas que pueden ser estranguladas o protegidas. La competencia por el acceso y el control de estos recursos está reconfigurando alianzas, intensificando la presencia de actores externos en regiones ricas en materias primas y, en algunos casos, exacerbando conflictos latentes.

Para ir culminando podemos decir que, la redefinición de alianzas históricas es un síntoma claro de esta era de inseguridad. Bloques que alguna vez parecieron monolíticos experimentan tensiones internas y realineamientos externos. La resurgencia de nacionalismos, el cuestionamiento del orden liberal internacional y la búsqueda de intereses nacionales más acentuados, han llevado a una fluidez en las relaciones internacionales que rompe con esquemas preestablecidos. Vemos cómo antiguas rivalidades se atemperan en aras de la conveniencia económica o la oposición a un tercer actor, y cómo alianzas históricas se debilitan ante la divergencia de prioridades. Los pactos ya no son necesariamente ideológicos, sino pragmáticos y a menudo transitorios, reflejando una lógica de suma cero en la que cada nación busca maximizar su posición en el tablero.

En este concierto internacional disonante, la gestión de la inestabilidad se convierte en la tarea primordial. La proliferación de armas autónomas, la guerra híbrida y la desinformación como herramientas de influencia, añaden capas de complejidad a la ya intrincada red de relaciones. El riesgo de errores de cálculo, de escaladas no deseadas, es una sombra constante sobre el horizonte. Sin embargo, en medio de esta cacofonía estratégica, también surgen oportunidades para la cooperación en desafíos comunes como el cambio climático, las pandemias y la ciberseguridad. La armonía, aunque ocasional, es un recordatorio de que, a pesar de las tensiones, la interconexión global exige un mínimo de entendimiento y colaboración.

Para la elaboración de este artículo acudimos en internet para leer a: Joseph Nye con su concepto de "poder blando"; Halford Mackinder (con su teoría del Heartland y el control de las zonas ricas en recursos); o Alfred Thayer Mahan (con su énfasis en el poder marítimo para asegurar rutas comerciales y acceso a recursos); Hans Morgenthau o Kenneth Waltz (con su teoría del equilibrio

1 https://www.margen.org/cursos/12/unid02/complem03_02.pdf

2 https://www.undef.edu.ar/libros/wp-content/uploads/2024/02/6.-BARRERA-FRANCO-Carlos-y-OROPEZA-FABIAN-Filiberto-1.pdf

r%C3%ADo_mar%C3%ADtimo.htm?sequence=10#:~:text=Suceda%20lo%20que%20suceda%2C%20el%20poder%C3%ADo%20mar%C3%ADtimo,nutrir%C3%A1%20el%20poder%C3%ADo%20mar%C3%ADtimo%20del%20mundo%20civilizado

4 https://www.diva-portal.org/smash/get/diva2:1261544/FULLTEXT01.pdf.

 

juanandresloyo2.0@gmail.com



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