Los dichos y los hechos

Barak Obama visitó Cuba. Hecho inimaginable hasta hace apenas pocos años, después de 50 años de bloqueo económico y de hostilidad activa de Washington y Miami y de heroica resistencia del pueblo y el gobierno cubanos. Convencido del fracaso de esa forma de pretender doblegar el orgullo de los antillanos, Obama opta por la vía suave de la política y la mercadotecnia. El discurso pronunciado por el jefe de la Casa Blanca (la de allende la frontera) fue una verdadera joya de su reconocida oratoria; amable y elegante, en alguna medida revista de cierto grado de humildad, extraña virtud en la actitud yanqui (aunque parecida a la del discurso pronunciado en El Cairo al inicio de su mandato), con inserciones en español para salpimentarlo. De lo dicho destaca su mención de que Estados Unidos no tiene la capacidad ni el derecho para imponer la forma en que los cubanos se organizan, habiendo antes reconocido las extremas diferencias, para concluir que sólo el pueblo cubano puede y debe hacerlo. Magnífica pieza.

Sin dejar de reconocer la calidad de la oratoria creo obligado destacar su otra característica: la demagogia. Es un discurso de engaño del mismo personaje que, apenas tres días atrás ratificó el decreto por el que declara que Venezuela es un peligro para la seguridad de los Estados Unidos, ratificación indispensable para la autorización de fondos destinados a la desestabilización del régimen de la Revolución Bolivariana. Si dice respetar la soberanía cubana, con qué argumento viola la de Venezuela. Obama no es más que un muy elegante y cínico impostor. Para colmo, el mismo orador al día siguiente arribó a Buenos Aires a dar las albricias al pueblo argentino por haber tascado nuevamente el freno del ominoso neoliberalismo, después de 14 años de haberse tratado de emancipar.

Regresando a Cuba, resulta un contrasentido decir que sólo el pueblo cubano tiene el derecho de decidir sobre su destino y, al mismo tiempo, incitarlo a adoptar las formas de la democracia que se practica en su país, dando por hecho que la que prevalece en la isla es una tiranía. Al decir que el bloqueo fracasó en su afán de derrocar al régimen de la Revolución Cubana está aceptando que le hizo la guerra, así sin tapujos; cosa que jamás han querido aceptar o entender los detractores de Fidel y Raúl. Siendo así tendremos que aceptar que el cubano ha sido un gobierno asediado que tuvo que sacrificar muchas cosas para defenderse, entre ellas ciertos grados de libertad (al igual que sucede con cualquier país en guerra) no obstante tuvo la osadía de proveer a los derechos humanos más importantes: el derecho a la vida, a la salud y al conocimiento; derechos que entre las democracias occidentales se niegan en aras del derecho a la propiedad individual, aún en condiciones de paz; dígalo si no, la realidad que hoy desenmascara el senador Sanders en su campaña por la nominación que, por cierto, aglutina a la juventud insatisfecha por la injusta distribución de la riqueza; o los europeos que ven diluirse sus sueños de bienestar anteriormente cumplidos.

Tiene razón Obama, el bloqueo sólo produjo sufrimiento al pueblo cubano, que todavía no olvida (y espero que nunca lo haga) a quienes le causaron tal sufrimiento. El imperio cambia de estrategia, a la vista del público, pero no varía un ápice sus designios: de lo que se trata es de someter a la isla, ahora por una vía más acorde con la moderna tecnología de la guerra de cuarta generación. Pronto veremos a la isla inundada de turistas gringos y de quinceañeras borrachas y envilecidas para celebrar sus graduaciones escolares o simplemente para destramparse; al rato se llenará de marcas gringas y la isla reconvertida en el burdel que los gringos le han adjudicado como vocación. Labor de zapa para minar la fortaleza de la dignidad del pueblo cubano.

Otra cosa sería que, en aras de una verdadera democracia y respeto a la soberanía, Washington eliminara el bloqueo, devolviera Guantánamo y se abstuviera de intervenir en los asuntos cubanos. Eso sería lo justo y lo bastante. ¡Sueño guajiro!

Correo electrónico: gerdez777@gmail.com



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Gerardo Fernández Casanova


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