La acción legendaria que es la Independencia Absoluta de Mompox ha ganado atención a medida que se acerca la conmemoración de sus primeros 200 años. A esto ha ayudado mucho la publicación del escrito La Independencia de Mompox en la revista Credencial, edición del pasado mes de febrero. Su autor Vladimir Daza Villar. Quien sí sigue “ignorándola” es el centro oligárquico que nos ningunea y machaca con el poder del Estado que controla y la enorme extensión territorial y volumen poblacional andinos que también controla. Extensivo ese tratamiento al resto de la Costa colombo-caribeña, de la cual nuestra patria chica, llamada La Ciudad Valerosa, es parte tanto geográfica como culturalmente.
El objetivo de este artículo a la vista del lector no es abundar en la historia de esa independencia absoluta contra la dominación española; declarada el seis de agosto de 1810 y a partir de este día defendida de sus enemigos, durante varios años, con las armas. De lo que hoy se trata es pesar su influencia sobre acontecimientos ocurridos antaño y hogaño. De estos últimos se ocupará la segunda parte del artículo. Los a tratar ahora van a continuación:
La Campaña Admirable de Bolívar (1812-1813) y su posterior viaje a Haití (1815).
a). A la Campaña Admirable los habitantes de Mompox le dan un empujón formidable, dirigidos por don Celedonio Gutiérrez de Piñeres y el coronel Pantaleón Germán Ribón y Segura. (Posteriormente mártires estos dos patriotas y demócratas, víctimas del sanguinario Pacificador Morillo). Cuando Bolívar acompañado de una tropa exigua llega a la Villa Valerosa el 27 diciembre de 1812, era ésta un territorio libre y autónomo. Puede decirse que al arribar a ese territorio en busca de apoyo material y moral –recibía él a manos llenas dinero, joyas, provisiones y se pusieron a su disposición 400 hombres armados de las famosas escopetas con cañones de guaduas, además que le designaban comandante de Armas de ese distrito militar–, puede decirse que el futuro Libertador igualmente buscaba refugio temporal en Mompox. Basado en la condición libre de ésta. Bolívar había recibido una encomienda de las autoridades de Cartagena, la cual consistía en limpiar de remanentes españoles a la población de Calamar, donde estaba obligado a permanecer hasta nueva orden; limitación humillante(1) que no cumplió y en cambio de ello continuó su marcha a Tenerife, en donde también lograra la importante limpieza. Sin embargo de ello, se le consideró un insubordinado. Ante la acogida de Mompox y sus gentes, su figura se aprestigió en mucho. De ese modo se empezaba a borrar la calificación que absurdamente se le había colgado.
Frente al río, al lado del árbol donde amarraba su caballo percibía el caraqueño que su proyecto por la salvación de Venezuela no era una quimera sino un sueño viable que allí cobraba vida. Como por ensalmo, en Mompox se conformaba un ejército; no importa que en principio fuese pequeño. Sin un ejército ni siquiera en la mente más optimista cabía la realización de una empresa de la envergadura que el carismático militar y pensador delineara en el Manifiesto de Cartagena. No hay duda, no existía en esa época ningún lugar apropiado diferente de Mompox para que el grande hombre comenzara de veras su Campaña Admirable.
b). Bolívar volvió a la amada ciudad en 1815(2), forzado por sus enemigos de Cartagena. Vino a la Nueva Granada (hoy Colombia) en busca de ayuda para poder “emprender otra vez la redención de Venezuela”. Instalada el 6 de agosto de 1813 por la Campaña Admirable, la segunda república (el Libertador y el ejército compuesto por neogranadinos fundamentalmente, de ellos una gran parte mompoxinos llegaban a Caracas en esa fecha), aquella segunda república resultaba destruida por el ataque colonialista de Monteverde y la guerra social conducida contra las fuerzas patrióticas por otro español, Boves(3). Tal derrota obligaría a Bolívar a retornar a territorio neogranadino. Quería el caraqueño, como arriba dicho, reinstalar en su patria la libertad. No sin antes contribuir con la preparación que en la Nueva Granada estaba en marcha para resistir los intentos de reconquista por España.
En Mompox fue apoteósico el recibimiento que pobladores y dirigentes le brindaron. Apoyo hubo de nuevo, lo más importante de esto lo decidido por el coronel Ribón de entregarle una fuerza de setecientos auxiliares, en gran parte mompoxinos, para que con ellos sitiara la ciudad de Cartagena. La cual inclinó la cabeza ante el coronel Manuel del Castillo, cerril opositor de los planes defensivos del gobierno nacional contra los intentos de reconquista mencionados. Planes que el Libertador compartía.
Durante las seis semanas que Bolívar permaneció en Mompox en su segunda visita estuvo dedicado, aunque inútilmente, a tratar de persuadir a la dirigencia de Cartagena a que “se sumara a la corriente principal de la revolución”. Así las cosas, no tuvo otra alternativa que concretar la militar medida del sitio para intentar salvar a la ciudad.
Esta pequeña contienda civil, de mucha trascendencia si se la analiza en profundidad, terminaría inacabada. Porque ninguno de los ejércitos tenía capacidad suficiente para vencer al adversario. De ahí que Bolívar firmara la paz con su contrincante Castillo. Previa renuncia del mando de su milicia partía hacia Jamaica. Sus fieles soldados, en su mayoría mompoxinos, no volvieron a su tierra sino que bajaron del cerro, La Popa, que ocupaban y se desplegaron por la ciudad a acompañar a sus moradores en plan de custodia ante la amenaza poco después materializada por Pablo Morillo.
Las imágenes que acompañaban a Bolívar en su travesía marítima hacia Jamaica inicialmente y luego a Haití, eran de dos tipos. Lo cual es fácil colegir. Una negativa que lo arrastraba a sentirse un desleal. “Debí quedarme a ayudar a defender la ciudad”, pensaba de seguro. Esta cavilación la desecharía rápidamente ya que la batalla interna, entre hermanos, tenía como objetivo imponer un cambio de estrategia. En vez de empeñarse en “una resistencia suicida” los cartageneros debieron preparar, es mi sentir, una retirada ordenada hacia conformarse en grupos armados pequeños a fin de hostigar al enemigo (morderlo) y desmoralizarlo. Pero, ¿qué era lo que quedaba por causa del orgullo torpe de Castillo en particular? Una ciudad heroica pero destruida. El sitio duraría cien días. El 6 de diciembre de 1915 caería Cartagena. Erróneo, pues, fue enfrentar a Morillo y sus miles de modo frontal. Lo correcto habría sido emplear una táctica indirecta, la guerra de guerrillas, que con toda seguridad sería adoptada al final por una abrumadora mayoría del pueblo. Como resultado de esto un ejército nacional habría surgido, con la misión de hacer morder el polvo al bárbaro enemigo.
La otra imagen era positiva. Agradables recuerdos, los más recientes, ayudaban a soportar la dramática travesía marítima al Libertador de Venezuela; después de su vuelta de Haití: de todo un continente.
Encerrado en su camarote, uno puede imaginar a Simón de la Trinidad Bolívar y Palacios complacido evocando e incluso exclamando de viva voz la frase por él pronunciada cuando terminada la Campaña Admirable: “Si Caracas me dio la vida Mompox me dio la gloria.” Concluiría que las ayudas de los mompoxinos fueron las más sinceras y, de hecho, las más benéficas. La de 1812 determinante para arrancar la Campaña Admirable; y la de 1815 posibilitante del histórico intento de salvar a Cartagena y facilitadora ¡además! del viaje a Jamaica. Encamarotado trazaría el borrador que más tarde se volvería la Carta de Jamaica. Una vez descartada la ayuda por aquel país y ante la imposibilidad de retorno a Cartagena, debió tomar rumbo hacia Haití. Echando mano a la hermosa experiencia de Mompox ensayaría lo que en los ratos menos formales de las conversaciones contaría al presidente Alexander Petión. Así afianzaría la disposición de éste a la ayuda que al final generosamente ordenara; la cual se convirtiera en soporte material e inspirador de las guerras de liberación conducidas por él; propiciadoras, repito, de la emancipación de un subcontinente. Al oír lo que su visitante narrara, conmovido debió quedar el presidente del país que, en 1804, terminara la única revolución triunfante protagonizada por esclavos. Lo que Bolívar le contaba era lo realizado por Pantaleón Germán Ribón, coronel poseedor de esclavos pero hombre de acrisolados principios. Quien una vez asumida la independencia absoluta de España por su ciudad daba un paso de imperecedera índole democrática. El otorgamiento de libertad a sus esclavos. Como se sabe, lo único que en enero de 1916 el presidente Petión pidiera a Bolívar, el Libertador, sería la abolición de la esclavitud en la hoy América Latina.
Notas:
1. La aludida limitación fue producto de las intrigas del mercenario coronel francés Pierre Labatut.
2. Antes de la segunda visita a Mompox, Bolívar (a finales de 1814 y principios de 1815) había cumplido una misión militar solicitada por Camilo Torres, presidente del gobierno central con sede en Tunja; y que derrotara en Bogotá conducta parecida a la asumida por M. Castillo en Cartagena. Luego sufriría la persecución de Castillo y otros.
3. Juan Bosh llamaba guerra social a lo hecho por Boves.
Bibliografía: Bolívar, Indalecio Liévano Aguirre, Editorial La Oveja Negra, 1983. Simón Bolívar (traducción castellana), John Lynch. Editorial Crítica, SL, 2006. Artículo Mompox Valerosa y Cartagena Heroica, Autores varios, Papel Periódico Ilustrado. Bolívar, su pensamiento y práctica y el equilibrio mundial, libro en preparación de quien escribe.
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