La tinta indeleble del fracaso

Con una miserable, irresponsable y apátrida actitud, aun hay en la
oposición quienes no quieren aceptar la aplastante gloriosa victoria de
Chávez el pasado 3 de diciembre. No rayan en la estupidez, sino en la
mediocridad. Un ejemplo clarísimo es, como sale la conchita de Maria C.
Machado, (“mi soledad no me asusta, es casi olímpica”), dando sus opiniones
sobre el proceso: “uso de la tinta indeleble”. Indelebles e insolentes son
ellos que con tamaña mentira pretenden dar las últimas estocadas, parecen
esos combatientes que por reflejo alcanzan sus lanzas pero que solo atinan a
sujetarla, pues a pocos segundos mueren. Lo que reflejó ayer Mario Silva en
el programa la Hojilla, refleja de manera contundente y fehaciente las
verdades y sospechas que se tenían de la oposición virulenta, desquiciada,
enferma, miope, cuya patología de la derrota, los acerca a tumba, a la
desestabilización y perturbaciones políticas. El enfermo esta loco,
malherido, en cualquier momento puede intentar acciones suicidas. Entre los
dólares del norte y la oligarquía nazi, fascista y asesina criolla no hay
capacidad de aceptar los resultados, ni de aguantarse otros seis años mas
con Chávez. ¿Cuál será su democracia, y en ella su libertad?

Esa oposición, desquiciada es el producto de las generaciones del pasado de
la cuarta, que aun anda preguntándose, después del 6 de diciembre del 98
quienes son y hacia donde van. Por lo que pinta, sí, la tinta indeleble de
sus pasos es que ni al Valle les servirá ir a llorar. La derrota, es más que
la consecuencia de la angustia por destrozar un país, por llevarse los
millones de dólares de las reservas internacionales. Los tienen loco, la
conciencia de la soledad insalvable en la mente paranoica de sus líderes. La
desesperanza, el temor, los miedos ante una vida lúdica los hacen perder su
propia identidad, viven dentro de la envoltura del caos. Maria C. Machado es
una calvo de la inmediatez de lo estupido. No tengo otro referente más
gentil y caballeroso, no se lo merece tampoco. Viven en un túnel sin salida,
sin el diminuto hueco de la esperanza de luz al final del túnel.

Hay un hueco y un vacío. Hueco del olvido, tan cerebral como visual, es el
hueco de la incomprensión de una realidad dinámica, envolvente en un
proyecto que avanza bajo el libro azul de la revolución roja: la
constitución de la Republica Bolivariana de Venezuela. El vacío viene de
las arcas, aquellas que vaciaron del erario nacional, de la PDVSA de Juan
Fernández, Luis Guisti, de Pietro y del Calderón Berti, entre muchos
ladrones. Pero el vacío va mas allá del bolsillo que los llevo a Miami,
Nueva York, Madrid, Paris y Londres, la merma es grande. Es el vacío de la
soledad, del militante, del liderazgo, de la credibilidad. Lo pero de todo
es la mezcla del Hueco y el Vacío. Ambos, son agentes devaluadotes de la
moral, la ética y del patriotismo. Como también, lo deja la tinta indeleble
de la mediocridad como la que vende Súmate y aquellos medios de comunicación
que actúan como partidos políticos. En un túnel hay y se siente un huevo y
un vació. Hablando de Túnel, la novela de Ernesto Sábato, les puede ayudar a
entender como un pueblo puede salir de abajo, y como un liderazgo honesto y
firme hace una reconstrucción de la nación por el bien de todos, así podrían
comprender a los venezolanos del siglo XXI.

En la imprenta nacional hay tinta, incluso la azul y la roja, pero no es
indeleble, tiñe muchos. ¿Quiénes un poquito? Por se la podemos regalar.

Los 7 millones de votos con la tinta de la paz, la democracia y la libertad
desparramada por todo el territorio y para quedarse por mucho tiempo.. No se
quita con cloro ni blanqueador. ¡que vaina! Es la tinta de la conciencia,
roja rojita. Tu chi cha be.


miguel_agostini@msn.com


Esta nota ha sido leída aproximadamente 3653 veces.



Miguel Ángel Agostini


Visite el perfil de Miguel Angel Agostini para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Miguel Angel Agostini

Miguel Angel Agostini

Más artículos de este autor