"Hacer bien y aprender la verdad son las únicas ventajas que la providencia nos ha concedido en la tierra".
Simón Bolívar
Comencemos con una afirmación, sometida al escrutinio de lector: La verdad siempre es absolutamente subjetiva porque ha sido creada por el ser humano.
Hay personas que piensan que la verdad es siempre la verdad. Parece que esto es cierto, aunque suene a tautología. Pero también es claro que existe actualmente una apreciación generalizada de que el valor público de la verdad está por los suelos. Esto contrasta con la difundida idea de que decir la verdad es algo beneficioso.
La verdad en manos del poder puede ser manipulada; es decir, puede ser usada del modo que mejor convenga. Así, el valor de la verdad se reduce a la utilidad que pueda sacarse de ella. La verdad carecería de un valor por sí misma y se vería sometida al valor que poseen los fines personales. Por tanto, considerar que la verdad solamente es útil, y que merece respeto por esto, es hacer que pierda valor.
En consecuencia, el respeto por el valor intrínseco de la verdad implica no usarla exclusivamente para alcanzar objetivos propios. También se puede causar daño con hechos verdaderos, que no tienen por qué ser convertidos en contenido de dominio público. Resaltar el valor que tiene la verdad no implica convertirla en un arma arrojadiza con la cual se pretende vencer una batalla contra otra persona. Lanzarla con un clic, sin considerar sus consecuencias, no es afirmar su valor, sino desprestigiarla.
Quien hace de la verdad algo que nadie quiere escuchar está descuidando su modo de presentarla. Se asemeja al charlatán, y esto es muy fácil en Internet, porque el lenguaje escrito jamás podrá remplazar al diálogo directo con la otra persona. El que olvida esto, piensa que las palabras son sólo vehículo de contenidos, y se queda sin considerar que la conversación transmite valores con los que se logran acuerdos. Cuando el diálogo no ocurre, las discusiones devienen en luchas ideológicas, donde el que vence es el más fuerte, el que grita más.
En el caso de las redes sociales, vence quien emite más mensajes o contenidos. Hoy, en día, por el mundo cunde la posverdad y las fake news. El conflicto del Oriente Medio es una evidencia de que por las redes sociales la opinión que se posesiona es de sus dueños, que, en su inmensa, son sionistas.
La verdad y sus versiones
Friedrich Nietzsche, se pregunta: ¿qué es entonces la verdad?, y responde: Una hueste de movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son.
En otras palabras, la verdad, para Nietzsche, no existe. No existe ni la verdad trascendente ni la verdad inmanente, a menos que se trate de una tautología carente de valor, mero juego de palabras, "conchas vacías".
O, en todo caso, la verdad, desde la época de los mitos arcaicos hasta la metódica y rigurosa ciencia actual, es sólo la búsqueda desesperada de poder. Porque somos los animales más desfavorecidos en la lucha natural por la existencia. No poseemos "cuerno, o la afilada dentadura del animal de rapiña". Nuestro cuerpo no resiste la más mínima comparación con los de otras especies, a no ser por la diferencia abismante entre nuestro cerebro y el de los otros.
En el ensayo "Sócrates" del libro La promesa de la política, Hannah Arendt explica la tradición política de este filósofo en contraste con la de Platón, porque mientras este consideraba que el filósofo posee la verdad absoluta y debe emplearla para regir sobre el pueblo, Sócrates, en cambio, asignaba al filósofo el papel de patrona de la verdad inherente en las opiniones de los ciudadanos, "de hacer a los ciudadanos más veraces".
La verdad absoluta, que sería la misma para todos los hombres y, por tanto, desconectada, independientemente de la existencia de cada hombre, no puede existir para los mortales, porque para estos lo que importa es hacer verídica a la doxa y hablar de tal modo que la verdad de la propia opinión se le revele a uno mismo y a los demás.
Por lo tanto, la política no trata de establecer una verdad absoluta, sino de articular diversos doxai (opiniones). No es el lugar para una verdad única, sino un espacio para la pluralidad de actores y opiniones. En tal sentido, Arendt se pregunta por la verdad en el terreno político advirtiéndonos que: "Nadie ha dudado jamás que la verdad y la política nunca se llevaron demasiado bien".
La verdad de hecho y la opinión, aunque son vectores distintos de la condición política; sin embargo, están interrelacionadas. Por un lado, el asunto de la verdad de hecho pone en relación varias personas diferentes intercomunicadas en un mismo campo, el de la política, que remite a acontecimientos, eventos y circunstancias unidas por el testimonio, pues éste sólo existe cuando se habla de la verdad. Por su parte, el papel de las opiniones sería el de la política que posibilita la participación de todos los que intervienen en el espacio público, en donde cada individuo, a través de sus opiniones, construye a la vez otras opiniones, y va persuadiendo a otros, de entre sus iguales, en la confrontación e interlocución sobre sus intereses particulares.
Para Michel Foucault, la verdad aparece como aquello que nos conmina a pensar de determinada manera, no desde la universalidad sino desde la particularidad que promueven diversos regímenes de generalización. En efecto, no hay una verdad única y universal, pero eso no excluye la presencia material de una verdad plural y local, cuya historia corresponde que la realice la genealogía. Dice Foucault: "yo creo demasiado en la verdad para no suponer que hay diferentes verdades y diferentes formas de decirla". Asimismo, afirmaba: "Estamos sometidos a la producción de la verdad desde el poder y no podemos ejercitar el poder más que a través de la producción de la verdad". Es decir, el que tiene el poder, tiene la verdad; y no es una cuestión menor. La transformación de un concepto no verdadero en algo que lo es encarna la esencia de aquello que nos ocupa en cuanto ejercicio real del poder.
La verdad es un producto dinámico, social, histórico, científico y político, que se construye y constituye al fragor de contiendas filosóficas, ideológicas, económicas y sociales, que tienen lugar en un determinado espacio y en un tiempo específico. La verdad es de este mundo; está producida aquí gracias a múltiples imposiciones. Tiene aquí efectos reglamentados de poder. Cada sociedad tiene su régimen de verdad, su "política general de la verdad"; es decir, los tipos de discursos que ella acoge y hace funcionar como verdaderos; los mecanismos y las instancias que permiten distinguir los enunciados verdaderos o falsos, la manera de sancionar unos y otros; las técnicas y los procedimientos que son valorizados para la obtención de la verdad; el estatuto de aquellos encargados de decir qué es lo que funciona como verdadero.
La realidad
Ahora, una cosa es la "verdad" y otra cosa es la realidad, que también tiene distintas lecturas de acuerdo a los intereses.
Realidad procede del término res y significa cosa. Así, realidad suele hacer alusión al mundo donde existen las cosas y en donde tienen un lugar el espacio-tiempo. Asimismo, es el medio por el cual se designa la existencia, es decir, aquello que es efectivo y que tiene un sentido práctico.
De esta forma, podemos encontrar diferentes tipos de realidad (filosófica, social, virtual, aumentada y distintas concepciones). Por ejemplo, para Aristóteles es racional, para Platón transciende a la experiencia y para Kant es a la que llegamos a través de la experiencia.
En todo caso, decimos que la realidad tiene también distintas lecturas. Sobre lo que ocurre en la Franja de Gaza, por ejemplo, el señor Benjamín Netanyahu no niega, porque no podría hacerlo, que está asesinando palestinos. Él dice que los que asesinan son terroristas o potenciales terroristas, y ha tildado a quienes se oponen a los ataques israelíes en Gaza de defender a "terroristas" y ponerse del lado de "violadores y asesinos", aunque sus tropas han sido acusadas por organismos internacionales de cometer crímenes similares. Y nosotros decimos, con mucha propiedad y convicción, que eso es un genocidio.
Dos lecturas de una misma realidad.