¿Quién es el malo?

 

I

Nací en una época en que no había un televisor en cada casa, menos en cada habitación y cuando lo había, estaba en la sala. De niños íbamos en grupo, mis hermanos y yo a la casa de un vecino y veíamos lo que ellos seleccionaban en su aparato. Cerca de la adolescencia tuvimos nuestro primer televisor, se compró usado, blanco y negro, tenía cuatro patas y la infaltable perilla para seleccionar los tres canales disponibles en la Venezuela de principio de la década de los ochenta. Los domingos esperábamos impacientes las películas que proyectaban dentro del marco de lo que Venevisión llamaba "Cine Millonario", pero casi obligado era mirar las películas de vaqueros que la precedían. Mi madre algunas veces se incorporaba mientras veíamos lo fue la era del spaghetti westerns y antes de sentarse nos preguntaba: "¿Quién es el malo?".

El día que comencé a escribir esta nota, se inauguró para mi cuando sonó una alarma a las cinco y diez de la mañana y al despertar, constaté que no había electricidad desde la madrugada. Respire profundo y decidí esperar hasta que nos alumbrara la luz del sol, mientras tanto me asalto aquella pregunta que mi madre nos hacía ¿Quién es el malo?. No me respondí, solo reflexioné sobre la manera en la que los medios de comunicación nos han configurado una manera de construir los relatos que explican nuestra realidad o parte de ella. Durante décadas el cine, la televisión, la prensa escrita y ahora los medios digitales nos han convencido de una determinada manera de explicarnos la vida, donde predomina el maniqueísmo, esa dicotomía metafísica del bien y mal.

Hoy millones de venezolanas y venezolanos tenemos un salario con el que se compra solo una fracción de lo necesario, arriesgamos la vida para llegar y estar en el trabajo, y experimentamos una dualidad permanente: trabajar más o corrompernos. Otros cientos de miles despertamos sin electricidad, sin agua potable o combustible para cocinar los alimentos. No pocos decidieron emigrar. De esos millones de compatriotas, creo que una buena parte se cuestiona ¿Quién es el malo?. Y seguro imaginan la respuesta. Se busca una explicación, una manera de entender lo que nos pasa y por qué nos pasa. Las respuestas que proponen los factores políticos predominantes o minoritarios (asociados a la revolución u oposición) reproducen la dicotomía aludida, mediante propaganda.

II

Entender lo que nos pasa, implica como punto de partida asumir que posición tenemos en la sociedad. Reconocer que somos parte de una clase social que es la que trabaja y cuyo salario se convierte en la base material para acceder a parte de las condiciones de vida que consideramos dignas. Decía un viejo camarada al respecto, que no solo hace falta tener condición de clase, sino que es imperativo tener conciencia de clase. En contraparte hay que identificar cual es la otra clase, es decir la que posee los medios de producción, que solo es posible en esta lógica si se es dueño del capital. En una sociedad de clases como la nuestra es importante destacar que cada una tiene intereses y estos son antagónicos. Históricamente está demostrado que no se concilian los intereses de los poseedores del capital con los intereses de quienes poseemos la fuerza de trabajo, puesto la realización de nuestros intereses es proporcialmente inversa a la realización de quienes tienen en capital. En este enfoque marxista de analizar la realidad el Estado tiene un papel, garantizar las condiciones para asegurar la reproducción del capital. Para realizar cambios societales o mantener la estructura se requiere una determinada correlación de fuerzas y es decir en palabras de Gramsci la hegemonía, es decir la capacidad de una clase de someter a la otra.

Desde principios del siglo veinte la burguesía nacional en Venezuela se asoció a la apropiación de gran parte de la renta petrolera, en consecuencia, se especializo en la importación, el empaque y fundamentalmente en la comercialización; de manera marginal se incorpora en la producción de bienes. La irrupción de Hugo Chávez en el escenario político, resulto en una reducción participación de la clase empresarial en la distribución de la renta petrolera. Discursivamente los liderazgos de la revolución bolivariana confrontaron y liquidaron sistemáticamente a sus operadores políticos, pero el Estado, que era forzado a operar en función de la redistribución de la renta entre las mayorías, y en esencia siguió cumpliendo su propósito. Chávez se convenció de la idea de socialismo, le agrego el sello del siglo veintiuno, e intento experimentar con las cooperativas un desplazamiento de los actores que dominan la estructura económica. Fracaso en la experiencia a no contar con el apoyo de los involucrados y por el enfoque burocrático que prevaleció en la acción. El sujeto de este nuevo relato socialista fue el pueblo organizado en lo comunal y la política se orienta a darse sustento orgánico. Chávez no conto en su cálculo lo pronto que estuvo la finitud de su existencia.

Maduro asume el liderazgo en la revolución bolivariana, con un complejo polo de referencia para su desempeño político: su predecesor; con dos desafíos claves gestionar los conflictos e intereses entre los factores que la respaldan y administrar la reducción de la renta petrolera y en ellos se ha concentrado. Esta situación brindo la oportunidad a la burguesía para operar en el terreno que dominan: la producción y la comercialización. Su operación se complejizo al incorporar un elemento novedoso como arma, la especulación, que ha precarizado los patrones de consumo y las condiciones de vida de los venezolanos y las venezolanas. La acción de la burguesía se ve favorecida por la corrupción a todos los niveles, que es alimentada por la exacerbación de un elemento subyacente en el imaginario venezolano y heredado de la cultura petrolera: la aspiración de la riqueza súbita. Esta situación ultima está comprometiendo la provisión de los servicios en todos los espectros de lo público y la relación con lo público.

En suma, en los casi veinte años de la revolución bolivariana, actores asociados al chavismo lograron la hegemonía en la dimensión política, pero no se logró afectar la hegemonía en lo económica a la burguesía, y esta ha actuado en su terreno, aun cuando sus peones políticos están muy debilitados. Después de un largo periodo de espera, la respuesta del liderazgo de la revolución bajo la conducción de Nicolas Maduro a la fecha es emular el modelo chino. Una estrategia que restringe al socialismo en lo social y promueve la libre competencia y la iniciativa privada corporativa en lo económico. El Programa de Recuperación Económica se incorpora en esta dirección. En síntesis, la dirección de la revolución cede no solo discursivamente, sino que garantiza las condiciones para garantizar la reproducción del capital ahora transnacional (basado en el extractivismo) y del dudoso capital nacional desplazado y ahora desafiado a producir.

En el actual escenario se observa un desplazamiento del pueblo organizado en lo comunal como sujeto de la revolución bolivariana al partido, que este caso es burocratizado y corrompido. Mientras que las organizaciones de los que trabajamos se encuentran subordinadas al partido-gobierno y una minoría no articulada promueve iniciativas autónomas.

Quienes formamos parte de la clase trabajadoras no podemos renunciar a construcción de la revolución. No podemos renunciar a la construcción de una correlación de fuerzas favorable para lograr cambiar forma en la cual se organiza la sociedad. Esto supone también que tener claro quienes son los enemigos de clase y sus operadores y exige transitar una conflictiva articulación de las organizaciones de trabajadores y las trabajadoras y su relación con otros actores.

III

Hoy mi madre también sigue interrogando: ¿Quién es malo?, solo que son otros tiempos y esta no es una película de vaqueros.

 

Sociólogo, @jxrondon



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