¿Cuál revolución agrícola?

Cuando niño arrié burros cargados con la cosecha de caña de Ángel María, hasta el trapiche; moví café expuesto al sol sobre el piso de baldosas; desgrané el maíz de las mazorcas y comí hortalizas del huerto de Ignacia. Como joven profesional del mar tripulé buques que transportaban alimentos desde Estados Unidos, los mismos que mis dos abuelos producían, y participé, de manera inconsciente, en la importación que acabaría con la actividad que les otorgaba la dignidad  que les caracterizó. Tarde comprendí, de la lectura y el estudio, que aquella importación y el transporte en buques adquiridos por gobiernos venezolanos y tripulados por marinos venezolanos, constituiría esa parte del proceso de ejecución por nuestras manos, para establecer la forma de dominación de nuestro pueblo, impuesta  por el gobierno estadounidense, que privó a Venezuela desde entonces, de su capacidad para producir sus alimentos.

La escasez de alimentos que hoy padecemos los venezolanos es la concreción de ese propósito imperial, en el que yo participé. Durante doce años he escrito acerca de las dos mayores vulnerabilidades que condicionan nuestra libertad y soberanía: alimentos y medicamentos; oí a Chávez insistir incansable en los dos temas y conozco que Maduro, entonces Canciller, lo secundaba con absoluta convicción. Chávez no atinó a corregir lo que muchos productores  apreciamos: ineptitud para ejecutar tan formidables políticas agrícolas, concebidas por la Revolución Bolivariana; Maduro siguió el rumbo de Chávez, con la misma disposición a catapultar la producción agrícola y formidables políticas al efecto, pero tampoco ha entendido el fracaso y la ineptitud del equipo que ha sido el responsable, durante una década, de ejecutarlas.

Mi consciencia me obliga a advertir la gravedad de nuestra vulnerabilidad alimentaria, agravada aún más por la sequía, cuando por el Oriente Medio se extienden las llamas de una guerra por el petróleo, que se trasladará hasta nosotros; sin embargo, las autoridades responsables de la producción agrícola se deleitan en oponer obstáculos al productor, cuando deberían por el contrario actuar diligentemente para solucionar sus dificultades. Yo quiero producir, y no para lucrarme sino, para contribuir con mi actividad agropecuaria a la lucha por nuestra libertad, como lo hice a bordo de los Buques Pilín León y Moruy, durante el paro petrolero.

Necesito traer agua desde un río cercano que la descarga al mar, para dar de beber a mi rebaño y sembrar, pero debo transitar por el camino de permiso tras permiso, que lo hace difícil, aún para quienes como yo, disponen de algunos medios, entonces me pregunto ¿Qué tan  difícil es para un humilde productor de una localidad distante a la capital de mi Estado Falcón? Necesito fertilizante para decenas de Has. de cultivos, me limitan la cantidad a un pequeño huerto; necesito mangueras para regar al goteo siete Has., por la escasez de agua, me venden sólo la longitud suficiente para una; necesito el servicio de un tractor, los funcionarios se niegan a prestarme el servicio con tractores propiedad del Estado, que permanecen ociosos; solicité el servicio de una máquina de oruga, propiedad de un organismo del Estado, que repara la carretera cercana, para una pequeña labor de reparación de una laguna, a sólo 10 minutos de su localización, hicieron caso omiso a mi solicitud y la máquina permanece sin actividad durante días. Cabe entonces preguntar ¿Qué hacen en realidad los funcionarios del Estado, para resolver la más urgente necesidad de la nación, para que el productor agrícola incremente o, al menos, mantenga el nivel de producción? ¿Cuál es el cambio, Cuál la Revolución del agro venezolano?



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Rafael Flores

Capitán de altura y productor agrícola

 eveliseyrafael@hotmail.com

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