29-08-25.-“A nosotros nos llevaron a El Salvador a que nos torturaran”, con esa frase resumió Carlos Uzcátegui, tachirense de 33 años, los cuatro meses que pasó detenido en el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), en El Salvador, tras ser deportado desde Estados Unidos junto a otros venezolanos acusados de pertenecer a la banda criminal trasnacional Tren de Aragua, acusación que niega.
En entrevista con el programa Háblame Bajito de Radio Fe y Alegría Noticias, Uzcátegui relató que los custodios los sometieron a tratos crueles y a terror psicológico desde el primer día, al punto de que en muchas ocasiones perdió la esperanza de salir de la megacárcel y reencontrarse con su familia.
“Vivimos puro maltrato desde el momento en que llegamos hasta que salimos”, afirmó. “A veces, no recordaba ni mi propio rostro por el tiempo que tenía que no me veía la cara en ningún lado”, expresó.
“Salí de Venezuela por el bienestar de mi familia”
Uzcátegui decidió salir de Venezuela —donde tenía un local de comida y trabajaba en la minería— por el bienestar de su familia y emprendió su viaje el 19 de marzo de 2024. Luego de atravesar la selva del Darién y varios países de Centroamérica, llegó a Ciudad de México, donde trabajó en una marisquería mientras esperaba su cita por la aplicación CBP One.
El 10 de diciembre de 2024 se presentó a su cita en Matamoros, México, con sus antecedentes penales, fotocopia de la cédula y partida de nacimiento en mano. Fue allí cuando agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduana (ICE) lo detuvieron.
Precisó que a él y otras dos personas los llevaron a una sala aparte, donde comenzaron a interrogarlos. Al preguntarle si tenía tatuajes y mostrarles el suyo, la actitud de los funcionarios cambió radicalmente. Poco después, llegaron cuatro oficiales del FBI, quienes lo acusaron de pertenecer al “Tren de Aragua”.
Posteriormente, lo pasaron a otro cuarto, donde lo despojaron de su ropa y lo fotografiaron. “Me mostraron algunas fotos y me preguntaron si conocía a esas personas y si estaban vinculadas al Tren de Aragua. Les dije que no conocía a nadie, pero ellos en ningún momento me creyeron”, aseguró.
A partir de allí lo privaron de libertad y, a la mañana siguiente, lo trasladaron al El Valle Detention Facility, en Texas, donde compartió celda con migrantes de México, Honduras, El Salvador, Rusia y Haití. Según su testimonio, los venezolanos eran los que recibían peor trato.
Al transcurrir un mes en prisión, pudo hablar con un abogado para conocer si sería liberado o deportado. Uzcátegui solicitó la deportación y, al cumplir tres meses en EE. UU., fue trasladado a El Salvador sin previo aviso.
El horror en el Cecot
Al aterrizar en territorio salvadoreño, Uzcátegui recordó que intentaron resistirse, exigiendo explicaciones, pero fueron bajados a la fuerza por antimotines. “Nos golpearon hasta que entramos a la celda”, denunció.
Según su testimonio, pasaban 24 horas al día encerrados en una celda con hasta 20 personas por litera, dos tanques de agua y un inodoro de cemento sin privacidad. “No nos daban cubiertos, comíamos con las manos”. “Pasamos 15 días sin cepillarnos los dientes”, declaró.
Explicó que, en ocasiones, los sacaban a jugar fútbol durante 15 o 20 minutos en el mismo pasillo de las celdas, mientras les tomaban fotos. Un pastor, también preso, se encargaba de darles palabra y levantarles el ánimo.
Asimismo, aseveró que permanecieron totalmente aislados, sin acceso a abogados ni a llamadas con sus familiares, y que recibían golpes, especialmente tras realizar huelgas de hambre.
“Me dislocaron un brazo, me arrancaron las uñas de los pies y a varios compañeros les partieron las costillas”, dijo.
Contó también que, dos días después de la visita de la Cruz Roja, recibieron otra golpiza por denunciar que estaban siendo maltratados y carecían de colchones e insumos básicos.
“Dios era lo único que nos fortalecía a todos los que estábamos ahí, esa esperanza de volver a salir, de encontrarnos con nuestros familiares, de saber que no éramos delincuentes y que algún día algo tenía que pasar con nosotros porque estábamos ahí injustamente”, agregó.
“(Dios) me probó en el fuego para transformarme en otra persona”
Uzcátegui finalmente fue repatriado el pasado 18 de julio junto a otros 251 connacionales, sin aviso previo y sin sus pertenencias. “Nos subieron a unos buses y nos dijeron que iríamos a otra cárcel”. No obstante, finalmente subió un oficial de Migración, quien les informó que iban de vuelta a su país.
Ya en Táchira, se encuentra en un proceso de adaptación, recibiendo ayuda psicológica y agradecido por el reencuentro con su familia.
Igualmente, cumplió su promesa de asistir a la procesión del Santo Cristo de La Grita. “Quiero aprovechar más la vida, disfrutar de mis seres queridos y darle gracias a Dios por el simple hecho de respirar, de reír, de ver, de oír. Valorar todo en todo sentido”, expresó.
“Dejé de reprochar y entendí que Dios me puso en ese lugar por una razón, que me estaba haciendo fuerte para una bendición mayor. Me probó en el fuego para transformarme en otra persona”, concluyó.