A Anacleta Tajtaj también le pusieron un grillete, deportaron a su marido y a tres hermanos los metieron en prisión. “Nuestra familia en Guatemala comía gracias a nosotros. Ahora van a pasar hambre”, lamentó. Le costó a cada uno 33 mil quetzales (unos 4 mil dólares) llegar a estados Unidos, una suma enorme en San Miguel Dueñas. “Ahora sólo queremos regresar. Todo aquí es un crimen —todas las cosas normales, como trabajar”. Sin embargo, Tajtaj y la otra mujer no pueden ir a casa todavía.
Tres
meses después de la redada no tienen siquiera las fechas de sus
audiencias. “No pueden trabajar, no tienen forma de pagar la renta o
comprar comida, sus maridos y hermanos están en prisión o fueron
deportados, y las mantienen en aislamiento en este pueblito”, dice Luz
María Hernández, quien encabeza una red de apoyo en la iglesia católica
de St. Bridget, en Postville, para 48 mujeres engrilladas. “Ésta es una
forma de castigo sicológico”.
David Bacon documenta el trabajo, la migración y el impacto de la globalización sobre la gente que labora. Sus fotografías de comunidades transnacionales aparecieron en Ojarasca 135