Es la inflación el principal problema de la economía venezolana? (III)

¿Es verdad que ha fracasado la política económica del chavismo? Lo ocurrido la semana pasada  respalda la tesis aquí sostenida de que si se quiere ganar la llamada “guerra económica” lo primero que debemos hacer es salirnos de la trampa inflacionaria, pues si seguimos profundizando en ella más pronto que tarde la perderemos o acabaremos  validando los argumentos de nuestros contrincantes y trabajando para sus intereses. Sin embargo, esto no quiere decir que me pliegue a quienes han criticado el “acercamiento” entre el gobierno y los empresarios privados. En primer lugar, porque me parece evidente que las razones del mismo son más del orden  político que económico, pero tampoco me pliego porque buena parte de la crítica se basa en argumentos en sí mismos fetichistas, tal y como el de la expropiación de la Polar como si en sí misma esa medida solucionara el problema. Allende de que el mismo presidente y dueño de esa empresa en un arranque de soberbia digno de un amo del valle colocó en la mesa los argumentos gracias a los cuales estamos en mejor posición para argumentar su carácter oligopólico y por tanto pujar para combatirlo, pretender que con la pura expropiación daremos un paso firme en la construcción del socialismo es tan ilusorio como aquello de que con reformar el código de comercio tendremos automáticamente una economía socialista.

En tercer lugar, y esto es para mi lo más importante, hay que estar conscientes también que por más preclaro y revolucionario que pueda llegar a ser un presidente o gobierno por sí sólo no tendrá capacidad de ganar la guerra económica –es decir, la guerra contra el capitalismo- si no cuenta con el empuje activo y organizado de la población y fundamentalmente de sus sectores más politizados. El chavismo no puede repetir con el presidente Maduro el mismo error en el que incurrió con el presidente Chávez: dejarlo solo en esta guerra esperando cómodamente sentados a que la ganen para después mandar un twiter celebrando si sí o condenando si no. Así no se hace una revolución, ni en el siglo XXI ni en ningún otro. Hay que organizarse, formarse, movilizarse y salir a dar la pelea donde haya que darla.

En este sentido, la guerra económica se desarrolla en al menos en tres frentes: en el material, en el anímico y en el de las ideas. En el material, se especula, acapara, aguanta la mercancía, en resumen, se roba y priva a la gente de su dinero y de las cosas que necesita para hacer su vida. En el anímico, se predispone a la población a hacer lo mismo y a pelearse  por los productos escaseados, se le desespera y amarga. Y en el de las ideas se justifica todo lo anterior con argumentos rebuscados, tramposos y falsos cuando no siniestros. Un buen ejemplo de ello es el de las llamadas expectativas adaptativa o racionales, que es la manera de convalidar la especulación, la usura y el acaparamiento a través de un lenguaje “científico”. Otro, el afirmar que la inflación se debe a un desbalance entre producción y consumo, siendo que este último sobrepasa la capacidad de la primera. Si este último fuese el caso entonces en Venezuela hubiese hiperinflación desde los años cincuenta porque desde mediados de aquella década tal desfase existe. Pero además, aunque bien es cierto que el mismo es un propiciador de la subida de los precios no explica por qué suben, pues en última instancia lo que lo explica es que en situaciones como esas los vendedores aprovechan para aumentar sus márgenes de ganancias a costilla de los compradores. El que eso parezca normal es precisamente el mejor indicador del problema, en el sentido de la manera cómo se internaliza la práctica capitalista. Lo que quiero decir es que en una situación de escasez –real o ficticia, accidental o provocada- o donde la demanda de la población está muy por encima de la capacidad de satisfacerla bien por la producción interna o bien por las importaciones no suponen de suyo que los precios aumenten. Los precios aumentan no por la escasez en sí misma si no por las relaciones en medio de las cuales se producen que, en el caso de las economías capitalistas están mediadas por el afán de lucro individual a través de la explotación del otro -el egoísmo, tal y como lo llamó bien temprano Adam Smith o la “maximización de los beneficios”, tal y como lo dirían más tarde elegantemente los utilitaristas y neoclásicos. Ese egoísmo y el marco de competencia sobre el cual se da es lo que lo propicia y explica.[1]

Sobre este tema volveremos después con mayor detalle, por ahora me interesa insistir en que hay que tomarle la palabra al presidente Maduro, movilizarse y dar el debate sobre el problema de la formación de precios llevándolo hasta sus últimas consecuencias derivadas de las condiciones materiales y los intereses concretos en torno a los cuales se produce dicha formación. Y es que, para parafrasearlo cuando se refería al caso CORPOELEC, en materia económica es urgente barajar de nuevo las cartas e ir a la raíz del asunto en vez de andarnos costosamente por las ramas. Pero este barajar no puede confundirse con el abandono de los principios que es lo que la oposición está tratando de hacer al imponer sus ideas y matrices, pero que también promueven algunos “expertos” “nuestros” solo que planteadas en un lenguaje convenientemente chavista.

En efecto, más que bodrios como lo de Emeterio o los que publican otros apóstoles capitalistas como Bittan o Leonardo Palacios en El Mundo, los que me preocupan son aquellos análisis provenientes de las propias filas del chavismo o el filo-chavismo que partiendo desde posiciones aparentemente distintas y utilizando una jerga progre llegan, sin embargo, a las mismas recomendaciones. Me refiero a casos como lo de Felipe Pérez, Chicago Boy de última generación, ex ministro de Planificación y con un gran talento para hacer pasar por revolucionarias una serie de tópicos neoliberales “heterodoxos” cuando no eclécticos. A Juan Carlos Monedero, quien en un reciente artículo publicado por Rebelión llama poco más o menos a  desmontar la revolución para salvarla. Pero también a Víctor Álvarez y a sus recomendaciones en torno a los supuestos “principales retos” en materia económica que debe enfrentar el presidente Maduro.  [2] Como quiera, igual es saludable que se de el debate pues además de definir las posiciones nos obliga a profundizar en las materias involucradas. Lo que hay es que impedir que dichas tesis se impongan entre nosotros, pues son tanto más peligrosas que las de la derecha reconocida propiamente tal. Barajar las cartas pues no significa claudicar y tomar las que nos imponen los contrarios en medio de un debate provocado por ellos: significa cambiar la naturaleza y el tema del debate mismo, los interlocutores, su objeto y la estrategia. En esa dirección es que hemos intentado avanzar en esta serie de reflexiones sobre el tema de los precios y la inflación. Pero antes da avanzar de lleno en ello hemos considerado conveniente comenzar desmontando la trampa inflacionaria, trampa que no sólo consiste en la manipulación de los precios en sí si no –y tal vez sobre todo- de las explicaciones en torno a las razones de dicha manipulación.

Así las cosas, una vez más, lo que decimos es lo siguiente: la inflación es un falso problema, y en el caso concreto del problema de los precios en nuestro país, independientemente de las medidas coyunturales que se puedan tomar para evitar que sigan aumentando e incluso hacer que bajen, no debe perderse de vista que éste no se reduce a un problema de “distorsión” de los mercado si no que forma parte de la lógica de reproducción y acumulación del capital la cual –dadas ciertas condiciones históricas, políticas y sociales concretas- encuentra por esa vía (la de los precios altos y su continuo aumento) para realizarse. Así pues, no se trata de negar o minimizar el tema de los precios. Por el contrario, se trata de decir que es un asunto mucho más serio de lo que parece y que su solución por tanto requiere de medidas no convencionales. Sostenemos que la hipótesis inflacionista en cuanto diagnóstico del problema de los precios es falsa porque confunde al fenómeno con su descripción metafórica, diagnóstico que en el menos malo de los casos no da cuenta del problema en toda su profundidad pero además y sobre todo -fetichismo mediante- aparentando rigurosidad científica y apego a los hechos es en realidad una lectura no neutral y de hecho es abiertamente parcializada desde el punto de vista político, erigida no para revelar la naturaleza de la dinámica de formación y movimiento de los precios sino para ocultarla detrás de una serie de consideraciones y presupuestos cuya razón de ser es garantizar desde el plano teórico-ideológico que se mantengan intactas las condiciones socio-políticas y los intereses que el marco de las sociedades capitalistas determinan esa dinámica. Lo que solemos llamar “inflación” es una lectura de la fijación de los precios desde la perspectiva de quien los fija en detrimento de quien los paga. En consecuencia, cuando hablamos de ella aceptamos sus postulados y la asumimos como un fenómeno y no como una de tantas explicaciones posibles de dicho fenómeno, entramos de lleno en el corazón de la visión capitalista del mundo. La “inflación” no es una distorsión o anormalidad de los mercados capitalistas que debe corregirse con tales o cuales medidas institucionales que, por regla general, parten de la idea de crear condiciones de “competencia perfecta” que es el eufemismo utilizado a la hora de referirse a las condiciones de reproducción del capital. Ésta –como la especulación- es una práctica constitutiva de las sociedades capitalistas lo cual en el caso de la sociedad capitalista venezolana es todavía más cierto en cuanto los procesos de acumulación están orientados fundamental –que no exclusivamente- a la captura de la plusvalía en esferas como la intermediación financiera, el intercambio comercial y el cobro de renta mobiliaria e inmobiliaria, pero donde además los mercados más sensibles están altamente concentrados tanto en los productivo como en la distribución. Por otra parte, la manipulación de los precios encubierta tras los discurso inflacionistas y justificada por ellos tiene como propósito inmediato conspirar contra el gobierno, pero también crear condiciones objetivas y subjetivas para imponer el fascismo como proyecto político y social acompañada por un retorno de la agenda neoliberal ya desterrada en este país. Vimos en la entrega anterior cómo el discurso inflacionista de hecho jugó un papel estelar en la instauración de la agenda neoliberal en Europa y Estados Unidos entre finales de los setentas y principios de los ochentas. Pero pudiéramos multiplicar los casos y analizar por ejemplo el chileno de aquello mismos años que guarda increíbles parecidos al nuestro dado que todo empezó con una guerra contra el gobierno de la Unidad Popular para hacer “chillar” la economía –tal y como lo afirmó el propio presidente Nixon- y acabó en una dictadura fascista y neoliberal donde los principales perjudicados fueron los trabajadores precarizados. Pero la inflación también precedió al fascismo italiano y al nazismo alemán, con los resultados por todos conocidos. Y si vemos la situación argentina actual veremos como se desarrolla en paralelo un proceso de manipulación de precios y especulación financiera muy similar al que ocurre aquí tanto en la forma como en sus propósitos.[3]

Ahora bien, si bien la vía escogida acá es la más larga pues implica discutir el tema completo y no solo sus aristas más visibles partiendo desde los presupuestos sobre la economía y la sociedad de los cuales se parte pero también analizando el comportamiento de los precios en su larga duración y no sólo en una coyuntura específica, me gustaría empero hacer un pequeño break para comentar un par de cosas sobre los análisis a los que acabo de hacer mención. Y es que no obstante como acabo de decir mi argumento es que hay que cambiar los puntos de vistas desde los cuales se parte y utilizar herramientas de análisis distintas a lo de las ortodoxias económicas imperantes (tanto las progresistas como las más conservadoras), a la vez pasa que si utilizamos los indicadores clásicos de dichas ortodoxias tampoco tiene sustento la mayoría de las cosas que se dicen sobre la economía venezolana y particularmente sobre la coyuntura electoral.

Inflación y modelo económico.

Yo mismo en este blog he argumentado a favor de revisar el modelo económico del chavismo y sus fundamentos preocupado por su sostenibilidad. Esto lo he hecho al menos desde 2009, convencido de que lo que en un momento se dio en llamar “socialismo petrolero” o “rentístico” no sólo era un oxímoron (en el último caso al menos) si no una peligrosa ilusión. Pero eso no implica que piense que haya que condenarlo y mucho menos acusarlo de ineficiente para recomendar las mismas políticas ineficientes e inequitativas que tienen al resto del mundo sumergido en un severo caos social y que aquí no han dado ni darán resultado. De hecho, muchas de las cosas que se recomienda que se hagan ahorita se hicieron en 2009 para paliar los problemas de precios que ya comenzaban a manifestarse y los coletazos de la llamada crisis financiera mundial sin resultados satisfactorio. Así las cosas, hay que mirar el problema en perspectiva.

De hecho, visto por el retrovisor es incluso de por sí discutible que pueda hablarse de un modelo económico chavista en cuanto tal que someter a debate. Pues a mi modo de ver lo realmente existente ha sido un conjunto de políticas principalmente puestas en función, primero,  de detener la vorágine neoliberal de la década del noventa y segundo de revertir muchos de sus más perversos efectos siendo el mayor de ellos la exclusión de las grandes mayorías. Lo primero que se hizo a ese respecto en materia económica fue detener las privatizaciones y recuperar el control del Estado sobre áreas estratégicas. Y en este último caso la pelea fundamental se centró en PDVSA, que tras un proceso iniciado en la década de los ochentas fue desterritorializándose cada vez más llevándose con ella la renta internacional petrolera que desde la década de 1920 había sido el eje del país. La historia a este respecto es bastante conocida como para volver a contarla, pero recordemos que ese gesto por pequeño que nos parezca hoy le costó al país un look-out patronal, un golpe de estado y un sabotaje inédito de sus principal industria con un alto costo económico y social. Luego de eso fue que se desarrollaron un conjunto de políticas cuyo propósito era mejorar las condiciones de vida de la población al hacer una distribución más equitativa del ingreso nacional. Al tiempo que se buscaba consolidar las posiciones de poder político de manera de evitar que la reacción recobrara espacios.

Ciertamente, mientras eso sucedía, se comenzó  a hablar de socialismo y hasta se concibió un plan –el Simón Bolívar 2007-2013- cuyo uno de sus objetivos era construirlo. Ahora bien, el presidente Chávez mismo comentó más de una vez que aquí todavía no existía socialismo sino un tránsito hacia, y hasta condenó que se asegurara en la propaganda oficial que Venezuela vivía en socialismo. Podríamos dilatarnos largo rato en torno a las ambigüedades aquí involucradas. Y otro largo rato más en discutir si había que avanzar en la expropiación de los medios de producción y ponerlos en manos de los trabajadores y otro todavía mayor para saber de qué socialismo estamos hablando. Pero me parece que todo eso es en estos momentos irrelevante en la medida en que creo que es más provechoso saber en qué situación estamos ahora y hacia dónde podemos ir.

Así puestas las cosas, es cuanto menos aventurado hablar de un “colapso económico”, “bomba atómica económica a punto de estallar” o “fracaso del socialismo chavista” no sólo porque esto último sería algo todavía por hacer, si no porque las políticas en materia económicas así no nos hayan llevado al socialismo nos han colocado –cosa que es obvia pero parece que hay que repetirla cada tanto- en una situación mucho mejor de la que estábamos antes de iniciarlas y además a contrapelo de la tendencia mundial actual. Desde todo punto de vista, hasta en los indicadores “malos” estamos mejor de cómo estábamos y de cómo podríamos estar. De hecho, haciendo un ejercicio mental de historia contra-factual uno diría que de no haberse aplicado dichas políticas estaríamos peor que cualquiera, si se considera que contrario a países como Argentina o Brasil nosotros no contábamos con ningún aparato industrial para reactivar. En la Venezuela de la cuarta república existían muchas fábricas, todas las cuales uno ve cuando pasa por Maracay, Valencia y en la propia Caracas. Pero la mayoría era simplemente eso: un poco de fábricas y maquinarias la mayoría obsoleta y cuya función era más bien acumular capital a través de los créditos blandos del Estado y los diferenciales cambiarios. Eso de que en Venezuela existía una industria nacional que fue estrangulada por el chavismo es un mito inventando por el oposicionismo para disfrazar sus discurso guarimbero. Igual que es un mito decir que los nobles emprendedores venezolanos dejaron de invertir con la llegada del chavismo, pues ya lo habían dejado de hacerlo mucho antes. En nuestro país, la inversión en general pero la privada en particular cayeron vertiginosamente en la década de los ochenta, pasando la privada de un 32% del PIB en 1978 a un 10% en 1983 (22 puntos menos si se compara con 1950) y luego de un comportamiento bastante errático cae incluso por debajo de 10% en 1990 para luego recuperarse levemente –una ilusión creada por el remate de activos privatizador de aquellos años y la especulación financiera. En los años del chavismo más bien se ha recuperado, estando en un promedio de 21% con pico de 25% en 2007 y en la actualidad se ubica en torno al 18%.

El correlato de esta desinversión ha sido la fuga de capitales. Según diversos estudios en los últimos diez años la misma asciende a 144,9 millardos de dólares, los que vendrían a sumarse a los 110 mil millones que se habían fugado en 1999. Es decir, si se toma en cuenta que para ese mismo año de 1999 la deuda externa se situaba en torno a los 33 mil millones de dólares, por cada dólar que nuestro país cargaba por ese concepto –buena parte de los cuales a su vez los asumió la república fraudulentamente en nombre de privados- un grupo muy selectos de venezolano acumulaba 3,33 dólares en el extranjero en diversos tipos de activos. Sin embargo, es llamativo que este tipo de cosas se pasan olímpicamente por alto a la hora de evaluar la situación económica, y cuando se le considera es para justificarlo bajo el argumento del “acoso” al cual somete el gobierno a la empresa privada. Por otro lado, y ya que al mismo tiempo estamos montados sobre el tema de la inseguridad, valga recordar que en buena parte de esta fuga se ha hecho ilegalmente a través de mecanismo fraudulentos contra la República a través del SITME y CADIVI ya que estamos hablando de prácticas delictivas cuyo impacto negativo sobre la sociedad son muchos más profundos y trágicos que los que genera el hampa común solo que menos impactantes entre otras cosas porque son indirectos y difusos.[4]

Pero volviendo al punto, en el caso de la inflación actual sirva el siguiente cuadro para relativizar los pronósticos catastrofistas que se tejen al respecto y las culpas que inmediatamente se dirigen a la política económica del chavismo. Como se ve, en términos comparativos la inflación durante al chavismo se ha reducido con respecto a la década de los 90. Y de hecho, llegó a una de sus cifras más bajas en 2005, cuando ya había control de precios en varios rubros y de divisas.  En ese sentido, no existe una correlación mecánica entre control de precios y de divisas y el aumento de los precios. Y de haberla en todo caso sería al revés: se aplicó el control de precios y de divisas justamente porque se venía especulando con los precios y acaparando los productos como parte de la agenda golpista de 2001-2002, no como resultado de las malas políticas. Pero además, si la eliminación de los controles fuera la receta mágica para acabar con la inflación entonces no se explica como durante los 90 –cuando no habían- la inflación en promedio y nominalmente fue más alta que la actual con controles. La reducción que se observa hacia el último año de puntofijismo se explica por otra variable: el subconsumo, derivado del crecimiento de la pobreza extrema y la reducción del salario a niveles históricos.

De esta manera, y aunque todo esto tiene que discutirse a un nivel mucho más profundo, nuestro punto es que afirmar que existe un colapso económico o una gran crisis derivada del fracaso de las políticas de los últimos 14 años equivale a decir que ha llegado la temporada de lluvia solo porque tiene varios días lloviendo. Eso no es serio ni científico. Pero además es segado, pues de haberla y en todo caso para considerar los problemas actuales hay que agregar factores como la fuga de capitales, la desinversión privada, la especulación, el acaparamiento e inclusive la propia devaluación del dólar como moneda mundial, lo que en parte es resultado de la crisis del 2008 pero a la vez una política deliberada de la Reserva Federal para descargar la crisis sobre el resto de los países, al tiempo que busca recuperar la competitividad de su industria nacional y reducir su deuda externa. Sin embargo, mucho menos sentido tiene presentar como soluciones los mismos refritos esos si bien fracasados que no han funcionado en ninguna parte y que lo único que provocan es miseria de una parte –la de los asalariados- y mayor concentración de la riqueza en otra. No hemos nadado tanto para morir en esa orilla.

Antes de terminar, me gustaría dejar esta otra gráfica donde claramente se observa que si de algo puede acusarse a la política económica del chavismo es lo poco efectiva que es para ejercer en la práctica los controles que decreta. Claro que en honor a la verdad cualquier control de precios que dependa exclusivamente de un Estado será débil por más fuerte que éste sea y voluntad que le ponga. Pero fíjese que si bien se observaba durante 2009 una tendencia creciente -aunque no estable- al desacato del control de precios es a partir del segundo trimestre de 2010 que se dispara por encima de los 120 puntos. La última cifra consultada por mí -de principios de 2012- lo colocaba sobre los 231 puntos. Habría que ver qué pasó en ese ínterin. Tengo una hipótesis, pero es tan especulativa que prefiero reservármela.

En la próxima entrega volveremos sobre nuestros pasos anteriores de revisión de las principales teorías inflacionistas, entendiendo por tales las académicamente dominantes pero también ideológicamente en los medios y en el sentido común; qué nos dicen sobre los precios y su comportamiento pero especialmente qué suponen en cuanto al funcionamiento de la economía capitalista en sí, todo esto para observar mejor qué es entonces lo que no nos dicen en medio de todo lo que nos dicen de manera de demostrar por qué debemos construir una teoría y un sentido común sobre los precios distintos.

[1] El “ingenio” capitalista pasa por hacer natural este egoísmo describiéndolo como una fatalidad natural del ser humano y no como un producto de las relaciones en medio de las cuales se desenvuelve. Un ejemplo de esta visión se puede ver en un artículo que Emeterio Gómez le dedica al presidente Maduro como respuestas a unos comentarios de éste sobre que el capitalismo propicia el egoísmo. Como todos los artículos de Gómez la argumentación es vulgar hasta lo pueril, pero por eso mismo expresa como se intenta traficar “teóricamente” los prejuicios y lugares comunes sobre los cuales se basa la visión del mundo capitalista y la defensa de sus intereses. Dice Gómez: “No es que por culpa del Capitalismo, el Ser Humano es egoísta, sino que porque el Ser Humano es egoísta, pana, profundamente egoísta, primitivo y animal, ¡¡la Economía no puede ser sino Capitalista!! El Capitalismo no es culpable de que el Hombre sea una bestia, tan solo lo asume como lo que es, como un animal. Que ya lo era muchos milenios antes de que surgiera el Capitalismo. Porque el egoísmo y la mezquindad tienen cientos de milenios, Nicolás, en tanto que el Capitalismo apenas tiene 500 añitos, 5 siglitos. Fueron esas dos ideas poderosas que en el Renacimiento (precisamente, antes de que surgiera la Economía de Mercado) tanto se discutieron; y las pongo en latín para pedantear un poco: Bellum omnium contra omnes (la guerra de todos contra todos) y Homo homini lupus (el Hombre lobo del hombre).” Ver: Es Exactamente al revés Maduro. El Universal. 28 de abil de 2013. Disponible en: http://politica.eluniversal.com/opinion/130428/es-exactamente-al-reves-maduro

[2] En el caso de Monedero me refiero al artículo Desabastecimiento en Venezuela, ¿de productos, ideas o decisiones? Disponible en: http://rebelion.org/noticia.php?id=168277. En el de Pérez me refiero a una serie de intervenciones públicas algunas de las cuales están disponibles en aporrea. A éste último por de más se le da por autor de un trabajo titulado ¿Qué hacer?, un nefasto y peligroso “análisis” sobre la economía nacional donde se culpa de todo lo malo posible al gobierno y se recomienda desmontar la política económica para evitar su colapso. Aunque no puedo asegurar su autoría, es interesante que el diagnóstico del mencionado texto sigue casi al pie de la letra el estilo de la Escuela de Chicago tal y como lo concibió el propio Friedman, poniendo en evidencia una gran crisis (lo que en el texto se llama “bomba atómica económica”) y luego se hacen una serie de recomendaciones al respecto. La diferencia en este caso es que las recomendaciones se hacen como dijimos en lenguaje “heterodoxo”, traduciendo al imaginario chavista los postulados neoliberales de viejo y nuevo cuño. El texto de Víctor Álvarez al que hacemos mención es:  Príccipales retos económicos de Nicolás Maduro, disponible en: http://www.aporrea.org/ideologia/a164872.html

[3] En Argentina de hecho se acaba de acordar un nuevo congelamiento de precios en torno a 500 productos de diverso tipo de consumo masivo. Véase: Los 500 básicos de consumo de precios. Página 12, miércoles 22 de mayo de 2013. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-220577-2013-05-22.html Sobre el tema especulativo con el dólar ilegal véase de Fernando J. Pisani: Dólar Blue e inflación en Argentina. Disponible en: http://www.notasyantidotos.com.ar/inicio/item/24-dolar_blue_e_inflacion_en_argentina/24-dolar_blue_e_inflacion_en_argentina El uso de la especulación y el desabastecimiento con intenciones políticas y su manipulación mediática por momentos alcanza cotas verdaderamente ridículas. Véase el siguiente titular: “MUD alerta que el papel higiénico importado durará una semana”. Noticia disponible en: http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/actualidad/economia/mud-alerta-que-papel-higienico-importado-durara-un.aspx

[4] Este tema de la fuga de capitales debe verse además sobre el marco más general de la especulación financiera y la tendencia innata de los capitalistas nacionales a preferir la liquidez monetaria por encima de cualquier otro tipo de inversión. Por otra parte, debe evitarse la idea de pensar que se trata de una desbandada desordenada de asustados inversionistas, pues en realidad es lo que aconsejan abiertamente las consultoras de negocios y hasta promueve la publicidad (véase las páginas de El Nacional, El Universal, El Mundo, de los portales web oposicionistas y de noticias, etc.) la firma Econométrica, por ejemplo, en un boletín de abril de 2012 recomienda lo siguiente: “En 2012, no habrá mejor inversión que la compra de activos en divisas, pues una devaluación de la moneda nacional, que podría superar el 50%, tendría lugar en algún momento entre 2012 e inicios de 2013. Por ello, se recomienda: postergar las decisiones de inversión en capital fijo en el caso de nuestros clientes que tengan acceso legal a la compra de divisas, siempre y cuando dicha postergación no implique para sus productos una pérdida de participación de mercado, respecto a los de sus competidores.” En ese mismo informe se reconoce por otra parte que la tasa de ganancia en Venezuela es significativamente más alta que el promedio normal (según ellos, se ubica en torno al 30%) lo que significa que la inversión inicial es recuperable a los dos o tres años y no a los diez como es la media en otro países. Empero, acusan de ello al riesgo país (la inseguridad jurídica, etc.,), lo que en el fondo no es si no la manera técnica de justificarlo. Sobre este tema fundamental volveremos en otra ocasión. El informe de Econométrica se puede consultar en: http://assets.econometrica.com.ve/archivos/452/MIII-2012.pdf



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Luis Salas

Sociólogo y economista político con Magister en Sociología del Desarrollo Universidad de las Artes y Ciencias Sociales. Profesor universitario. Investigador de la Unidad de Debates Económicos de CELAG.

 salasrluis@gmail.com      @salasrluis76

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