Con opiniones de Luis Salas, Roberto López Sánchez, Rolando Astarita y Edgardo Lander

Dossier 3 sobre Venezuela: Dar una salida política de izquierdas a la crisis social y política.

30 de abril de 2017.-

Los acontecimientos en Venezuela se precipitan tras el choque constitucional entre la presidencia de Maduro y la Asamblea Nacional, en manos de la oposición de derechas. Estos últimos días hemos vivido la convocatoria y la contra-convocatoria de la "madre de todas las manifestaciones" en Caracas el 19 de abril, que ha supuesto un salto cualitativo en el número de muertos, la mayoría de ellos en saqueos de establecimientos de alimentación. Hemos publicado ya dos dossieres y ahora lo hacemos con un tercero, a sabiendas de la necesidad de construir una narrativa crítica desde la izquierda que defienda las conquistas sociales de la revolución bolivariana, al mismo tiempo que se ponen las bases de una alternativa a la deriva bonapartista de la dirección de Maduro. Dos elementos básicos parecen urgentes: el primero es la defensa de la Constitución Bolivariana frente a unos y otros; el segundo es la denuncia de la violencia, que intenta acabar con el espacio político de debate popular, que fue una conquista tras el intento de golpe reaccionario de 2002. Frente a los intentos de una negociación por arriba entre los poderes hoy enfrentados, o la dinámica golpista e intervencionista de la oposición de derechas, las izquierdas tienen la responsabilidad de construir una alternativa independiente de la clase obrera y las clases oprimidas, defender la democracia republicana y dar un impulso socialista a la revolución bolivariana. SP

Venezuela: Choque de legitimidades. Dossier 1

Alba Ciudad FM

Roberto López Sánchez

Toby Valderrama y Antonio Aponte

Rolando Astarita

02/04/2017

Venezuela: Crisis constitucional y lucha política. Dossier 2

Esteban de Gori

Marea Socialista

Antonio Maestre

08/04/2017

Una noche de parapolítica y terror

Luis Salas

En una nota anterior a esta, publicada el día de ayer, alertábamos que sobre el accionar del oposicionismo venezolano cualquier hipótesis extremista que se teja queda no solo confirmada por la realidad, sino rápidamente superada. Pero además que lo más probable – dado su deambular entre el extremismo y la torpeza política, así como la complicidad de gobiernos e instancias internacionales- es que asistamos a un recrudecimiento de su accionar terrorista. Hoy, 24 horas después, ambas alertas han quedado lamentablemente corroboradas.

Y es que al parecer luego del evidente fracaso en que resultó su convocatoria diurna para este 20 de abril, un día después de la del 19 con la cual amenazaron hacer la movilización más grande de la historia venezolana sin éxito, y luego también en que quedara en evidencia una vez más los planes de generar muertos para culpar al gobierno –como el caso que involucra a un militante del partido Vente Venezuela de María Corina Machado en el asesinato de la joven Paola Ramírez- Caracas ha vivido una noche de terror a medias real pero sobre todo virtual (dado el despliegue de redes sociales nacional e internacional que la acompañó magnificándola), cuando bandas criminalizadas tomaron definitivamente la delantera y salieron a quemar y saquear todo a su paso en zonas muy focalizadas de la ciudad.

A este respecto, más allá de los saqueos a algunos establecimientos comerciales en la zona de El Valle, así como otros focos hacia San Bernardino, destaca por su indudable carácter terrorista el ataque contra el hospital materno infantil de El Valle, creado por el presidente Chávez para la atención a madres parturientes de escasos recursos. 54 niños con sus madres debieron ser evacuados ante el ataque, protagonizado por bandas que incluso intentaron quemar el establecimiento. Esto a todas luces constituye más allá de un delito simple un crimen de lesa humanidad, penado por las normas que rigen la materia pues queda claro que atacar establecimientos de salud en situación inclusive de guerra abierta –que no es el caso- es un crimen contra la humanidad.

No es la primera vez que ocurre. Ya en anteriores ocasiones la derecha ha atacado establecimientos de salud y escuelas con niños adentro. En 2013, cuando el actual gobernador Capriles Radonski dio órdenes a sus fuerzas de choque de salir a la calle a "descargar la arrechera" al no aceptar su derrota frente a Nicolás Maduro, 11 personas murieron –incluyendo una niña- y varios módulos asistenciales de salud fueron atacados, sobre todo cuando el periodista de ultraderecha Nelson Bocaranda dijera en un tuit que en tales centros se hallaban urnas electorales escondidas que comprobaban el fraude.

Y en 2014, cuando las acciones de terrorismo callejero convocadas por Leopoldo López y María Corina Machado, que costaron la vida a 43 personas 10 de ellas, funcionarios del orden público, esas mismas bandas criminales lanzaron bombas incendiarias contra un hogar de cuidado diario (maternal-preescolar), lo que pudo termina en una gran tragedia de no mediar la acción oportuna de los bomberos.

Ahora tenemos este nuevo caso, en el que una maternidad entera tuvo que ser evacuada para evitar una desgracia, que no ocurrió gracias a la acción de los bomberos, la Guardia Nacional Bolivariana y la comunidad organizada que salió defender el centro de salud.

Geografía política de la violencia

Un aspecto que hay que tener claro para evaluar en su justa magnitud lo que está ocurriendo, es saber cuáles son las zonas en las que se está escenificando esta ola de violencia.

En primer lugar, hay que decir que las zonas de violencia siguen siendo en líneas generales las mismas de 2014, con la particularidad que la acciones no se dan en simultáneo como aquel entonces sino consecutivamente (un día en una, otro en otra, y así sucesivamente), lo que pueda dar cuenta de alguna manera de un menor poder de convocatoria. Sin embargo, han sido más violentas y preparadas, lo que dice mucho sobre su carácter poco espontáneo.

Además de las clásicas zonas clase media alta de Caracas y sus alrededores (Chacao, Santa Fe, San Antonio de los Altos, etc.,) que son bastiones históricos de la derecha, destacan sectores de clase media y media baja que se han sumado como también lo hicieron en 2014. Estamos hablando fundamentalmente de El Paraíso y Montalbán en el sur oeste, así como de la parte baja de El Valle. En el caso de los dos primeros, debe tomarse en cuenta que se trata de zonas históricamente ligada a familias pertenecientes a estructuras de la Cuarta República y grupos de poder, tal y como es el caso específico de El Paraíso donde habitan muchos militares retirados ligados a la vieja Guardia Nacional lo mismo que en los bloques de Montalbán.

La parte baja de El Valle tiene características similares, si bien para sectores de menos recursos que fueron beneficiados por políticas de vivienda de los antiguos partidos por ser militantes de los mismos y/o funcionarios públicos. Esto hace que dichos partidos cuenten con simpatizantes entre buena parte –más no todos desde luego- de los que allí habitan.

Pero a esto hay que agregarle un factor que no puede pasar desapercibido. Y es que la parte alta de los barrios de El Valle comunican con la llamada Cota 905, que como es conocido por todos, se trata de un sector convertido en un reducto de paramilitarismo de origen colombiano –si bien ya venezolanizado- dedicado a actividades de secuestro, extorsión y demás formas de economía criminal – entre ellas el contrabando y el llamado "bachaquerismo" (compra para la reventa y/o contrabando de bienes de primera necesidad)-. Y a su vez, este mismo sector (la Cota 905) comunica con El Paraíso y Montalbán, así como con otras zonas como El Cementerio. El diputado de Primero Justicia José Guerra, denunciado por detenidos por los hechos vandálicos de la quema de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura en el municipio Chacao, es justamente diputado por esta zona y ha sido acusado reiteradamente de gozar de la complicidad de estos grupos. En las elecciones parlamentarias de 2015, familias chavistas fueron amenazadas de muerte para que no votaran y más de una tuvo que mudarse del sector al ser víctimas de ataques y asesinatos de típico modus operandi del paramilitarismo colombiano. A esta hora de la madrugada del 21 de abril mientras escribimos esta nota, se reportan que muchos detenidos son indocumentados de nacionalidad colombiana. Es una escenario donde el presidente colombiano Juan Manuel Santos ha recrudecido su posición hostil hacia el gobierno venezolano no es éste un dato menor.

¿Nacimiento definitivo de la parapolítica venezolana?

Así las cosas, siguiendo el patrón uribista-santista del maridaje entre política y paramilitarismo (lo que en Colombia justamente llaman la "parapolítica"), al parecer estamos asistiendo en Venezuela a un punto de no retorno de la derecha ya decididamente colocada al margen de la ley e insurreccionada, utilizando fuerzas de choque mercenarias que se mezclan con jóvenes fanatizados de derecha y personas que tal vez de buena fe y creyendo ejercer su derecho legítimo a la protesta, terminan viéndose involucradas en estos hechos y en algunos casos hasta siendo víctimas.

Una mezcla peligrosa entre el guión colombiano con el yugoslavo, el sirio y el libios, donde grupos delictivos y bandas contrabandistas terminan agenciándose con políticos sin escrúpulos y fanáticos de derecha para cabalgar sobre el malestar social. Una mezcla que, sin embargo, aún no ha podido prender definitivamente la mecha de una explosión social ante la acción oportuna de la autoridad y la resistencia de la población aferrada a la paz.

http://www.celag.org/una-noche-de-parapolitica-y-terror/

¿Qué genera y a quién favorece la violencia?

Roberto López Sánchez

Nicolás Maduro y el resto dirigentes del PSUV y de la cúpula militar del gobierno bolivariano, han tomado la decisión desde hace más de un año de suspender todos los procesos electorales nacionales y regionales, hasta sindicales y universitarios, que puedan significar una derrota contundente para sus candidatos. Con la absurda excusa de que mientras haya guerra económica no habrá elecciones en Venezuela (razonamiento que pregonan a lo interno de sus fuerzas organizadas), han suspendido desde las elecciones sindicales en la Federación de Trabajadores Petroleros y el importante sindicato de Sidor, las elecciones de rectores y decanos en todas las universidades autónomas del país, hasta las elecciones de gobernadores que debieron realizarse en diciembre de 2016, según mandato constitucional.

De acuerdo a lo que se concluye de su accionar político, y de las propias opiniones de muchos de sus líderes, pareciera que la intención de la cúpula madurista es no hacer elecciones ni siquiera en el 2018, cuando corresponde elegir al nuevo presidente de la República. Nos preocupa esta deriva autoritaria del gobierno de Maduro, pues al no permitir los procesos electorales se convierten de hecho en un gobierno al margen de la constitución y las leyes aprobadas en el proceso constituyente bolivariano de 1999, que impulsó el presidente Chávez.

La razón que lleva al madurismo a no realizar elecciones es que las perderían con toda seguridad, debido al fracaso rotundo de toda su política económica de los últimos cuatro años, y al mayoritario rechazo popular que se expresa en todas las encuestas medianamente objetivas y que se palpa en todos los rincones de la patria. A partir de su consigna "nos mantendremos en el poder como sea", Maduro y su cúpula ha violentado la Constitución que nos dejó Chávez y ha roto las reglas de juego que garantizaban una relativa paz social en Venezuela.

Decimos relativa paz social, pues la burguesía criolla y sus patronos imperialistas nunca se han detenido en las formalidades constitucionales al momento de garantizar sus intereses de clase, como quedó demostrado claramente en el golpe de abril de 2002. En toda Latinoamérica, las burguesías criollas pro imperialistas han roto el hilo constitucional todas las veces que han querido para derrocar a gobiernos populares y revolucionarios, como lo hicieron con Allende en Chile en 1973 y aquí mismo en Venezuela en 1948, al derrocar a Rómulo Gallegos. En tiempos más recientes, el derrocamiento de Zelaya en Honduras, de Lugo en Paraguay y de Dilma Rousseff en Brasil demuestran esa vocación dictatorial del imperialismo y sus aliados en el continente.

Precisamente, si consideramos que Latinoamérica es para los gringos su pretendido "patio trasero", y que una de las fortalezas principales del proceso que encabezó el presidente Chávez fueron sus continuos triunfos electorales, los cuales limitaron el discurso y las justificaciones de la derecha pro-imperial cuando intentaron insurgir contra la revolución, el suspender ahora esos procesos comiciales que le permitieron a Chávez justificarse mundialmente como democrático y popular, es abrirle la puerta al imperialismo para que pueda impulsar sin obstáculos procesos de conspiración y violencia con el objetivo no sólo de derrocar a Maduro, sino de acabar completamente con todo lo que significa la revolución bolivariana.

Además, la suspensión de elecciones no es sólo un arma que se le da al imperio para que actúe conspirativamente dentro del país. Al mismo tiempo, la suspensión de todo tipo de elecciones contribuye a establecer un poder político al margen de cualquier proceso de contraloría social popular. Elimina no sólo a la oposición política pitiyanqui, sino también a todas las tendencias democráticas y revolucionarias que no se alinean con el PSUV y que sostienen otros programas de cambio para Venezuela.

Recordemos aquí que desde la muerte de Chávez se ha producido un debate sobre la interpretación del Plan de la Patria y del modelo económico socialista comunal contemplado en las últimas ejecutorías del comandante. La suspensión de elecciones acaba también con todo tipo de debate y trata de imponer por la fuerza el programa político y económico de la cúpula civil-militar que circunstancialmente ha quedado controlando el poder luego del fallecimiento del presidente.

En los hechos, Maduro ha tergiversado totalmente la orientación socialista que tomara Chávez en los últimos años de su gobierno. Resucitando planes de explotación minera que datan de la Cuarta República, como la explotación de oro, diamante, coltán y otros minerales en la región de Guayana, y abriendo dicha explotación minera al concurso de multinacionales que el mismo Chávez había expulsado del país, se ha dado un paso importante en la regresión capitalista de lo poco que pudo avanzar Chávez en el camino nacionalista y revolucionario.

Desde los años 60 los teóricos de la dependencia dejaron claro que la única manera de practicar el nacionalismo en los países de América Latina era mediante revoluciones socialistas, pues nuestras burguesías eran todas lacayas del imperialismo. Regresándose sesenta años en el tiempo, Maduro impone un modelo que fue superado incluso por la revolución cubana a partir de 1959. El proyecto madurista parte de creer que el concurso del capital extranjero multinacional y de la burguesía criolla favorecerá el desarrollo económico independiente y soberano de un país. La historia de toda América Latina se ha encargado de desmentir contundentemente esa posibilidad.

La mezcla que realiza Maduro, de puertas abiertas en lo económico al capitalismo extranjero más nocivo y agresivo (como son las multinacionales mineras Gold Reserve y Barrick Gold), y de suspensión de las reglas de juego democráticas, termina siendo una combinación explosiva. Por un lado se permite la entrada al veneno capitalista que corrompe funcionarios y ciudadanos, a la vez que actúa solapadamente como organizador de conspiraciones y levantamientos. Por el otro, se le da al imperio la justificación para validar esa misma conspiración ante cualquier instancia internacional.

El resultado probable de todo esto, es el desarrollo de procesos de violencia política que pueden manifestarse no solamente como "guarimbas" similares a las vividas en el 2014, sino también como rebeliones militares (montadas por los operadores yanquis que trabajan secretamente en el país y que probablemente muchos de ellos sean empleados de las multinacionales con las cuales Maduro hace negocios hoy en día) que ahora tienen plena justificación para actuar ante un gobierno que se ha colocado al margen de la constitución y las leyes.

Si agregamos a todo esto las condiciones objetivas de malestar popular debido al derrumbe abismal del salario de los trabajadores y de los niveles de vida de todo el pueblo venezolano, podemos concluir que Maduro ha levantado un peligroso volcán que pudiera explotar en cualquier momento.

Desde la Plataforma Zulia en Defensa de la Constitución hemos levantado una serie de propuestas para un programa mínimo de emergencia que ha sido publicado en estas mismas páginas (Principios Políticos para un Programa de Cambios en Venezuela). La solución a la crisis no pasa ni por mayor represión (la cual puede conducir a una guerra civil, o al derrocamiento de Maduro por un golpe militar de la derecha pitiyanqui), ni por mayor apertura al capitalismo extranjero. Sólo la radicalización y profundización de la revolución bolivariana puede salvar a Venezuela del desastre que se asoma en el horizonte inmediato.

Obviamente una radicalización de la revolución implicará que la burguesía trate de reaccionar con mayor violencia, pues sus intereses fundamentales se verían considerablemente afectados en el país. Para enfrentar eso es imprescindible ampliar el campo de organización de los revolucionarios. Hasta ahora, el gobierno de Maduro se sostiene principalmente en base al clientelismo y las dádivas hacia el pueblo, junto a las amenazas y el chantaje hacia sus propios funcionarios. Una reorientación del gobierno implica ejecutar el Golpe de Timón que ordenara Chávez en octubre de 2012. Hoy en 2017, ese golpe de timón implicaría el cambio absoluto de todo el equipo de gobierno que ha tenido Maduro en estos cuatro años, y la redefinición de la misma cúpula civil-militar que ha venido dirigiendo la revolución.

Cambios absolutos en la política económica, en la política educativa, en la política hacia los movimientos sociales, en la política gerencial en las empresas del estado, en la política gerencial en la administración pública. Modificar el modelo de estado burgués que se mantiene intacto, y avanzar con audacia en la senda del estado comunal que formuló Chávez.

Este cambio sólo puede lograrse constituyendo un nuevo comando cívico-militar que asuma la dirección del proceso revolucionario, al cual esté subordinado el mismo presidente de la República. Para constituirlo hay que convocar a todos los sectores bolivarianos que acompañaron desde el inicio el proceso revolucionario junto al presidente Chávez, y que permanecen marginados desde hace años de toda influencia en el gobierno, para recomponer en su totalidad esa dirigencia político-militar del proceso, modificando por supuesto todo el tren ministerial y descartando también a una dirigencia del PSUV que sólo ha introducido el sectarismo, la corrupción y el clientelismo neoadeco como norma de conducta política.

El otro camino posible, del cual será responsable Maduro y su cúpula, es el de la violencia abierta, el de la guerra civil, el de las conspiraciones militares, y el de la represión masiva contra un pueblo que ha visto frustradas sus esperanzas de cambio con el fracaso rotundo de las políticas ejecutadas por Maduro. La derecha pitiyanqui que sobrevive del período adeco-copeyano pudiera regresar al poder en este contexto, aunque la escasa gobernabilidad que pueda tener en el país no le depara futuros halagadores.

Ya sea manteniéndose en el poder esta nueva derecha madurista que desea entregar la revolución a las multinacionales, o retomando el poder la vieja derecha adeco-copeyana, el futuro de Venezuela está seriamente comprometido como nación soberana e independiente. Nuestra propuesta es hacia el renacimiento del movimiento popular y revolucionario, antes que la vorágine de la violencia burguesa se trague a nuestra sociedad, a nuestras familias, a nuestro pueblo.

https://www.aporrea.org/actualidad/a244142.html

Venezuela: Hambre y progresismo

Rolando Astarita

Mucha gente de izquierda considera al régimen chavista como altamente progresista. Así, por ejemplo, Michele Kiintz y Frank Gaudichaud sostienen que el chavismo se cuenta entre los gobiernos latinoamericanos cuyo "balance en el plano de los avances sociales y de reconstrucción de un Estado social… es claramente positivo comparado con el período neoliberal anterior" ("América Latina entre el reflujo de los progresismos y experiencias alternativas", 5/04/17; http://contrahegemoniaweb.com.ar/america-latina-reflujo-los-progresismos-experiencias-alternativas/). Afirmaciones semejantes las encontramos en muchos otros sitios web de corte nacional-populista.

En oposición a esa postura, sostengo que el hambre y la desesperación generalizadas en que se ha sumergido al pueblo de Venezuela no solo no tienen contenido socialista alguno, sino siquiera contenido "capitalista-progresista". Para argumentar mi posición, empiezo con algunos datos y testimonios, escritos y gráficos.

Según un estudio realizado entre octubre y diciembre de 2016 por Cáritas Venezuela, con la colaboración de Cáritas Francia, la Comisión Europea y la Confederación Suiza, en Venezuela hay claros indicios de desnutrición crónica entre los niños. En algunas zonas, esta alcanza niveles cercanos a lo que, de acuerdo a los estándares internacionales, es una crisis. El informe dice: "Se están registrando estrategias de sobrevivencia inseguras e irreversibles desde el punto de vista económico, social y biológico, siendo especialmente preocupantes el consumo de alimentos rebuscados en las calles".

"Según una encuesta realizada en junio de 2016 en el estado de Miranda, un 86% de los niños temía quedarse sin comida. Un 50% dijo haberse acostado con hambre por falta de alimento en sus hogares".

Por su parte, Erika Guevara, directora de la Oficina Regional para las Américas de Amnistía Internacional, en junio de 2016 escribía:

"El Hospital de Niños J.M. de los Ríos en Caracas, que en otro tiempo fue motivo de orgullo como modelo de asistencia pediátrica en Venezuela, hoy es un trágico símbolo de la crisis que está arrasando este país de América del Sur.

La mitad del gigantesco edificio se está derrumbando, las paredes se tambalean, los suelos se inundan y las habitaciones están tan deterioradas que ya no se utilizan.

En la mitad que continúa en funcionamiento, cientos de niños reciben tratamiento. Pero escasean tanto los medicamentos como las provisiones médicas básicas, y las madres de los niños ya han renunciado a pedirlos. (…)

La escasez de suministros médicos es sólo un aspecto de la profunda crisis humanitaria que devora Venezuela desde hace tres años.

La tragedia podría haberse evitado. El país suramericano disfrutó durante años de la prosperidad que conllevaba tener una de las mayores reservas de petróleo del mundo.

Pero la súbita caída del precio del petróleo puso al descubierto una realidad escalofriante: el gobierno venezolano había olvidado invertir en infraestructura. Un país que antes importaba de todo, desde alimentos hasta medicamentos, ahora no tenía para comprar antibióticos.

Las consecuencias han sido catastróficas. Según la empresa encuestadora venezolana Datanalisis, el país carece del 80% de los alimentos y medicamentos que necesita (…)

Venezuela presenta, además, una de las tasas de homicidios más altas de mundo. Los médicos, ante tal escasez, tienen que improvisar para salvar vidas, como si trabajaran en una zona de guerra. Los hospitales privados tienen las mismas dificultades para conseguir medicamentos y provisiones esenciales.

El personal directivo de la Maternidad Concepción Palacios, la mayor de Venezuela, nos contó que, en el primer trimestre de 2016 murieron 101 recién nacidos, el doble que en el mismo periodo de 2015. En el mismo hospital habían muerto unas 100 parturientas en lo que iba de 2016.

La ausencia de datos estadísticos oficiales sobre muertes en hospitales muestra que el gobierno del presidente Nicolás Maduro está rechazando la ayuda internacional mientras que culpa a sus enemigos de esta terrorífica realidad doméstica. (http://aristeguinoticias.com/2206/mundo/venezuela-en-cuidados-intensivos-articulo-de-erika-guevara-rosas/).

Las Voces del Hambre, un reportaje hecho por la cadena Telemundo y conducido por el periodista venezolano Fernando Girón, muestra cómo los niños venezolanos se pelean con las aves de rapiña por unos huesos desechados por carnicerías (El Nacional, 28/02/17, http://www.el-nacional.com/noticias/crisis-humanitaria/las-voces-del-hambre-reportaje-que-muestra-crisis-venezolana_83027)

"El hambre en Venezuela no es cosa de juegos. La escasez de alimentos básicos ha llegado a límites impensables y los ciudadanos son capaces de caerse a golpes con tal de llevar algo de comida a la mesa.

Compradores que hacían cola en el Makro de Valle de la Pascua, en Guárico, entraron por la fuerza al establecimiento luego que les indicaran que había culminado la venta de pasta y harina, pues se había agotado la existencia de ambos productos" (http://www.maduradas.com/hay-hambre-turba-enfurecida-entro-a-makro-a-la-fuerza-para-conseguir-comida-video/).

El hambre y la descomposición social no tienen nada de progresista

Como vimos al inicio de la nota, para muchos intelectuales y militantes de izquierda, o "progres", el hambre y los padecimientos del pueblo venezolano parecieran ser una cosa secundaria, al momento del balance.

En oposición a esta postura, sostengo que no hay "construcción del socialismo", sea del siglo que sea, que pueda llevarse a cabo sobre la base de la miseria y la postración. Recordemos el punto de partida: "… la primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, ‘para hacer historia’, en condiciones de vivir. Ahora bien, para vivir hace falta comer, beber, alojarse bajo un techo, vestirse y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de las necesidades, es decir, la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es este un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia, lo mismo hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los días y a todas horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres" (Marx y Engels, La ideología alemana, p. 28).

Sencillamente, el hambre socava incluso toda potencialidad del cuerpo, y por lo tanto de pensar y obrar críticamente. Dice Spinoza en la Ética: "… todo cuanto aumenta o disminuye, favorece o reprime la potencia de obrar de nuestro cuerpo, a su vez aumenta o disminuye, favorece o reprime, la potencia de pensar de nuestra alma" (proposición 11, L. 3). En Spinoza la potencia es constitutiva del ser mismo. Como observa un comentarista, "ser algo es precisamente tener la potencia de ser ese algo, o más precisamente, de afirmarse como dicha potencia" (Salazar Carrión, El síndrome de Platón ¿Hobbes o Spinoza?, México 1997, p. 193).

Pero no hay afirmación de la potencia -y por lo tanto, no hay potencialidad transformadora- donde los seres humanos están al borde de la inanición, donde su vida se reduce a la amarga lucha diaria por sobrevivir. Más aún, la necesidad de luchar por condiciones elementales de trabajo y de vida bajo el capitalismo tiene que ver con la posibilidad misma de la liberación de los asalariados. En este respecto, en Salario, precio y ganancia, Marx califica el pedido de Owen de acortar la jornada laboral como "el primer paso preparatorio para la emancipación de la clase obrera". Y plantea que si esta no defendiera sus condiciones de vida "se vería degradada en una masa informe de hombres desgraciados y quebrantados, sin salvación posible" (énfasis agregado).

Además, si al hambre se le suman la ausencia de perspectiva, el descreimiento y la frustración, existe el peligro de desembocar en la impotencia generalizada, en un sálvese quien pueda, del que solo se saldrá a un altísimo costo.

Por otra parte, no es posible que se justifiquen estos increíbles padecimientos en nombre de algún "objetivo socialista" (que ni siquiera es el caso del chavismo). Hace muchos años, la revolucionaria rusa Alejandra Kollontai decía que los métodos de construcción del socialismo de Stalin evidenciaban una falta de verdadera humanidad comunista (ver aquí). Su denuncia conserva plena vigencia. Es imperioso recuperar el ideal del humanismo socialista, que ha sido enterrado por las numerosas capas geológicas de stalinismos de todo tipo, que se siguen agregando hasta el presente. Un sentido humanista no es un detalle, sino parte sustantiva del proyecto de transformación social.

En este sentido, quisiera terminar esta nota recordando a Sánchez Vazquez cuando, comentando la posición humanista del joven Marx, escribía: "La reducción de las necesidades y la nivelación de estas a un mínimo general, lejos de desarrollar la sociedad a través de sus expresiones más elevadas (el talento, la cultura, la civilización), implica un retroceso por lo que toca a la dominación de la naturaleza que expresa justamente la cultura (…)

El joven Marx no entiende el comunismo como una renuncia a los bienes materiales y espirituales alcanzados por la humanidad. No se trata de un empobrecimiento o ascetismo mediante la anulación de las necesidades o de abolir la propiedad privada retornando a un estado que está incluso por debajo de ella" (El joven Marx: los manuscritos de 1844, México, UNAM, Itaca, p, 135).

https://rolandoastarita.wordpress.com/2017/04/17/venezuela-hambre-y-progresismo/

Ante la crisis de Venezuela la izquierda carece de crítica

Edgardo Lander.

Edgardo Lander no es sólo un académico, profesor titular de la Universidad Central de Venezuela e investigador asociado del Transnational Institute. Es una persona vinculada desde hace años a los movimientos sociales y a la izquierda en su país. Desde ese lugar, afirma que el apoyo incondicional de las izquierdas de la región al chavismo reforzó las tendencias negativas del proceso. Sostiene que las izquierdas a nivel global no han tenido "capacidad de aprender", que terminan respaldando un "gobierno de mafias" como el de Nicaragua, y que cuando "colapse el modelo venezolano" es posible que simplemente "miren para otro lado".

–Hace tres años caracterizaste la situación en Venezuela como la "implosión del modelo petrolero rentista". ¿Ese diagnóstico sigue vigente?

Lamentablemente, los problemas que pueden caracterizarse como asociados al agotamiento del modelo petrolero rentista se han acentuado. El hecho de que Venezuela ha tenido 100 años de industria petrolera y de estadocentrismo girando en torno a cómo se reparte la renta ha conformado no sólo un modelo de Estado y de partido, sino también una cultura política e imaginarios colectivos de Venezuela como un país rico, de abundancia, y la noción de que la acción política consiste en organizarse para pedirle al Estado. Esa es la lógica permanente. En el proceso bolivariano, a pesar de muchos discursos que aparentaban ir en la dirección contraria, lo que se hizo fue acentuar esto. Desde el punto de vista económico se acentuó esta modalidad colonial de inserción en la organización internacional del trabajo. El colapso de los precios del petróleo simplemente desnudó una cosa que era evidente, cuando uno depende de un commodity cuyos precios necesariamente fluctúan.

-Las críticas a la situación de la democracia en Venezuela se han acentuado tras la asunción de Nicolás Maduro. ¿Por qué es así? ¿Cómo se compara con la situación bajo el gobierno de Hugo Chávez?

Primero hay que tomar en cuenta qué fue lo que pasó en el tránsito de Chávez a Maduro. Yo soy de la opinión de que la mayoría de los problemas con los que nos encontramos hoy son problemas que venían acumulándose con Chávez. Los análisis de parte de la izquierda venezolana que reivindican la época de Chávez como la época de gloria, en la que todo funcionaba bien y de repente aparece Maduro como un incompetente o un traidor, son explicaciones demasiado maniqueas y que no permiten desentrañar cuáles son las lógicas más estructurales que llevan a la crisis actual. El proceso venezolano, por decirlo muy esquemáticamente, siempre estuvo sustentado sobre dos pilares fundamentales: por un lado, la capacidad extraordinaria de Chávez de comunicar y de liderazgo, que generó una fuerza social; por otro lado, precios del petróleo que llegaron en algunos años a más de 100 dólares el barril. En forma casi simultánea, en 2013, estos dos pilares colapsaron: murió Chávez y los precios del petróleo se vinieron abajo. Y el emperador quedó desnudo. Quedó claro que esto tenía un alto grado de fragilidad, por depender de cosas de las cuales no se podía seguir dependiendo. Además, hay diferencias muy importantes entre el liderazgo de Chávez y el de Maduro. Chávez era un líder con capacidad de dar orientación y sentido, pero también tenía un extraordinario liderazgo dentro del gobierno bolivariano como tal, de manera que cuando él decidía algo, esa era la decisión. Eso genera falta de debates y muchos errores, pero genera también una acción unitaria, direccionada. Maduro no tiene esa capacidad, nunca la ha tenido, y ahora en el gobierno cada quien jala por su lado. Por otra parte, durante el gobierno de Maduro ha habido un incremento de la militarización, quizá porque Maduro no viene del mundo militar, entonces para garantizar el apoyo de las Fuerzas Armadas tiene que incorporar a más integrantes de las Fuerzas Armadas y darles más privilegios. Se han creado empresas militares, actualmente la tercera parte de los ministros y la mitad de los gobernadores son militares, y están en lugares muy críticos de la gestión pública, donde ha habido mayores niveles de corrupción: la asignación de divisas, los puertos, la distribución de alimentos. El hecho de que estén en manos de militares hace más difícil que sean actividades transparentes, que la sociedad sepa qué es lo que está pasando.

–¿Qué sucedió con los procesos de participación social que promovieron los gobiernos bolivarianos?

Hoy en Venezuela hay una desarticulación del tejido de la sociedad. Después de una experiencia extraordinariamente rica de organización social, de organización de base, de movimientos en relación a la salud, a las telecomunicaciones, a la tenencia de la tierra urbana, a la alfabetización, que involucró a millones de personas y generó una cultura de confianza, de solidaridad, de tener la capacidad de incidir sobre el propio futuro, uno suponía que en momentos de crisis habría capacidad colectiva de responder, y resulta que no. Por supuesto, hablo en términos muy gruesos, hay lugares donde hay mayor capacidad de autonomía y autogobierno. Pero en términos generales se puede decir que la reacción que se vive hoy es más en términos competitivos, individualistas. De todos modos, creo que quedó una reserva que en algún momento puede salir a flote.

–¿Por qué no pudo mantenerse esa corriente de participación y organización?

El proceso estuvo atravesado desde el principio por una contradicción muy seria, que es la contradicción entre entender la organización de base como procesos de autogestión y de autonomía, de construcción de tejido social de abajo hacia arriba, y el hecho de que la mayor parte de estas organizaciones fueron producto de políticas públicas, de promoción desde arriba, desde el Estado. Y esa contradicción se jugó de manera diferente en cada experiencia. Donde había experiencia organizativa previa, donde había dirigentes comunales, había una capacidad de confrontar al Estado; no para rechazarlo, sino para negociar. Además, a partir de 2005 hay una transición del proceso bolivariano desde algo muy abierto, desde un proceso de búsqueda de un modelo de sociedad diferente al soviético y al capitalismo liberal, a tomar ya la decisión de que el modelo es socialista, y a una interpretación del socialismo como estatismo. Hubo mucha influencia político-ideológica cubana en esta conversión. Entonces estas organizaciones ya empiezan a ser pensadas en términos de instrumentos dirigidos desde arriba, y empieza a consolidarse una cultura estalinista en relación a la organización popular. Y eso le ha dado obviamente mucha precariedad.

–¿Cómo es la situación de la democracia en términos liberales?

Obviamente es mucho más grave [durante el gobierno de Maduro], y es más grave porque es un gobierno que ha perdido muchísima legitimidad y que tiene niveles crecientes de rechazo por parte de la población. Y la oposición ha avanzado significativamente. El gobierno tenía hegemonía de todos los poderes públicos hasta que perdió aparatosamente las elecciones (parlamentarias) en diciembre de 2015. Y a partir de allí empezó a responder en términos crecientemente autoritarios. En primer lugar, desconoció la Asamblea, primero desconociendo los resultados de un Estado que le quitaba la mayoría calificada a la oposición en la Asamblea, con razones absolutamente tiradas de los cabellos. Posteriormente, ha habido un franco desconocimiento de la Asamblea como tal, que desde el punto de vista del gobierno no existe, es ilegítima. Y es tan así que hace unos meses era necesario renovar los integrantes del Consejo Nacional Electoral [CNE], y entonces la Corte desconoció a la Asamblea y nombró a los integrantes del CNE, que por supuesto son todos chavistas. Maduro tenía que presentar a comienzos de año una memoria de gestión del año anterior, y como no reconocen a la Asamblea, la memoria se presentó ante la Corte. Lo mismo sucedió con el presupuesto. Teníamos un referéndum revocatorio para el cual se habían cumplido todos los pasos. Debía hacerse en noviembre del año pasado y el CNE resolvió posponerlo, y eso significó matarlo: simplemente ahora no hay referéndum revocatorio. Era constitucionalmente obligatoria la elección de gobernadores en diciembre del año pasado, y simplemente la pospusieron indefinidamente. Entonces estamos en una situación en la que hay una concentración total de poder en el Ejecutivo, no hay Asamblea legislativa, Maduro tiene ya más de un año gobernando por decreto de emergencia autorrenovado, cuando debe ser ratificado por la Asamblea. Estamos muy lejos de algo que pueda llamarse práctica democrática. En ese contexto, la respuestas que se dan son cada vez más violentas, de los medios y de la oposición, y la reacción del gobierno, ya incapacitado de hacer otra cosa, es la represión de las manifestaciones, los presos políticos. Se utilizan todos los instrumentos del poder en función de preservarse en el poder.

–¿Qué consecuencias tiene esta situación a largo plazo?

Yo diría que hay tres cosas que son extraordinariamente preocupantes de las consecuencias de todo esto a mediano y largo plazo. En primer lugar, hay una destrucción del tejido productivo de la sociedad y va a tomar muchísimo tiempo recuperarlo. Recientemente hubo un decreto presidencial de apertura de 112.000 kilómetros cuadrados a la minería transnacional a gran escala en un territorio donde están los hábitats de diez pueblos indígenas, donde están las mayores fuentes de agua del país, en la selva amazónica. En segundo lugar está el tema de cómo la profundidad de esta crisis está desintegrando el tejido de la sociedad, y hoy como sociedad se está peor de lo que se estuvo antes del gobierno de Chávez; esto es algo muy duro de decir, pero efectivamente es lo que se vive en el país. En tercer lugar, cómo se han revertido las condiciones de vida en términos de salud y de alimentación. El gobierno dejó de publicar estadísticas oficiales y hay que confiar en estadísticas de las cámaras empresariales y de algunas universidades, pero estas indican que hay una pérdida sistemática de peso de la población venezolana, algunos cálculos dicen que es de seis kilos por persona. Y eso, por supuesto, tiene consecuencias en desnutrición infantil y tiene efectos a largo plazo. Por último, esto tiene extraordinarias consecuencias en relación a la posibilidad de cualquier imaginario de cambio. La noción de socialismo, de alternativas, está descartada en Venezuela. Se ha instalado la noción de que lo público es necesariamente ineficiente y corrupto. Es un fracaso.

–¿Cómo ves las reacciones de los partidos de izquierda a nivel global, y especialmente en América Latina, respecto de Venezuela?

Creo que uno de los problemas que ha arrastrado históricamente la izquierda es la extraordinaria dificultad que hemos tenido como izquierda de aprender de la experiencia. Para aprender de la experiencia es absolutamente necesario reflexionar críticamente sobre qué pasa y por qué pasa. Por supuesto, sabemos toda la historia de lo que fue la complicidad de los partidos comunistas del mundo con los horrores del estalinismo, y no por falta de información. No fue que se enteraron después de los crímenes de [Iósif] Stalin, sino que hubo una complicidad que tiene que ver con ese criterio de que como uno es antiimperialista y es un enfrentamiento contra el imperio, vamos a hacernos los locos con que se mató tanta gente, vamos a no hablar de eso. Creo que esa forma de entender la solidaridad como solidaridad incondicional, porque hay un discurso de izquierda o porque haya posturas antiimperialistas, o porque geopolíticamente se expresen contradicciones con los sectores dominantes en el sistema global, lleva a no indagar críticamente sobre cuáles son los procesos que están ocurriendo. Entonces se genera una solidaridad ciega, no crítica, que no solamente tiene la consecuencia de que yo no fui a criticar lo otro, sino que tiene la consecuencia de que activamente se está celebrando muchas de las cosas que terminan siendo extraordinariamente negativas. El llamado hiperliderazgo de Chávez era algo que estaba allí desde el principio. O el modelo productivo extractivista. Lo que hoy conoce la izquierda en su propia cultura sobre las consecuencias de eso estaba ahí. Entonces, ¿cómo no abrir un debate sobre esas cosas, de manera de pensar críticamente y aportar propuestas? No que la izquierda europea venga a decirles a los venezolanos cómo tienen que dirigir la revolución, pero tampoco esta celebración acrítica, justificativa de cualquier cosa. Entonces, los presos políticos no son presos políticos, el deterioro de la economía es producto de la guerra económica y de la acción de la derecha internacional. Eso es cierto, está ahí, pero obviamente no es suficiente para explicar la profundidad de la crisis que estamos viviendo. La izquierda latinoamericana tiene una responsabilidad histórica en relación, por ejemplo, a la situación de Cuba hoy, porque durante muchos años asumió que mientras estuviese el bloqueo de Cuba no se podía criticar a Cuba, pero no criticar a Cuba quería decir no tener la posibilidad de reflexionar críticamente sobre cuál es el proceso que está viviendo la sociedad cubana y cuáles son las posibilidades de diálogo con la sociedad cubana en términos de opciones de salida. Para una gran proporción de la población cubana, el hecho de que se estaba en una especie de callejón sin salida era bastante obvio a nivel individual, pero el gobierno cubano no permitía expresar eso y la izquierda latinoamericana se desentendió, no aportó nada, sino simplemente solidaridad incondicional. El caso más extremo es pretender que el gobierno de Nicaragua es un gobierno revolucionario y parte de los aliados, cuando es un gobierno de mafias, absolutamente corrupto, que desde el punto de vista de los derechos de las mujeres es de los regímenes más opresivos que existen en América Latina, en una alianza total con sectores corruptos de la burguesía, con el alto mando de la iglesia católica, que antes era uno de los grandes enemigos de la revolución nicaragüense. ¿Qué pasa con eso? Que se refuerzan tendencias negativas que hubiera sido posible visibilizar. Pero además, no aprendemos. Si entendemos la lucha por la transformación anticapitalista no como una lucha que pasa allá y vamos a ser solidarios con lo que ellos hacen, sino como una lucha de todos, entonces lo que tú haces mal allá nos está afectando a nosotros también, y también tengo responsabilidad de señalarlo y de aprender de esa experiencia para no repetir lo mismo. Pero no tenemos capacidad de aprender, porque de repente, cuando termine de colapsar el modelo venezolano, vamos a mirar para otra parte. Y eso, como solidaridad, como internacionalismo, como responsabilidad político-intelectual, es desastroso.

–¿Por qué la izquierda adopta estas actitudes?

Tiene que ver, en parte, con que no hemos terminado de descargar al pensamiento de izquierda de unas concepciones demasiado unidimensionales de qué es lo que está en juego. Si lo que está en juego es el contenido de clase y el antiimperialismo, juzgamos de una manera. Pero si pensamos que la transformación hoy pasa por eso, pero también por una perspectiva crítica feminista, por otras formas de relación con la naturaleza, por pensar que el tema de la democracia no es descartar la democracia burguesa, sino profundizar la democracia; si pensamos que la transformación es multidimensional porque la dominación también es multidimensional, ¿por qué este apoyo acrítico a los gobiernos de izquierda coloca los derechos de los pueblos indígenas en un segundo plano, coloca la devastación ambiental en un segundo plano, coloca la reproducción del patriarcado en un segundo plano? Entonces termina juzgando desde una historia muy monolítica de lo que se supone que es la transformación anticapitalista, que no da cuenta del mundo actual. Y obviamente, ¿de qué nos sirve liberarnos del imperialismo yanqui si establecemos una relación idéntica con China? Hay un problema político, teórico e ideológico, y quizá generacional, de personas para las que esta era su última apuesta por lograr una sociedad alternativa, y se resisten a aceptar que fracasó.

https://redfilosoficadeluruguay.wordpress.com/2017/04/01/edgardo-lander-ante-la-crisis-de-venezuela-la-izquierda-carece-de-critica/

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Luis Salas

Investigador de CELAG.

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Roberto López Sánchez

Profesor del departamentos de Ciencias Humanas de la Facultad Experimental de Ciencias de Maracaibo, Venezuela.

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Rolando Astarita

Economista, profesor de la Universidad de Buenos Aires.

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Edgardo Lander

Sociólogo venezolano, es profesor de la Universidad Central de Venezuela.

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Fuente: Varias



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La fuente original de este documento es:
sinpermiso (http://www.sinpermiso.info/textos/venezuela-dar-una-salida-politica-de-izquierdas-a-la-crisis-social-y-politica-dossier-3)



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