La experiencia de la Liga de Mujeres. Un balance histórico a la luz de hoy

La década de los sesenta marcó una referencia en cuanto al reaparecimiento de una serie de movimientos feministas, fundamentalmente en EE.UU., estimulados por las luchas a favor de los Derechos Civiles y las políticas gubernamentales interesadas en otorgar poder a las mujeres en vistas a la expansión económica previstas. Una década después en Venezuela, quizás por la situación propia que se vivía en el país, se fundó un movimiento denominado “Liga de Mujeres”.

Desde 1969 -71 la casi totalidad de la izquierda buscó rectificar y valorar la lucha pacífica y legal. Se empieza a hablar en la Organización de revolucionarios, OR, de la combinación de formas de lucha: pacíficas, clandestinas y militares bajo un solo eje directriz. Se buscaba con ello crear diferentes organizaciones de acuerdo al nivel de conciencia. En este sentido surge la Liga Socialista organización legal cuyo centro matriz es la OR, agrupación que desde su desprendimiento del MIR define su carácter de transición. La Liga Socialista, como brazo legal, hizo hincapié en el trabajo entre las masas: se organizan diferentes agrupaciones culturales en los barrios, se impulsa el trabajo obrero y campesino, se funda el Movimiento Estudiantil de Unidad con el Pueblo (MEUP) así como la Liga de Mujeres, creando el llamado frente femenino, con ramificaciones particulares como el Movimiento de Pioneros conformado por niños.

Bajo estas condiciones se desarrolló la experiencia de la Liga de Mujeres. Con un Movimiento Revolucionario preñado de oportunismo e inmediatismo; con limitaciones teóricas, dirección inconsistente, desvinculado de la dinámica social, inventando de manera táctica para salir de su aislamiento pero con poca valoración de lo que era la diversidad social en los frentes de masas. Además, con un peso importante de la clase media radical que saltaba de extremo a extremo subestimando el ejercicio democrático entre sus participantes.

De acuerdo a la reseña de la revista Almargen, esta organización femenina ya existía en junio de 1972, bajo el ámbito universitario de la UCV. Del libro “Historia de un proyecto revolucionario” se extrae que la Liga Socialista se funda el 19 de noviembre de 1973 y “para el momento de su fundación ya existía la Liga de Mujeres. La primera acción de la Liga de Mujeres fue la irrupción en el concurso de Mis Venezuela en 1972. La revista Almargen lo tituló como se leía en una de sus pancartas: “Concurso millonario para un pueblo en la miseria”.

Pareciera que, para el momento, más que hacer política de género la organización de las mujeres era una cuestión de tipo cuantitativa. Recuérdese que para el momento en que surge la Liga de Mujeres la táctica del movimiento de la izquierda era acumular fuerzas para salir del encapsulamiento en que habían quedado luego de 10 años de insurrecciones y desgastes.

En los documentos revisados se enfoca la problemática de doble explotación de la mujer obrera y su situación de salarios miserables planteando la inclusión de las que ni siquiera tienen el derecho de ser explotadas en las fábricas y talleres y que son condenadas a vivir marginadas de cualquier derecho ciudadano. También se refiere a las que si bien no viven las mismas condiciones económico sociales no dejan de ser oprimidas: “Desde que nacemos se nos imbuye de una ideología castrante de nuestra condición de seres humanos, de nuestra creatividad. Desde que nacemos se nos dice que hemos de ser femeninas y esta palabra expresa toda una concepción burguesa sobre la mujer, porque ‘femenina’ implica en el capitalismo, no tener iniciativa, ser débil e irresponsable (‘a la mujer todo se le perdona’), carentes de ideas propias (‘una mujer es un hermoso animal de pelo largo’). Somos vistas siempre como personas inferiores, débiles y pasivas, cuya única meta es conseguir marido que nos mantenga y/o provoque la ‘envidia’ de nuestras amigas”.

Se trataba, en los primeros momentos, dejar de ser la mujer objeto del hombre (incluyendo a sus mismos compañeros) y pasar a la compañera de lucha. Que se entendiera y respetara esta reivindicación pues hasta ahora, también entre la izquierda, la visión de lo femenino era utilitaria.

La estrategia marxista hacia el socialismo partía por convertir el trabajo enajenado en el capitalismo por la emulación socialista. Basados en que en el socialismo se cultivaría un verdadero humanismo este llevaría implícitamente al respeto por la dignidad humana. Por ende, desaparecerían las leyes que consolidan la opresión de la mujer, se desarrollaría una verdadera relación humana entre la pareja y de ésta con sus hijos. Uno de los paradigmas sería una familia sólida en función de la creación de nuevas generaciones que construirán una nueva sociedad. El Estado ayudaría a la educación de los hijos sin reemplazar a la familia como célula básica.

En una de sus intervenciones, Jorge Rodríguez, fundados de la LS, citando a Lenin, busca deslindar la nueva organización del feminismo: “La verdadera emancipación de la mujer sólo es posible a través del comunismo. Es preciso esclarecer profundamente el nexo indisoluble entre la situación de la mujer como persona y miembro de la sociedad y la propiedad privada sobre los medios de producción. Así delimitaremos con toda precisión los campos entre nosotros y el movimiento burgués por la ‘emancipación de la mujer’. Esto sentará también las bases para examinar el problema femenino como parte del problema social, obrero y por tanto permitirá vincularlo firmemente con la lucha proletaria de clase y con la revolución”.

En otros documentos revisados, caracterizan a la mujer como parte del ejército industrial de reserva: La mujer actúa para el capitalismo como ejército industrial de reserva que puede manejar fácilmente cuando precise de mayor mano de obra ante una situación coyuntural y es despedida con la misma facilidad cuando dicha situación es solventada.

En el siguiente párrafo enfocan la liberación femenina junto al hombre: Cuando hablamos de organizar a las mujeres no se trata de colocar la lucha de la mujer al margen de la lucha de clases, sino por el contrario, por situaciones específicas, que ella presenta, es necesario llevar (de acuerdo a sus niveles de conciencia) una alternativa organizativa y revolucionaria. (...) la lucha por la liberación de la mujer tiene que estar dirigida por la clase obrera mediante el Partido Revolucionario del Proletariado. En tal sentido, y esto debe quedar claro, no se trata de una lucha de mujeres por su liberación, sino una lucha de todos los explotados contra la opresión y explotación capitalista para liberar también a la mujer.

De ahí que pregonen, como síntesis histórica que toda lucha por mejoras políticas, jurídicas, etc, es reformismo o feminismo burgués. El discurso radical del “todo o nada” es una constante para la época de esta izquierda. Las críticas, que anteriormente se leían en los Cuadernos de Orientación, ante el aborto, la libertad sexual, el neomaltusianismo hicieron su efecto. Vale citar en extenso:

“Para 1945 en Venezuela se le permite a la mujer, el derecho a votar. Ahora bien, en lo que ha sido la trayectoria y significación de estos movimientos, podemos observar que sus luchas no han pasado del marco jurídico o simplemente sexual, proyectando así mismo una lucha del sexo femenino contra el masculino, anteponiendo de esta forma la libertad sexual antes que el problemas social (...) Por otra parte, estos movimientos han proyectado una lucha por la legalización del aborto que dentro del sistema capitalista favorece a los planes de desarrollo del mismo, actuando como verdadero paliativo ante los problemas que confrontan las masas populares. Fundamentalmente estos son los problemas que enfocan estos movimientos femeninos cuya dirección la tiene la burguesía”.

Definido el concepto feminista burgués, la enfocan contra la tendencia reformista: “A través de lo que ha sido la historia de dichos movimientos, nos llevan a sencilla conclusión de que sus luchas han estado signadas por elementos de reforma, por lograr migajas para la mujer ( ...) son una clara evidencia de la concepción burguesa de “liberación”, pues estos movimientos toman como problema principal la relación enajenante hombre-mujer, no relacionan el problema con la situación de opresión y explotación (...) dirigiendo su actividad, a un enfrentamiento entre sexos, a una lucha por reivindicaciones jurídicas (...) dichos movimientos están llamados al fracaso, y en tal sentido, el Movimiento Femenino Marxista Leninista debe imponer sus ideas. La situación que vive la mujer no se resuelve en el capitalismo sino en el socialismo.

Argumentan la “falta de control político” cuando la práctica les estaba diciendo que el movimiento femenino tenía su propia dinámica y la necesidad de tener autonomía. No era un problema organizativo de control, era, en la práctica, convertir una organización importante que pugnaba por manifestarse con sus propias dinámicas, en un aparato del partido. Se confundía una vez más las necesidades de las organizaciones de masas con las necesidades propias del Partido.

El feminismo, como concepción sexista, fue de efímero desarrollo en Venezuela, una especie de snobismo pasajero. Los países que lograron importantes en avances, sobre el particular, fueron los desarrollados. En ellos la llamada “revolución silenciosa de la clase media” logró importantes avances. Los sectores medios habiendo superado sus necesidades primarias básicas se interesaron en la calidad de la vida, la oposición a la energía nuclear, la defensa del consumidor, el desarrollo de la personalidad y particularmente en la liberación de la mujer. Estas prácticas sociales diversas y a primera vista fragmentarias, entraron en fase de institucionalización y se debilitaron al resolver cuestiones jurídicas o cuando la temática o problemas dejó de tener importancia. Se consideraron un “desafío simbólico” de la clase media. En Venezuela no se profundizó en el sexismo, ni se buscó hacer políticas hacia la mujer, por su condición misma. Simplemente se consideraba que la situación de la mujer se resolvería en el socialismo

La retaliación de los militantes de robustecer el trabajo de la Liga de Mujeres estaba en la prudencia de no dividir el movimiento y mantener la condición mixta de la organización central. La lógica dominante era no crear movimientos feministas que se separaran de la dinámica ideológica de la clase obrera y el socialismo.

La cuestión del avance de la mujer en organismos de decisión tiene que ver, entre otros factores, con el poder que mantiene el sexo masculino y su cultura de dominación patriarcal. Algunas entrevistadas de la época opinaron que el sexo masculino se quedó con las discusiones de más trascendencia y decisión, mientras las mujeres discutían sobre el sexo, el aborto y la familia.

Otra consideración que queda en este balance tendría que ver con el llamado movimiento revolucionario y su fijación en el movimiento obrero de los países industrializados en la perspectiva socialista. Mediante el trasplante mecánico de estas realidades se descuidó y no se profundizó en la estructura social venezolana. No hubo interés en diseñar políticas hacia la mujer. Tampoco se creó una plataforma de discusión sobre las nuevas organizaciones femeninas. Su propósito era crecer y de manera oportunista aprovecharon la moda feminista imbricándola de marxismo. Todo indica que la fundación o imposición de hacer una organización de mujeres fue un decreto de la Dirección Nacional de la Liga Socialista, un poco copiando la experiencia europea y la norteamericana, muy en boga para los años 70.

La diversidad que se desarrolló en la Liga de Mujeres chocó con la concepción marxista ortodoxa y homogeneizante de la Liga Socialista. Pensaron que el movimiento se les estaba escapando de las manos y la respuesta inmediata que pensaron fue que el problema era organizativo y de control.

También influyó, como limitación, la manera como se entendió el marxismo. Para muchos era el dogma, la iglesia referencial que había que seguir sin mayores investigaciones ni dudas. La cultura cristiana, dentro de los marxistas latinoamericanos, igualmente influyó mucho: la culpa, el deber ser, el deber no cumplido, la fe en un guión universal, el cuestionamiento constante, la sanción, la reeducación como castigo, serían algunas muestras de esta incidencia

Quizás su misma justeza, como organización que pugnaba autonomía, la hacía tener dinámicas propias que se les escapa de las manos a sus fundadores. De paso, la Liga de Mujeres ya había nacido con una debilidad ante la autonomía: el control de un partido marxista y doctrinario y con objetivos preconcebidos e “indiscutibles”.

A la luz de hoy, todo se considera un proceso, no solamente en la finalización cronológica de esa organización, sino posteriormente al 78. Buena parte de estas activistas han continuado su inserción en el movimiento de mujeres. La Liga de Mujeres fue el inicio de un proceso que de varias maneras ha continuado. Muchas de sus dirigentes están en puestos claves en donde se vienen instrumentando políticas hacia la mujer, se han fundado centros de investigación y diferentes Casas de la Mujer de acuerdo a los distintos problemas que enfrenta el sexo femenino.


pompiliosanteliz@hotmail.com


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Rafael Pompilio Santeliz

Doctor en Historia. Profesor de la UBV. Trovador, compositor y conferencista. Militante de la izquierda insurreccional desde el año 1963. Presidente de Proyecto Sueños Venezuela en el estado Miranda y Vicepresidente de la Fundación Gulima, Radio comunitaria en San Antonio de los Altos.

 pompiliosanteliz@hotmail.com

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