El ser más temido por el hombre: la mujer

Al amado todo, excepto el sexo. El sexo es mío.

Simone de Beauvoir

Los tiempos se cierran arrinconando al hombre a un foso donde imposible movilizarse y su terquedad deba sucumbir y con ella el entorno que lo ha sostenido. Ese horrible final, aunque lo parezca, no lo es tal. Sí hay una esperanza. Acecha a nuestro lado, hablándonos, comprendiéndonos, pero por encima de todo, mirándonos en nuestro mismo idioma, por ahora. Se prepara, invade parámetros que no le eran permitidos, mientras en algunas, no pocas otras partes, aún permanece en el limbo, el purgatorio, o el mismísimo infierno. Cualquier geografía humana que le haya sido asignada, la cumple a cabalidad. De una cosa está clara esa esperanza: desde los tiempos míticos hasta nuestros días, no es la creadora de esta decadencia. Los tiempos se cierran para el hombre. No para la mujer.

Si los pobres son los más excluidos del mundo, detrás de ellos están sus madres sosteniendo el último hálito del retoño que muere en sus brazos. La mujer es pues, la esperanza de La Tierra. Mitos robados, historias robadas, leyendas, fábulas robadas jamás han podido ocultar la grandeza que una vez se vivió bajo la dirección de la mujer de las que apenas han sobrevivido deidades envueltas en la niebla que le ha inventado el hombre.

La gran paridora de cierta organización necesaria para el andar del ser humano seguro ante las dificultades, fue engendrado –el andar-, pulido y llevado de la mano por la mujer. Los mitos que ruedan con toda normalidad, se remontan a días posteriores a la invención del alfabeto que no fue de un día para otro, sino en plena edad de los metales, cuando ya era el hombre el que decidía. Para entonces, muchos demuestran aquí o allá la inflexibilidad a la que desde entonces eran o estaban sometidas. Sin embargo, algo quedó, deidades, muchas deidades que remiten a tiempos remotísimos cuya memoria jamás pudo ocultar el poder de los metales, de modo que cuando vemos los objetivos que más nos preocupan para que funcionen las estructuras de la sociedad, esos objetivos son femeninos, pues lo femenino quien los pone a conducir inicialmente. Es la parte femenina inserta en uno la que habla de justicia, compasión, como también la que conduce al inocente al saber, educación. Es la parte femenina la que corrige sin castigo, la comprensión. Cuando lo femenino está herido, solicita la venganza y solo puede ser curada con su propia medicina, la comprensión –perdón. La mujer es la única que tiene las entrañas por y para ello.

Al analizar fríamente los mitos sobre la creación del hombre y la mujer, todos en los que se habla de la superioridad masculina, son mitos superpuestos. El de Adán y Eva por ejemplo, el más conocido, Dios le quita dos costillas al hombre para crear a su compañera, en la realidad es la mujer la que tiene 22 costillas, lógicamente para dar espacio a su preñez, es ella la madre del hombre. Los griegos tienen a Pandora, una mujer muy bella pero torpe que se le aparece a Epimeteo con una cajita, que al abrirla éste, a pesar de los consejos de su hermano Prometeo, salieron todos los males y se regaron por La Tierra. Prometeo cerró a tiempo la cajita, y sólo se salvó la esperanza –un mínimo dato de compasión indirecta otorgado a la mujer-. Otros dos mitos muy antiquísimos robados por los griegos, ponen a Zeus que creó no una sino tres mujeres cada una más bella que la otra y cada una representativa de los atributos femeninos, una coqueta, otra maternal y la tercera muy inteligente. Los hombres estaban muy molestos pues las tres en cuestión no miraban a los hombres sino que siempre se complacían de sólo amarse recíprocamente. Si hay algo que delata el mito (las 3 Gracias) es esa cierta superioridad femenina de que se bastan por sí mismas. Un segundo mito antiquísimo, pero llegado también por los griegos es el de las tres Parcas, o las tres hilanderas, es el símbolo de la vida, ofrece una visión de nuestros pasos en el planeta muy significativo. El primer paso es un estado sin rumbo fijo, en efecto la primera Parca se llama Átropos, sin sitio seguro, se mueve eligiendo y uniendo vellones de lana, los tuerce y los pasa a la segunda Parca, la que los enrolla, Clotos en una rueca y finalmente, Lákesis, la que corta el hilo de la vida, no importa que el ovillo esté lleno o vacío, Lákesis es la que decide el grosor del ovillo. Son mitos mucho más antiguos que el de Adán y Eva, o al de Pandora. Ni hablemos de quién "inventó" la agricultura, la cerámica, alfarería, como quién descubrió o inventó la textilería: Mujeres. Labores que son las más básicas para la sedentarización del ser humano en La Tierra. Sobre el pastoreo mucho se ha hablado de pueblos, pero lo curioso es que ya esos pueblos tenían sus mitos donde mujeres regían esa acciones. Por ejemplo, se habla de escitas, árabes, mongoles y los más cercanos, los griegos, de ser los más antiguos conocedores de la doma del caballo, pero sucede que todos ellos tienen mitos de pueblos enteros gobernados por mujeres que fueron las primeras conductoras de los nobles solípedos –Las Amazonas-, pues el caballo era una bestia de alimento, no de monta.

¿Qué fue lo que sucedió?

Sin lugar a dudas el advenimiento de los metales, su fundición para armas dio el punto determinante que cambió el curso de la Historia. Los mitos sobre Ares, dios de la guerra en Grecia (Marte para los romanos), era un verdadero torpe, que siempre metía la pata y solo el manejo de la espada y su carro de cuatro caballos (mito escita), se impone sobre los pueblos. No piensa, sólo se impone a donde llega por su poder de destrucción. Y las últimas Amazonas tenían a Ares por dios principal, antes que él poseían a Artemisa, la cazadora (Diana para los romanos), señal de que a lo mejor han existido no uno sino varios pueblos monosexuales femeninos antes que los conocidos por los griegos, que pelearon su poder de género.

Mi conclusión al respecto es que la propia mujer, ante el sufrimiento sanguinario del poder masculino, tuvo que alzarse pues ese dominio masculino no fue finalmente nada romántico. El poder de la guerra es el que ha sido imponiendo con los tiempos y quien posee mejor técnica, tratará de ser el dominador. Al sobrevenir el idioma de Revolución, en los nuevos parámetros de la sociedad, surgen entonces otras medidas donde la mujer juega un papel preponderante, pues sus valores toman rasgos poderosos en contraposición de los establecidos ya con que se cultive, la mujer es un problema en la sociedad. Lo vemos en México donde son muertas salvajemente sin juicios que las protejan. El Islam tiene cismas que debe atender con extrema urgencia, mujeres que pueden llegar hasta jefes de Estado en algunos países, a extremos que deban permanecer escondidas en asfixiantes burkas, en verdad, es de un bochorno que atenta contra le propio mensaje del Profeta: Miedo simple y burdo. En occidente el símbolo sexual que las vende, las arrincona desde la más tierna edad, sólo su poder de resistencia que les otorga la Madre Tierra es la que la protege para el reto que le espera. Aquí se va por el 50% cuántico de actividad por considerar que los valores que guarda, es con lo que puede promocionar una transformación irreversible al desarrollo que trae la humanidad, pues aún vivimos en la edad de los metales. Hora de acabar esa tétrica era.

De cierre, no quedará allí su paso, la mujer ya lo ha adelantado en la obra catalogada la Biblia del feminismo de Simone de Beauvoir. El epígrafe tiene que ver con ese paso, en la obra, la Beauvoir expone en pocas palabras la real autonomía por la que debe luchar la mujer, con los derechos tan iguales, no pelear contra su compañero o compañera, sino que la vida le ofrece a cada ser viviente sus propias inclinaciones por y con las que pretende construir su propia felicidad, con lo cual el sexo no debe ser medida de unión para nadie, ya el amor lo hace. En tal sentido si se posee una inclinación hacia alguien ¿por qué no complacerla? Esa inclinación es sólo eso, pues si se le pidiera algo más que eso teniendo un compromiso ya hecho de amor, entonces, determina la Beauvoir, uno debe ser enfático al responderle: "No corazón, ya mi amor lo tengo comprometido le pertenece a otro, no confundas atracción con amor" Y la Beauvoir, una de las más grandes filósofas del siglo XX sostuvo una relación de por vida, profunda, con otro de los grandes del siglo XX: Jean Paul Sartre, aunque el gran filósofo, no pudo hacer nada por las inclinaciones lésbicas de la gran mujer.

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Arnulfo Poyer Márquez


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